La controversia suscitada alrededor de la compra de un chalet por parte de Pablo Iglesias e Irene Montero en Galapagar (Madrid), como vivienda familiar –a través de un crédito hipotecario a 30 años– ha dado rienda suelta a una jauría formada por la reacción y todos los partidos del régimen (PP, Ciudadanos y PSOE) para tratar de destruir personal y políticamente a ambos y, por extensión, de inhabilitar a Podemos y a sus confluencias y a todos los que plantean una alternativa al régimen establecido. Es nuestra convicción de que cualquiera que, desde la izquierda, muestre su disconformidad con la actuación de Iglesias y Montero en este asunto, debe comenzar en primer lugar por delimitar políticamente con la derecha y el régimen y denunciar su hipocresía, sus mentiras y su doble moral.
Es un escándalo que las grandes empresas, sus partidos y sus medios vengan a dar lecciones de moralidad y de humildad cuando ellos están metidos hasta el cuello en la corrupción, la malversación de fondos, los recortes contra las condiciones de vida de la clase trabajadora, la privatización de la vivienda pública a fondos buitres, los desahucios, etc. Quienes únicamente están habilitados para exigir cuentas a Pablo Iglesias e Irene Montero de sus actuaciones políticas y personales son la militancia y los votantes y simpatizantes de Unidos Podemos y de sus confluencias, quienes no tenemos interés en lucrarnos a cuenta de otros ni del Estado; los que padecemos el desempleo y el empleo precario, la falta de vivienda y los bajos salarios; quienes soportamos los recortes en la sanidad y educación públicas, y quienes sufrimos la amenaza al sistema de pensiones.
Millones no encontramos ni encontraremos alternativa a nuestros acuciantes problemas en los partidos del régimen, cuyos dirigentes están a sueldo del IBEX35 y de los bancos, o ceden a sus intereses, y que defienden el podrido aparato del Estado con su monarca al frente; gente que se lucra con la explotación de los trabajadores y que tiene sus dineros a buen recaudo en paraísos fiscales o en complicados chiringuitos financieros ocultos al erario público. Es por eso que millones han buscado en Unidos Podemos y sus confluencias una alternativa para defender sus intereses.
Lo curioso es que los palmeros del régimen no pueden acusar a Pablo Iglesias y a Irene Montero de corrupción, malversación de fondos públicos o de evadir impuestos. A diferencia de los políticos burgueses, sus cuentas son transparentes y están al alcance de todo el mundo. Albert Rivera, dirigente de Ciudadanos, ha adquirido recientemente un chalet en una zona lujosa de las afueras de Madrid por 1 millón de euros y nadie se ha preocupado en indagar de dónde ha sacado el dinero, como tampoco nadie sabe a ciencia cierta de dónde consigue su organización sus millonarios recursos. El dirigente del PSOE, José Luis Ábalos, ha tenido la desvergüenza de reprochar a Iglesias y Montero la adquisición de su vivienda, cuando muchos de los dirigentes de su partido viven en zonas de alto nivel de vida en el norte de Madrid, o tienen a una buena cantidad de sus exministros en los consejos de administración de las grandes empresas, y casos probados de corrupción en Andalucía o Valencia ¿Y qué decir del PP y su estructura podrida? ¿Merece la pena perder tiempo siquiera en mencionarlo?
El nivel de acoso por parte de algunos medios a la vida privada de Iglesias y Montero es escandaloso y repugnante, filtrando hasta las ecografías del embarazo de Irene Montero y persiguiéndolos con fotógrafos a sueldo en cada salida de su casa. Esto demuestra el nivel amarillista de la mayoría de los medios burgueses españoles. Aunque sobre todos ellos destaca la labor de un mercenario del poder como Eduardo Inda, con oscuros vínculos con los servicios secretos policiales, los supuestos periodistas imparciales y tertulianos “progres” de diversos medios televisivos y digitales, todos muy bien pagados, no le van muy a la zaga, cuando afirman con arrogancia “¿Veis? Todos los políticos son iguales. Conformaros con la vida que os ha tocado en suerte. No hay alternativa a este sistema”.
Ahora bien, si toda esta delimitación con nuestros adversarios políticos y enemigos de clase es necesaria, también es innegable que a nuestros representantes políticos, a quienes hemos elegido para representar a nuestra clase, debemos medirlos por una vara más estricta que a los políticos del régimen.
Comprendemos y estimamos la lógica reacción instintiva y honesta de decenas de miles de militantes y simpatizantes de Podemos de cerrar filas en torno a Iglesias y Montero, ante el acoso brutal de la opinión pública burguesa, pero esto no puede hacernos cerrar los ojos ante los hechos. Como mínimo, una cantidad equivalente de militantes y votantes se siente desorientada, confusa, disgustada y, en muchos casos, airada con la actuación de Iglesias y Montero. Nuestra simpatía también está con ellos.La compra de un chalet en una zona de clase media alta por valor de 600.000 euros, aun cuando se haya efectuado con un crédito hipotecario de 540.000 euros a 30 años, y con avales familiares, no deja de ser una señal preocupante del alejamiento de estos dirigentes de las condiciones de vida de millones de familias obreras que componen el grueso del voto a Unidos Podemos y de varios millones más a los que se aspira a ganar.
