La intensa congelación de las relaciones ruso-ucranianas
El 1 de enero Rusia se hizo cargo de la presidencia del grupo G8 de naciones industrializadas. En el primer punto del orden del día este año se encuentra la seguridad energética. Para el Kremlin esto significa que Rusia pueda suministrar a Europa y EEUU una mayor cantidad de gas, en particular, un oleoducto bajo el Mar Báltico para exportar gas a Alemania y la extracción de gas de un enorme yacimiento en el Mar de Barents que será transportado desde Murmansk a EEUU.
Rusia el 1 de enero también cortó el suministro de gas a Ucrania y, por lo tanto a Europa, ya que el gobierno ucraniano vendía ese gas a Europa para el consumo doméstico. Este bloqueo fue el punto culminante de Gazprom, el monopolio estatal de gas ruso, en su intento de subir los precios a los antiguos estados soviéticos, que compran gas por debajo de los precios de mercado, la empresa ucraniana Neftegaz se negó a pagar, pidiendo a cambio un precio más elevado por el tránsito del gas ruso a través de su territorio hacia los mercados europeos. Además compraban gas turkomeno para el consumo doméstico mientras que el gas ruso era re-exportado a Europa y por lo tanto no tenían que pagar más a Gazprom. Esta empresa llegó a un acuerdo con Turkmenistán cuyo gas pasa a través de los gaseoductos de Gazprom en territorio ruso y, después de la reacción de Europa que obligó a Gazprom a volver a sentarse en la mesa de negociación, reanudó el suministro el 3 de enero, con un acuerdo de que Ucrania pagaría a 95 $ los 1.000 metros cúbicos de gas turkomeno (los detalles sobre el precio que Neftegaz deberá pagar por el gas ruso o uzbeco todavía no se han acordado).
Nada de esto tiene que ver con los intereses comerciales de Gazprom, aunque la agencia de valoración de solvencia Fitch recomendaba comprar acciones de Gazprom, que subieron un 20%, enviando a la empresa a los diez primeros puestos con una capitalización de 192.000 millones de dólares el 18 de enero. Pero no se beneficiará de los precios más altos, porque éstos irán a una empresa de comercio exterior: RosUkrEnergo. En realidad, la disputa podría perjudicar a Gazprom, que tenía la reputación de suministrador fiable durante la Guerra Fría. Ahora los políticos europeos están pidiendo una mayor diversidad en el suministro de gas, en concreto, importar gas natural licuado de Qatar y Argelia, así como promover recursos energéticos renovables. Esto no se debe a que piensen que Rusia volverá a cerrar las compuertas y bloquear a Europa. Todo lo contrario, ellos saben (a menos que sean lo suficientemente estúpidos para creer su propia propaganda) que Gazprom depende de sus suministros a Europa, como ocurría durante la Guerra Fría.
Por lo tanto, el problema no es económico sino que se trata de la política exterior de Rusia y occidente, y también de la política interior de la elite ucraniana. Se trata, por un lado, de la correlación de fuerzas en la antigua Unión Soviética, la rivalidad entre Rusia en occidente por los recursos, intereses estratégica y esferas de influencia, y por otro lado, los temblores secundarios de la “revolución naranja” sobre las relaciones entre Rusia y occidente. Los dos aspectos de la cuestión están claramente vinculados, la llegada al poder hace un año del presidente Yushchenko en Ucrania, fue el último ejemplo de un cambio de régimen apoyado por EEUU bajo el barniz de la democracia, primero aplicado en Belgrado en octubre de 2000 contra Milosevic y después en Georgia en diciembre de 2003.
Las contradicciones entre Rusia y occidente
Rusia y occidente están condenados a tener buenas relaciones. No sólo son las personalidades encantadoras de los líderes mundiales lo que explica por qué el presidente Putin es un amigo personal leal de sus amigos, sino también un reconocimiento de la posición debilitada de Rusia en los asuntos mundiales. El antiguo primer ministro alemán, Shroeder, es el presidente del consorcio creado para la construcción del oleoducto báltico, un acuerdo similar se está fraguando con Berlusconi para el proyecto del sur de Europa, la extensión de un oleoducto que iría por debajo del Mar Negro hacia Turquía, Grecia e Italia. También es un buen amigo de George W. Bush, apoyando la invasión de EEUU en Afganistán y no movimiento un dedo para ayudar a Iraq contra el imperialismo norteamericano. Incluso ofreció un empleo en Rosneft a George Evans, un íntimo amigo de G. W. Bush.
