Asia

El llamado "año de las superelecciones", en el que más de 50 países tienen previsto acudir a las urnas, se inauguró en Taiwán con unas elecciones presidenciales y legislativas de gran trascendencia. El candidato del gobernante Partido Progresista Democrático (PPD), William Lai Ching-te, se impuso, pero el partido perdió su mayoría legislativa y una importante cantidad de apoyos. Con este telón de fondo, se avecina una nueva era de inestabilidad para Taiwán y la situación de seguridad en torno a Asia Oriental.

Bangladesh, el octavo país más poblado del mundo, está siendo sacudido por la agitación política y social. Los líderes de la oposición han sido arrestados. Decenas de miles de personas se han enfrentado en las calles con la policía, lo que ha provocado la muerte de dos manifestantes.

Han pasado dos años desde el golpe militar de Myanmar (Birmania) de 2021, que derrocó al gobierno liberal burgués de Aung San Suu Kyi. Las masas se levantaron heroicamente contra el golpe, pero la traición de los liberales condujo a una dolorosa derrota. Hoy, el régimen golpista está creando condiciones infernales y bárbaras: a economía en caída libre, el crimen organizado fuera de control y la trata de personas que afecta a cientos de miles,  y el régimen bélico de la junta que enfrenta una posible guerra civil. El capitalismo ha proporcionado otro caso sangriento que demuestra la necesidad del socialismo.

Según cifras recientes, el desempleo juvenil en China supera ya el 20%, el doble que antes de la pandemia. Cuando los jóvenes chinos miramos a nuestro alrededor, vemos un mundo lleno de caos, de sufrimiento y de injusticia. En nuestra vida cotidiana, a menudo sentimos una inmensa tensión, presión, ansiedad y dolor. Los jóvenes podríamos preguntarnos: ¿qué le ha pasado a nuestro mundo? ¿Cómo ha sucedido? Y lo más importante: ¿qué debemos hacer al respecto?

La noticia de que el gigante inmobiliario chino, Evergrande, ha solicitado la protección por quiebra en Estados Unidos ha sonado la sentencia de muerte definitiva para el sector inmobiliario de China. Una serie de incumplimientos corporativos, una recesión en el mercado inmobiliario, un desempleo en alza y una rápida disminución en el consumo de la gente han desacreditado las afirmaciones fraudulentas del régimen gobernante del Partido Comunista de China (PCCh) de una «fuerte recuperación económica» en China.

El 27 de julio de este año se cumplió el 70 aniversario de la firma del Armisticio de Corea, que puso fin a un conflicto que duró tres años, conocido como la Guerra de Corea. El Armisticio no es un acuerdo de paz, y los dos Estados que existen en la península coreana al norte y al sur del paralelo 38 siguen técnicamente en guerra entre sí.

Desde hace varias semanas, y la proximidad del Año Nuevo Lunar, la clase trabajadora en China se ha sumergido en una ola de huelgas económicas, protestas y manifestaciones. Si bien estas luchas varían en términos de escala y combatividad, colectivamente dan una clara indicación de la profundización de la crisis socioeconómica y de la valiente oleada de lucha de clases que está levantándose contra el régimen capitalista.

El 7 de diciembre de 2022, el Estado chino publicó sus "Diez nuevas medidas", un apresurado cambio de su política de " COVID cero" a lo que denominó "contramedidas precisas". En realidad, se trataba de un abandono total de las anteriores medidas rígidas para contener el COVID-19. Según el régimen capitalista del PCCh, las 'Diez Medidas' tienen como objetivo mejorar la "precisión científica" en la lucha contra los brotes "de acuerdo con la situación de la pandemia y las mutaciones del virus".

Apenas un mes después del pomposo 20º Congreso del Partido del PCCh, la ira desde abajo está saliendo a la superficie. La semana pasada, la megafábrica de Foxconn en Zhengzhou, Henan, fue testigo de una confrontación violenta entre los trabajadores y la policía por el robo de salarios por parte de la gerencia, y en los últimos dos días, se han registrado protestas grandes y violentas en muchas ciudades importantes, dirigidas contra las medidas de confinamiento draconianas del régimen, que se han convertido en un foco de descontento generalizado. Como hemos predicho durante mucho tiempo, la profunda crisis del capitalismo chino está comenzando a impulsar a las masas a la acción.

El viernes 8 de julio, unos minutos después de las 17:00 hora local, Shinzo Abe fue declarado muerto. El ex primer ministro de Japón, y uno de los políticos burgueses más influyentes de la última década, no sólo en su país sino en Asia Oriental en general, fue asesinado mientras pronunciaba un discurso electoral a favor de uno de sus compañeros del Partido Liberal Democrático (PLD).

El sábado 9 de julio, decenas de miles de ciudadanos superaron el caos del transporte para descender a Colombo, la capital. Las barricadas policiales fueron barridas como cerillos, y las masas se situaron ante las escaleras de la residencia oficial del presidente. Y entonces, avanzaron. Las masas, en la marea de su "aragalaya" (lucha), desbordaron repentinamente las vías seguras que la clase dirigente había establecido para mantenerlas al margen de la política.

No hace mucho, el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) alardeaba con orgullo de sus éxitos en la contención de la pandemia de COVID-19, en comparación con gran parte del resto del mundo. Ahora, sin embargo, uno de sus principales centros económicos, Shanghai, está sufriendo una oleada de la variante Ómicron, agravada por los errores burocráticos.

En estos momentos se está desarrollando la lucha más espectacular del pueblo de Sri Lanka desde el Hartal de 1953. La fuerza de esta lucha ha forzado la dimisión del gabinete. Los aliados del gobierno han declarado su "independencia" en el parlamento. Mientras tanto, Cabraal, el director del banco central, ha dimitido.