Referéndum del Estatut de Catalunya - Gana el sí con una elevada abstención
Los votos sí superan en todas las comarcas el 67% (con una media del 73,9%). Incluso en comarcas de la Catalunya central, el voto sí es todavía más rotundo: en el Berguedà el Sí alcanza el 77,59% y el No sólo el 16,36%; en l’Anoia, 75,98% frente a 18,55%. En estas comarcas el PP a duras penas obtiene un 7% de votos en unas autonómicas, y en cambio ERC obtuvo en las últimas elecciones porcentajes por encima del 20%. Lo que vemos es que el No defendido por ERC no se ha podido sustraer de la tremenda polarización introducida por el PP y que una parte de los votantes de ERC habrán votado Sí frente a la derecha españolista. De hecho, ERC consiguió un aumento importante de votos en las últimas elecciones favorecida por una oleada de voto de castigo al Partido Popular. Lo mismo ha ocurrido por ejemplo en las comarcas de Girona, donde el No ha conseguido menos apoyo que el obtenido por ERC en las últimas elecciones. En la ciudad de Barcelona, el distrito de Gràcia, el distrito donde ERC consigue más votos, ocupa la octava posición en cuanto al porcentaje de votos negativos (de 10 distritos). Sólo en la comarca del Tarragonès el No alcanza un 27,82%. En Tarragona ciudad, donde gobierna CiU, el No llega al 29,14%.
Por otro lado vemos una elevada abstención en todo el cinturón rojo del área metropolitana de Barcelona: Sant Adrià del Besòs - 60,75%, Santa Coloma de Gramanet - 59,51%, Badalona – 57,34%, Badia del Vallès – 64,87%. En general, en los barrios obreros es donde menor participación ha habido en este referéndum. Lo vemos por ejemplo en Sabadell y Terrassa, donde la abstención supera el 60% en los barrios obreros. A pesar que tanto PSC como ICV-EUiA, con la colaboración de las direcciones de UGT y CCOO, han estado presentando este Estatut como un avance notable en derechos sociales, la verdad es que en este sentido han convencido poco o nada. A parte de repetir frases sin sentido como que éste es el Estatut de las personas (!!), la política llevada a cabo por el tripartito frente a los expedientes de regulación de empleo, los cierres de empresas, la precariedad laboral, la cuestión de la vivienda, no se ha distinguido en nada de la política llevada a cabo por la derecha de CiU en los 23 años de gobierno anteriores. Sólo que en uno de estos temas el tripartito se hubiera enfrentado a los capitalistas, dando una señal de que realmente se estaba empezando a hacer una política de izquierdas desde el gobierno, en los cinturones industriales de Barcelona y Tarragona habría habido una participación mayor en el referéndum. Pero como sabemos esta señal no se ha dado en ningún momento y, por tanto, lo que ha habido es un importante voto de castigo a través de la abstención. Sobre todo cuando muchos trabajadores han interpretado el voto No como un apoyo a las posiciones del PP.
Elecciones anticipadas
Una vez superado el referéndum, estamos ya en plena campaña electoral. De hecho, la misma campaña del referéndum ha sido una campaña electoral mal disimulada. La plana mayor de CiU no ha parado de repetir que tras un buen Estatut, ahora hace falta un buen gobierno. Artur Mas y Duran Lleida se han servido de los ataques y de la campaña salvaje del PP para presentarse ante Zapatero como unos socios más moderados que los “independentistas” de ERC, auténtica bestia negra para la caterva pepera. Con sus maniobras por arriba con Zapatero, han conseguido hacer saltar el tripartito y las elecciones anticipadas. En su afán por recuperar el gobierno cuanto antes, no han dudado en atacar al tripartito por el mismo flanco que el PP, presentando a los dirigentes de ERC como si fueran poco menos que peligrosos izquierdistas. Por otro lado, envueltos en la senyera se distancian del PP pero en realidad defienden la misma política económica y social profundamente conservadora. El pacto de la Moncloa, el acuerdo Zapatero-Mas, ha sido también, de forma indudable, un factor de desmovilización entre los trabajadores y la juventud. Esto se ha visto en la poca asistencia a los mítines. En el mitin central del PSC en Barcelona, en el que intervenía Zapatero, la asistencia fue de a penas 3.000 personas, cuando en cualquier campaña electoral no ha bajado nunca de 15.000 o 20.000 personas.