Cientos de miles no pueden aspirar a una vivienda en propiedad, ni siquiera en alquiler, decenas de miles están siendo desalojados de sus casas por la imposibilidad de pagar las desorbitantes subidas de alquileres al calor de la renovada burbuja inmobiliaria.
600.000 euros no es una cantidad despreciable. Poder optar a vivir fuera de una gran ciudad, en un entorno agradable, en una vivienda espaciosa y lejos de los problemas cotidianos de estrés, infraestructuras limitadas, contaminación y tráfico, no está disponible para cualquiera. Se ha herido la sensibilidad de millones de obreros que padecen precariedad laboral y bajos salarios y que odian la corrupción galopante en el país y el modo de vida lujoso de los políticos del régimen y de los grandes, medianos y pequeños empresarios explotadores de toda condición.
Entendemos la lógica preocupación de Iglesias y Montero de querer evitar para sus hijos, como han argumentado, el estrés asfixiante de la opinión pública y de los medios, dentro de una gran ciudad o aglomeración urbana, pero fueron ellos quienes decidieron en libertad postularse como dirigentes de la gente que sufre, de los millones que depositaron en ellos la esperanza en un futuro mejor a través de Unidos Podemos, y que no pueden optar a ofrecerle a sus hijos eso mismo que buscan para sí Pablo Iglesias e Irene Montero.Es impensable llegar a la conclusión de que Iglesias y Montero no eran conscientes de las consecuencias mediáticas y políticas de su decisión, y de la manera negativa en que eso podría ser percibido en la base de Podemos y en la opinión pública en general, con la ayudita “desinteresada” de los medios del régimen, por supuesto ¿De verdad que no había alternativa? ¿No les fue posible encontrar una casa o un piso dignos, pero menos pretenciosos, con un valor más cercano al que puede aspirar una familia de trabajadores cualificados de término medio?
En el pasado Pablo Iglesias dijo correctamente: "Me parece peligroso el rollo de aislar a alguien... Entonces no saben lo que pasa fuera. Es decir, este rollo de los políticos que viven en chalets, que no saben lo que es coger el transporte público..." (Telecinco, 2015) y además afirmó repetidas veces que, en caso de salir elegido presidente del gobierno, si no mediara una cuestión de seguridad insoslayable, preferiría quedarse en su barrio de Vallecas en lugar de ir a la Moncloa.
Podemos también ganó mucho prestigio justamente por limitar los salarios de sus cargos públicos, a tres salarios mínimos. Esas ideas correctas representaban un rechazo a los políticos que provienen de la clase pero que se alejan de ella y a los que la burguesía absorbe a su manera de pensar.
Justamente, una idea central que tomó cuerpo estos años tras el 15M y tras el surgimiento de Podemos en 2014 era que los políticos de la izquierda no accedieran a condiciones de vida de privilegio, o superiores, por el hecho de estar en cargos públicos. Habría que preguntarse ¿Cuánto deben Pablo Iglesias e Irene Montero a su condición de dirigentes políticos el haber conseguido un crédito hipotecario por una cantidad tan exorbitante como son 540.000 euros? ¿Estarían en iguales condiciones de abonar una cuota mensual hipotecaria de más de 1.600€ (u 800€ cada uno) siendo o no diputados? Sólo ellos están en condición de responder honestamente a estas preguntas, y mientras no lo hagan nada puede impedir que se extienda una sombra de duda sobre su actuación ni que la prensa prostituta siga tratando de hacer sangre con esto para intentar desmoralizar y confundir a cientos de miles de personas que siguen confiando en Podemos.
En este punto llegamos a un asunto central. Siempre ha sido una demanda histórica del movimiento obrero, aunque lamentablemente muy olvidada: que los representantes de la clase trabajadora debían vivir como la clase trabajadora para evitar ser engullidos dentro del sistema y convertirse en un instrumento de nuestros enemigos de clase. De ahí la famosa consigna de “diputado obrero, sueldo obrero”. Con esto no tenemos en mente, como gente desmoralizada y cínica nos reprocha en la izquierda, que pretendamos repartir la miseria ni que nuestros dirigentes vivan en la escasez. Proponemos que los diputados y cargos públicos de la izquierda reciban el salario medio de un obrero cualificado, una cantidad que puede estimarse precisamente en 3-4 salarios mínimos, 2.200-2.600 euros, que es suficiente para tener una vida decente y, en cualquier caso, no alejada de las condiciones de vida de los millones de trabajadores y sectores de la clase media a los que se aspira a representar.