Este nepotismo subraya que Europa y EEUU están interesados en reducir su dependencia de Oriente Medio y que Rusia está feliz con aumentar sus exportaciones, tiene una cuarta parte de las reservas mundiales y un tercio de la extracción de gas, además de ser el segundo exportador de petróleo después de Arabia Saudí. (También existen planes para exportar combustible desde el este de Siberia hacia China, Japón y Corea, los segundo, tercero y cuarto mayores importadores de petróleo del mundo después de EEUU). Pero occidente no quiere fortalecer a Rusia en sus relaciones con las antiguas repúblicas soviéticas porque estas relaciones pasan por el control del suministro de gas por parte de Gazprom. Si Europa aumenta su nivel de importaciones de gas de Rusia eso fortalecerá la posición de Rusia frente a sus vecinos europeos orientales, precisamente cuando la UE (y EEUU) están intentando apoderarse de las antiguas esferas de influencia rusas. En particular, los nuevos estados miembros como Polonia, además de Ucrania, que depende del tránsito de gas ruso para sus ingresos, su capacidad de arrancar concesiones a Rusia desaparecerían si se construye el oleoducto báltico hacia Alemania.
EEUU quiere tener su parte del pastel y comérselo. Quiere aumentar sus importaciones energéticas de Rusia (y Rusia liberalizar sus precios enérgicos internos) pero tiene que condenar oficialmente a Rusia por aumentar los precios del gas y chantajear a Ucrania. La hipocresía de EEUU en este caso es asombrosa, triplica los precios del gas en Irak y fue el defensor de la liberalización de precios en Rusia durante la década de los noventa.
El resultado de la falta de inversión fue un apagón energético en Moscú el mes de mayo pasado. En diciembre, Anatoly Chubais, el arquitecto de la privatización robo de Rusia y jefe del gigante eléctrico UES, admitió que era posible otro apagón. Pero la población no tiene confianza en el sistema. La subida de precios energéticos será un desastre para la población ucraniana, como ocurre en Iraq o en Rusia, los trabajadores de ningún país pueden confiar en que el imperialismo estadounidense les ayuda, ni el imperialismo ruso, ni su propio gobierno, todos están interesados en sus propios intereses.
El Caspio
Como parte de su estrategia para reducir su dependencia de Oriente Medio, EEUU está mirando con ojos hambrientos a la región del Caspio, con sus enormes reservas de gas y petróleo, al oleoducto de Bakú (Azerbaiyán) que pasa por Georgia hasta Djehan (Turquía), pasando también por Rusia, y que estará operativo para finales de este año. Su apoyo a la “revolución rosa” de Georgia, un aliado clave de EEUU, explica por qué era necesario fortalecer a Georgia frente a Rusia y resolver las disputas territoriales que llevaron a las guerras a principios de los años noventa en el sur del Cáucaso y que podían afectar a la seguridad del oleoducto. Actualmente Georgia está acumulando tropas en la frontera de Osetia del Sur, uno de los enclaves disidentes cuyo presidente pro-ruso está elaborando un plan de paz para evitar una invasión. Su plan es básicamente el mismo que el presidente georgiano, Saakashvili, presentó a la ONU y que fue aprobado por unanimidad en la OCDE. El apoyo de Rusia podría indicar una retirada táctica, una retirada de Osetia del Sur para consolidar su posición en la república pro-rusa de Azbakia donde Georgia también dice tener pretensiones territoriales. La protección de EEUU también se extiende a Azerbaiyán y Kazajistán, cuyos cargamentos de petróleo a través del Caspio son vitales para hacer rentable el oleoducto, apoyando tácitamente a los dos países en las elecciones de finales de este año espera tener una recompensa. EEUU planea concederles 130 millones de dólaresen entrenamiento, infraestructura y equipamiento dentro de su programa “Vigilancia del Caspio”. Ya se ha construido una estación de vigilancia por radar en Azerbaiyán para vigilar a Irán y Rusia.
El único estado pro-ruso en la región es Armenia, que sufrió una dura guerra con Azerbaiyán por la región de Nagorno-Karabak, una zona con población armenia dentro de Azerbaiyán en el período soviético. Como Ucrania, Moldavia y Georgia, Armenia también está pagando más por el gas, $110 por 1.000 metros cúbicos. Este es el mismo precio que paga Georgia, que oficialmente está en contra de Moscú, por eso hay dudas ante la posibilidad de que Armenia decida tener mejores relaciones con EEUU. El sabotaje de los suministros eléctricos y de gas en Georgia, ocurridos el pasado 22 de enero, es probable que se trate de un recordatorio a Armenia para que sepa lo que ocurriría sin el apoyo ruso, justo cuando el presidente armenio, Robert Kocharyan, volaba a Moscú para negociar lo que él podría dar a cambio de gas más barato. Como Gazprom y el capital ruso ya controlan los activos claves de la economía, él tenía poco margen de maniobra. Algunas fuentes no confirmadas sugieren que Gazprom tiene interés en un nuevo gaseoducto desde Irán, algo que no se puede excluir.
