La revolución bolivariana e Iran
Es comprensible que para muchos revolucionarios en Venezuela, una situación en la que la oposición denuncia fraude electoral y en la que ésta denuncia recibe el apoyo de las potencias imperialistas y que además se producen manifestaciones en la calle contra los resultados electorales, pueda llevar a establecer paralelismos con situaciones que hemos vivido durante la revolución bolivariana.
En Venezuela, en más de una ocasión, la oposición reaccionaria y oligárquica, con el apoyo del imperialismo, ha tratado de crear una situación de caos en las calles con la excusa de un supuesto “fraude electoral” para deslegitimar las victorias electorales de la revolución (durante el referéndum revocatorio, en las elecciones presidenciales del 2006, en el referéndum de la reforma constitucional del 2007, etc).
Sin embargo tales paralelismos no se ciñen a la realidad.
La República Islámica. ¿Un régimen revolucionario?
En primer lugar el régimen iraní de la República Islámica no es un régimen revolucionario. La revolución iraní que triunfó en 1979 fue una auténtica revolución de masas, con la participación activa de la clase obrera, la juventud, el campesinado, los soldados, las mujeres, etc. El factor decisivo que precipitó la caída del odiado Shah fue la huelga general de los trabajadores petroleros. Millones de obreros organizaron shoras (consejos de fábrica) en sus empresas y tomaron control de la gestión y administración de las mismas, de manera parecida a lo que hicieron los trabajadores petroleros de base en Venezuela durante el paro-sabotaje empresarial de diciembre del 2002. Millones de campesinos ocuparon las tierras de los latifundistas (como están haciendo en Venezuela hoy en día). Los estudiantes ocuparon sus liceos y universidades para democratizarlas a fondo y acabar con el elitismo que las dominaba. Los soldados formaron también sus shoras (consejos) y procedieron a purgar el ejército de sus oficiales reaccionarios. Las nacionalidades oprimidas (kurdos, azeríes, árabes, etc) conquistaron su libertad. El pueblo iraní en su conjunto se sacudió el yugo del imperialismo.
Sin embargo, el actual régimen iraní de la República Islámica se consolida en el periodo de 1979-83 precisamente sobre la base del aplastamiento de esa revolución por parte de los clérigos islámicos fundamentalistas. Durante un periodo de varios años se van destruyendo todos los logros de la revolución de 1979. Se devolvieron las tierras a los terratenientes, expulsando a los campesinos que las habían tomado. Se destruyeron los consejos de fábrica que fueron reemplazados por shoras islámicas en las que los trabajadores no tienen derecho a organización ni a huelga. Se impuso una particular interpretación de la religión islámica a toda la población, llevando a la negación más absoluta de los derechos de la mujer y creando un ambiente de opresión ideológica para la mayoría de la población.
El secuestro y aplastamiento de la revolución obrera y popular de 1979 por parte de los clérigos islámicos fundamentalistas sólo fue posible por las políticas equivocadas de todas las organizaciones de izquierdas que creyeron que podían formar un frente unido con los clérigos musulmanes dirigidos por el Ayatollah Khomeini. Pagaron caro por sus errores. En un período de cuatro años, con ataques cada vez más brutales contra la izquierda, se consolidó el poder de la República Islámica sobre lo que había sido una revolución de carácter obrero y anti-imperialista. Para poder hacerlo, los clérigos musulmanes se vistieron con un ropaje anti-imperialista, organizando el incidente de la embajada de los EEUU y después usando de manera muy habilidosa la guerra contra Iraq. Para 1983 todos los partidos de la izquierda habían sido ilegalizados (a pesar de su apoyo a un frente unido con Khomeini), y unos 30,000 militantes de los diferentes grupos de la izquierda reformista, revolucionaria y nacionalista habían sido asesinados. Éste es el auténtico orígen de la República Islámica que existe en Irán hoy en día. No un régimen revolucionario, sino un régimen nacido del aplastamiento de una revolución.
¿Hubo fraude electoral?
Algunos argumentan que no hubo realmente fraude electoral el 13 de junio, pero existen numerosas denuncias de fraude. En primer lugar, para ser aceptado como candidato en las elecciones, hay que pasar por la aprobación previa del Consejo de Guardianes, un organismo de 12 personas totalmente anti-democratico. A los representantes de los candidatos opositores no se les dejó participar en el recuento, ni observar las mesas electorales.