Otro aspecto a resaltar es que todas la formaciones políticas llegan a esta campaña con importantes divisiones internas y enfrentamientos en su seno. En CiU, entre Artur Mas y Duran Lleida, cada uno luchando por un mayor protagonismo y por mayores cuotas de poder, en el PSC con Maragall y Montilla postulándose los dos como candidatos, en ERC con la división en dos sectores, el de Carod-Rovira y el de Puigcercós, en el PP con Piqué vigilado desde Madrid y con la sombra de Vidal Quadras encima, etc. Estas divisiones se corresponden con la época de inestabilidad en la que estamos entrando. Como cuando se acerca una tormenta, las cimas de los árboles son las que primero se agitan. Durante 23 años los jóvenes y trabajadores padecimos los gobiernos conservadores de Pujol. En poco más de dos años, la experiencia del gobierno tripartito ha sucumbido ante las presiones de la derecha y la falta de una política coherente y firme por parte de los partidos de la izquierda, demostrando la bancarrota de las direcciones reformistas. Hace falta una política radicalmente contrapuesta a la llevada a cabo por el tripartito. No basta con ponerse la etiqueta “Soy de izquierdas”, o decir que este Estatut es un Estatut de izquierdas. Hay que demostrar con los hechos lo que se dice. ¿Dónde están los puntos en que se basan las direcciones reformistas para decir que éste es un Estatut de izquierdas? Cojamos un solo tema, el de la educación. 1. La escuela pública se define como laica pero se seguirá dando formación religiosa en los centros escolares. 2. Seguirá habiendo una doble red escolar, una red pública para las familias con menos recursos económicos y otra privada, concertada con fondos públicos, con carácter elitista.
En el mismo sentido, también la dirección de ERC, a pesar de defender en el último momento el voto No a este Estatut, durante todo el proceso de negociaciones aceptó de hecho todas las limitaciones que impone el actual marco constitucional. Que a última hora recordaran que ellos también defienden el derecho de autodeterminación, por ejemplo, tuvo realmente poco efecto. Para muchos votantes de ERC la postura que tomó al final el partido defendiendo el No era una postura poco creíble, porque lo que habían visto durante los meses anteriores es que se habían aceptado muchas de las limitaciones que se les había impuesto. Por otro lado, centraron el debate en la cuestión de la financiación, vinculándolo casi siempre a las inversiones que demandan los empresarios y no a las necesidades sociales de los trabajadores y la juventud. También en las filas de EUiA se ha vivido la campaña del Estatut con poco entusiasmo, con una buena parte de las bases defendiendo el Sí, más que por convicción, por pura y simple disciplina de partido.
Estamos ya, como hemos dicho, de lleno en una nueva campaña electoral. En los medios de comunicación se especula sobre los posibles pactos de gobierno, las posibles alianzas que se pueden dar tras las elecciones. Desde luego, el escenario preferido por la elite empresarial catalana es que CiU vuelva al gobierno, y en su defecto, el de la sociovergencia, el pacto PSC-CiU, porque les permitiría tener a sus representantes directos (CiU) en el gobierno de Catalunya y porque además así podrían anclar el gobierno Zapatero en la política económica y social conservadora de Solbes y compañía. Ésta no sería, en cambio, una opción favorable a los trabajadores y la juventud. Lo que necesitamos la clase trabajadora catalana es un gobierno de izquierdas con un programa socialista, que con el apoyo de los trabajadores afronte las tareas democráticas y sociales que tenemos por delante. Los marxistas creemos que es más necesario que nunca una alternativa clara de clase, que aúne la defensa intransigente de los derechos democráticos, como la depuración de elementos fascistas del aparato del Estado, la defensa de los derechos democráticos nacionales, como el derecho de autodeterminación, junto a un programa social y económico que se enfrente a los capitalistas para llevar a cabo planes sociales ambiciosos en todos los terrenos: en el laboral, acabando con la precariedad y las bajos salarios, en el de la vivienda, a favor de la escuela y la sanidad públicas... Sólo con un programa socialista la izquierda será capaz de movilizar a los trabajadores y a la juventud y de ofrecer una alternativa coherente frente a los defensores del capitalismo, frente a la derecha del PP y CiU.