Asia Central
En contraste, la influencia de EEUU cada vez es más débil en Asia Central. El derrocamiento espontáneo del régimen de Akaev en Kirguizistán fue un motivo de preocupación, aún más para los líderes dictatoriales de la zona. La entrada de estos países en la órbita de Rusia se fortaleció por el aplastamiento represivo de un movimiento insurreccional en Andizan (Uzbekistán). A diferencia de sus “socios” hipócritas norteamericanos, los políticos rusos intencionadamente no criticaron al anterior líder soviético y actual presidente, Karimov. Después de Andizan, Karimov echó a los estadounidenses de Khanabad, una base aérea que utilizaban para los aviones de la OTAN hacia Afganistán. Ahora dependen de la base de Hansi en Kirguizistán. Pero el gobierno está exigiendo subir el alquiler de esta base de 2 millones a 200 millones de dólares, este podría ser el preludio para seguir el ejemplo de Karimov, en la línea del Consejo de Cooperación de Shangai que pone fin a la presencia de EEUU en los estados miembros.
Dado que EEUU transporta el 90% de sus suministros a Afganistán a través del aire y que la guerra no va bien, con los fundamentalistas copiando los métodos guerrilleros de Iraq, la pérdida de presencia de EEUU en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central sería un duro golpe para el imperialismo estadounidense. No podría trasladar sus bases a Turkmenistán o Tayikistán, los otros dos países miembros pro-rusos del Consejo de Cooperación de Shangai. El líder turkmeno, cuyos planes de colaborar con Irán se han evaporado por que el nuevo gobierno iraní no quiere dividir con él su botín del sector de hidrocarburos, está comerciando con el gas con Rusia (en lugar de Ucrania) a cambio del apoyo ruso para su ejército y armada. Tayikistán es aún más pro-rusa, es la única república de Asia Central que tiene una base militar rusa. También depende del dinero enviado a casa por los trabajadores inmigrantes en Rusia, este dinero supone una cuarta parte de su ingreso nacional y ha recibido inversiones rusas para la generación de energía hidráulica y para una planta de aluminio. Es una zona donde Rusia parecía haber definido su política exterior post-soviética, frotándose las manos ante la anticipación de dividendos por el tránsito de petróleo y gas a través de esta región hacia los mercados de India y China. El cortejo de los mercados asiáticos explica por qué el presidente Putin asistió a la conferencia de estados musulmanes en Malasia como observador, a pesar de la guerra con Chechenia.
La política interior ucraniana
Estos factores geopolíticos se enmarcan en el contexto del conflicto entre Rusia y Ucrania. Si Ucrania pudiera negociar con Turkemenistán y con Gazprom, la posición monopolista de Rusia se debilitaría. Lo mismo se aplicaría si se construye un gaseoducto bajo el Mar Báltico, porque eso reduciría la dependencia de Ucrania del gas ruso. Pero a corto plazo, Ucrania se encuentra en una profunda crisis y las elecciones parlamentarias el próximo mes de marzo recortarán los poderes ejecutivos del presidente que formará un gabinete basado en una mayoría parlamentaria.
Por ahora no hay un claro favorito. Los grupos pro-occidentales que se unieron en la revolución “naranja” hace un año están ahora divididos por como redistribuir los activos arrebatados al anterior régimen de Kuchma. Esto llevó a Yushchenko a destituir a Yulia Timoshenko de su puesto de primera ministra en el verano y nombrar a Yurii Timoshenko, un político dispuesto a negociar con el Kremlin. Las acusaciones de Yushchenko de que el populismo de Timoshenko minaba la economía y las contra acusaciones de ésta llamándole corrupto, llevaron a un conflicto entre la propaganda y la realidad del nuevo gobierno. Por otro lado, el partido pro-ruso encabezado por Víctor Yanukovich fue incapaz de capitalizar la crisis. Algunos de sus seguidores querían llegar a un acuerdo con el gobierno, mientras que otro sector se oponía a formar un bloque de gobierno con Natalia Vitrenko. Es posible que ninguna de las dos partes consiga algo en las elecciones, dejando una coalición de gobierno frágil y vulnerable.