En relación al fraude en sí, un ejemplo significativo. El candidato conservador, que no ha participado ni llamado a participar en las protestas de la última semana, Hoshme Rezaei, denunció que en entre 80 y 170 ciudades del país la participación electoral había excedido el censo. !Es decir que había votado más gente que la que estaba registrada para votar! En todas esas ciudades, Ahmadinejad había ganado por amplia mayoría, en algunos casos con el 80 o el 90%. El 21 de junio, después de una semana de manifestaciones con la participación de millones de personas y de la muerte de al menos una docena el sábado 20, el Consejo de Guardianes se vio obligado a comentar sobre estas denuncias. En declaraciones al Canal 2 de la televisión estatal, el portavoz del Consejo Kadkhodaei, admitió que: “Las estadísticas de los candidatos que dicen que más del 100% del censo votó en 80-170 ciudades, no son correctas, eso sucedió solamente en 50 ciudades"!! Kadkhodaei explicó que eso era” normal ya que la gente puede votar en la provincia dónde reside o dónde trabaja”. Además dijo que ya que eso “sólo afectaba a 3 millones de personas” no alteraba el resultado final.
¿Ahmadinejad revolucionario?
Al igual que en 1979, tratando de ganar el apoyo de las masas, Ahmadinejad ha usado un lenguaje anti-imperialista y a favor de los pobres. Pero veamos cuál es la situación real del pueblo iraní bajo su presidencia. En primer lugar, en Venezuela la revolución bolivariana ha dado lugar a una oleada de organización sindical y reivindicaciones de los trabajadores. El presidente Chávez ha llamado a los obreros a ocupar las fábricas abandonadas y a gestionarlas bajo control obrero. En Irán, los trabajadores no tienen derecho a organización ni a huelga y si desafían esas prohibiciones se enfrentan con la represión más brutal. En el caso de los trabajadores de los autobuses de Tehran, cuando 3000 de ellos intentaron organizar un sindicato la empresa respondió despidos masivos, ataques de la policía a los dirigentes sindicales, incluyendo el arresto del secretario general Ossalou, a quien matones policiales trataron de arrancar la lengua.
Cuando los activistas obreros de Sanandaj trataron de organizar una celebración del 1º de mayo en el 2007, la policía respondió con represión brutal. 11 de ellos fueron condenados a recibir 10 latigazos y a pagar una multa para ser liberados. Cuando unos 2,000 sindicalistas trataron de organizar una celebración del 1º de Mayo en Teheran este año 2009, la policía les reprimió brutalmente y 50 de ellos fueron detenidos (algunos continúan en la cárcel). A millones de trabajadores iraníes se les deben varios meses de salario. Si tratan de organizarse, son reprimidos por la policía.
Mientras que en Venezuela, la revolución bolivariana ha frenado el proceso de privatizaciones de las empresas públicas e incluso muchas empresas privatizadas han sido renacionalizadas, en Irán Ahmadinejad ha acelerado las privatizaciones de las empresas públicas (167 privatizaciones en 2007/08, y otras 230 en 2008/09), incluyendo la privatización de las telecomunicaciones, de la acería Isfahan Mobarakeh Steel, de la Petroquímica Isfahan Petrochemical Company, de la cementera Kurdistan Cement Company. En la lista de empresas a privatizar se incluyen la mayor petroquímica del país, todos los grandes bancos, empresas del gas, petróleo, seguros, etc.
El gobierno de Ahmadineyad, aunque critica al imperialismo estadounidense intentando desviar la atención de las masas de los problemas internos, ni siquiera es coherente en su lucha contra ese enemigo al que critica. La intervención militar estadounidense contra Irak contó con la anuencia o, como mínimo, la pasividad del gobierno y la clase dominante iraní, que veían en el debilitamiento del régimen rival iraquí una oportunidad para afianzar su poder en la zona. El régimen iraní lejos de fomentar una lucha unitaria y revolucionaria por la liberación nacional del país vecino ha desempeñado un papel clave en frenar ésta y dividirla en líneas religiosas.
Mousavi, el candidato “reformista”, no es mucho mejor. Fue primer ministro durante los años 80, presidiendo durante la matanza de 30,000 activistas de izquierdas. Ahora ha descubierto que, sin estar en contra de los principios de la República Islámica, hay que “reformar”, es decir, hacer cambios cosméticos por arriba, para que todo siga igual y él y sus acólitos puedan seguir en el poder. La división entre Ahmadinejad y Mousavi es la división entre dos sectores del régimen reaccionario: uno quiere reformar por arriba para prevenir una revolución por abajo, el otro quiere mantener el control por arriba para impedir una revolución por abajo.
Sin embargo, las divisiones por arriba han abierto el espacio para un auténtico movimiento de masas que ha puesto al régimen en jaque en la última semana. Por si quedaba alguna duda del carácter popular y revolucionario del movimiento de las masas iraníes, veamos cual ha sido la posición de los activistas obreros. La mayoría de organizaciones obreras y sindicales (en la clandestinidad bajo Ahmadinejad) antes de las elecciones declararon, correctamente, que ninguno de los candidatos representaba los intereses de los trabajadores, y que por lo tanto no recomendaban el voto por ninguno de ellos. Sin embargo, ante las manifestaciones populares de masas que se desarrollaron la semana pasada, tanto el Sindicato de Obreros de los Autobuses de Teheran como los trabajadores de Iran Khodro, la mayor fábrica de automóviles de Oriente Medio, expresaron su apoyo al movimiento y en el caso de Khodro, salieron a la huelga una hora en cada turno. Ahora los activistas revolucionarios en Irán están discutiendo la convocatoria de una huelga general contra el régimen y por las libertades democráticas.
Claramente, como revolucionarios, tenemos que oponernos a cualquier injerencia imperialista en Irán. El presidente Chávez correctamente ha apoyado a Irán en los foros internacionales en los últimos años contra el acoso imperialista por parte de los EEUU. Sin embargo, lo que sería fatal sería confundir revolución con contra-revolución. La revolución bolivariana tiene que estar del lado del pueblo iraní, de los obreros, jóvenes y mujeres que están en las calles de Teherán y las demás ciudades del país protagonizando su propio “Caracazo” o su propio 13 de abril contra el odiado régimen contra-revolucionario de la República Islámica.
El 18 de Junio, el presidente Hugo Chávez reiteró su felicitación a Ahmadinejad en Iran por su reelección como presidente y añadió la “la solidaridad de Venezuela ante el ataque del capitalismo mundial contra el pueblo de ese país”. Desde la Corriente Marxista Revolucionaria de Venezuela, estamos en desacuerdo con esa postura y queremos contribuir al debate con estas observaciones.
Las imágenes de la brutal represión contra los jóvenes y trabajadores iraníes, la evidencia de que en Irán un joven estudiante o un trabajador puede ir a la cárcel por el simple hecho de organizar una huelga, crear un sindicato o manifestarse contra los burócratas estatales y los empresarios, provocan un rechazo masivo contra el gobierno iraní entre jóvenes y trabajadores de todo el mundo. Diversos intelectuales contrarrevolucionarios y los medios de comunicación al servicio del imperialismo, conscientes de este rechazo, están intentando –con el cinismo y demagogia que les caracteriza- identificar a Venezuela con Irán y a un luchador antiimperialista honesto y revolucionario como el Presidente Chávez con Ahmadineyad. Un ejemplo es el artículo de El País de España que citaba el presidente Chávez en el último Aló Presidente.
Con esa comparación pretenden sembrar confusión entre los trabajadores de todo el mundo, debilitar la simpatía y apoyo hacia la revolución venezolana e impedir que esta siga convirtiéndose en un punto de referencia para millones de personas en todo el mundo. Precisamente por ello, los jóvenes y trabajadores revolucionarios venezolanos sólo podremos hacer frente a esta campaña abriendo un debate a fondo sobre el verdadero carácter del régimen iraní, estudiando su historia y su realidad actual y solidarizándonos con la lucha de nuestros hermanos de clase iraníes por conquistar a través de su movilización y organización los mismos derechos que hoy tenemos los trabajadores venezolanos. Al mismo tiempo debemos combatir y denunciar tanto la represión del gobierno contra ellos como la demagogia y maniobras del imperialismo.
Desde la Corriente Marxista Revolucionaria queremos dejar claro nuestro apoyo al movimiento revolucionario de las masas iraníes contra la República Islámica, y particularmente al movimiento de los trabajadores iraníes por sus derechos democráticos y reivindicaciones económicas, al mismo tiempo que rechazamos cualquier interferencia del imperialismo.