La situación ahora es aún más incierta. Por un lado, Timoshenko ha criticado al gobierno por acercarse a Rusia, dando un voto de no confianza al gobierno y otro ejemplo de la rivalidad entre su bloque y el de Yushchenko. Por otro lado, la oposición a Rusia podría convertirse en un punto de referencia, permitiéndoles culpar de los problemas internos a su gran vecino. Como el bloque de Yushchenko, que estaba encabezado por el pragmático Yekhanurov, ha estado abierto a negociar con los grupos pro-rusos, el conflicto actual podría crear obstáculos significativos para la capacidad rusa de encontrar en el futuro un lenguaje común con la elite dominante ucraniana.
Yakunovich también criticó a Yushchenko durante la crisis, dijo que los políticos pro-rusos como él mismo serían capaces de arrancar concesiones a Rusia. El ejemplo de Bielorrusia demuestra que es posible, aunque los precios mundiales dejan poco margen de maniobra a Gazprom. Independientemente de quién forme el próximo gobierno, los altos precios del gas dañarán a la industria ucraniana, que no es capaz de competir sin gas barato. La industria ucraniana se encuentra precisamente localizada en el este del país que mantiene estrechos lazos con Rusia, vinculada más con los grupos ucranianos que apoyan a Rusia que con los que apoyan a occidente. El problema aquí para el capital ruso no es su remordimiento de conciencia por sus homólogos ucranianos. Todo lo contrario, ellos piensan que aplastando la competencia ucraniana en el sector metalúrgico podrán aumentar su parte en los mercados mundiales. Pero si estos activos ya no son rentables en manos de las empresas pro-rusas podrían caer en manos del capital occidental, cuyo principal muro de contención con Kuchma fue su negativa a dejar que el capital extranjero participara en el proceso de privatización. La venta de la gigantesca acería de Kryvorozhstal a Laksmi Mittal por más de 4.000 millones de dólares fue un ejemplo de lo que está por venir, y la elite rusa no quiere contemplar esa posibilidad.
Por lo tanto, es difícil predecir la configuración de fuerzas que saldrá después de las elecciones. En realidad es difícil predecir cómo se desarrollará el conflicto del gas. Esto ya ha llevado a Ucrania a tomar una central eléctrica en Crimen, provocando una guerra de palabras con el ejército, y una prohibición de las importaciones rusas a Ucrania de productos cárnicos y lácteos con el pretexto de que la carne era re-exportada a Ucrania, incluso aunque la nata y el queso no fuera originalmente importada de un tercer país. Pero los acontecimientos pueden desarrollar una lógica propia. Las vidas de las personas no les preocupan a la elite rusa que sólo ve los pasillos del poder y la próxima jugada en la guerra del gas, que será un nuevo aumento de precios dentro de seis meses.
El callejón sin salida del capitalismo
La realidad es que los precios del gas más elevados van en contra de los intereses de la industria en Rusia así como en Ucrania, pero el gobierno está presionando para la liberalización de precios, también en el transporte, electricidad y vivienda. A pesar de todos estos giros y cambios en la política exterior e interior de Rusia y sus antiguos satélites soviéticos, la imagen en todos los sitios es la misma: políticos mentirosos, caída de los niveles de vida y de la esperanza de vida, y que la industria y los oligarcas no pueden competir con el capital occidental. La razón principal por la cual la esfera de influencia rusa en Asia Central no desaparece, como ocurre en el Mar Caspio, es la crisis del imperialismo estadounidense globalmente. El colapso de la Unión Soviética dio al imperialismo occidental un respiro temporal ante el callejón sin salida del capitalismo global. Pero nada esto ha ido a favor de los intereses de la población de estos países.
La URSS fue una caricatura del socialismo. El chovinismo de sus burocracias nacionales estalló en guerras en el Cáucaso y Asia Central, además de Yugoslavia. Pero ahora, la rivalidad imperialista está intensificando las tensiones nacionales en toda la antigua URSS, al mismo tiempo que la clase dominante de cada país está llevando a cabo una política antiobrera en su propia casa. Debajo de la indiferencia hacia los políticos burgueses en Rusia y en otras partes, la fea realidad de las guerras, las subidas de precios, el desempleo y el recorte en educación y sanidad, están creando las condiciones para una reacción contra el imperialismo y la necesidad de la solidaridad, la unidad de la clase obrera y el socialismo, con los recursos y la industria bajo la propiedad colectiva de la clase obrera, como en la URSS, pero controlados democráticamente, utilizando Internet y la tecnología moderna. Este es el único futuro.