Claro que defendemos esto, sin trampas. Presuponemos dedicación exclusiva a trabajar por la causa por la que luchamos y sin actividades privadas paralelas que proporcionen ingresos extras, y que desvirtúen y burlen esa demanda de vivir igual que tus representados. En este sentido, no nos parece aceptable que Pablo Iglesias, aun cuando dona a Podemos la parte de su salario de diputado que excede los 3 salarios mínimos, ingrese una cantidad igual o superior por sus actividades privadas (La Tuerka, venta de libros, etc.); no, al menos, mientras sea diputado. Y en esto, no hay nada de moralidad espartana, sino consideraciones políticas ¿Acaso puede descartarse que esa pérdida de sensibilidad hacia las condiciones de vida de “los de abajo”, expresada en la adquisición de una vivienda de 600.000 euros, no está relacionada con disponer de un nivel de ingresos que multiplica por 2 y por 3 el salario medio de un trabajador cualificado?
Dicho lo anterior, no somos doctrinarios ni profetas de un ascetismo “obrerista”. El movimiento obrero, y el movimiento marxista en particular, han conocido figuras que han jugado un papel preponderante en el movimiento, procedentes de familias burguesas o de la pequeña burguesía adinerada, que han aportado su saber, sus conocimientos y también sus recursos económicos para desarrollar el movimiento, aunque sin servirse de él para incrementar su nivel de vida. Frente a esto, a lo largo de esta controversia, muchos han traído a colación el ejemplo del expresidente uruguayo Mujica, que vivió incluso durante su presidencia en una casa de campo humilde. La frugalidad de Mujica puede ser encomiable pero eso no es suficiente para ofrecer una alternativa a la clase trabajadora. Mujica se destacó por ser un político reformista bastante moderado, que no transformó sustancialmente las condiciones de vida de la clase obrera uruguaya ni alarmó a la burguesía de ese país. No es casualidad que Mujica, como Lula, haya sido alabado por los organismos imperialistas, financieros y políticos, como ejemplo de dirigente de izquierda moderado y razonable, en contraposición a figuras como Chávez, Kirchner o Rafael Correa. Se ha especializado en justificar la continuidad del capitalismo y en señalar como quimera cualquier intento de luchar por el socialismo. No nos interesan lo más mínimo estos dirigentes “obreristas” y “ascéticos” porque no ayudan, más bien entorpecen, la lucha por la emancipación de la clase trabajadora.
Al final, lo que cuentan son las ideas. Cuando alguien orienta su vida y su lucha política hacia una gran idea, como es la transformación socialista de la sociedad, es capaz de emanciparse de la inmediatez de sus condiciones particulares de vida y disciplinar su pensamiento y su actuación pública en pos de ese fin. Independientemente de las condiciones de vida de Pablo Iglesias e Irene Montero, enfocamos lo sucedido en el marco de un proceso más general en el que Podemos y sus dirigentes han ido abandonando lo que ellos denominaron “su alma plebeya”, el ser tribunos del pueblo, para moderar su lenguaje y sus gestos y en el fondo también su política.
Hace poco más de un año, se libró una ruda lucha política en el congreso de Podemos, conocido como Vistalegre II. Claramente, el sector de Errejón-Bescansa representaba el ala de derechas, que buscaba terminar con cualquier seña de izquierdismo y anti-régimen, expresando los intereses de una capa amplia de arribistas deseosos de ocupar un lugar en las instituciones para administrar las migajas del sistema. Iglesias, correctamente, reivindicó el papel de la lucha en la calle, su vinculación con la clase, el mantener la confluencia con Izquierda Unida y revitalizar las estructuras de Podemos para dar un mayor cauce de participación a la base. Sin embargo, lo que hemos tenido es un giro a la derecha, un alejamiento mayor de la dirección y de los cargos públicos de la calle, una institucionalización creciente de Podemos y el agotamiento de la vida interna de los círculos que se han vaciado de militantes. Hemos visto la reconciliación con el ala errejonista, como es notorio en la Comunidad de Madrid, borrando con el codo lo que se escribió y acordó en Vistalegre II. Para peor, Pablo Iglesias y la dirección de Podemos han hecho oídos sordos y dejado sin consecuencias las maniobras descubiertas de Errejón-Bescansa que tenían el objetivo de hacerse con el control de Podemos antes de las elecciones generales de 2020.
No existe ninguna gran idea en Podemos que estimule, ilusione e inspire a la militancia ni a los votantes, ninguna propuesta audaz, valiente, que se proponga cambiar radicalmente las condiciones de vida de millones de familias obreras y se agite audazmente en las calles. El movimiento de Catalunya, de los jubilados, de las mujeres y del creciente empuje huelguístico contra la precariedad laboral, pasó por encima de Podemos y de sus dirigentes sin ser visualizados en el fragor de la lucha, sin un solo activista de Podemos como dirigente social, vecinal, u obrero al frente de ninguna de las luchas más relevantes.
Esta crisis, abierta por el asunto personal y político de Pablo Iglesias e Irene Montero, puede ser una oportunidad para deshacer el camino recorrido en los últimos años de desorientación política, vacilaciones y acomodamiento a las instituciones del régimen. Tiene a su favor el repunte de la lucha social y la movilización de millones en las calles y un desprestigio del régimen monárquico que se mantiene pese a todo. Lo que se necesita es un giro a la izquierda audaz que no puede provenir del errejonismo, pero que tampoco parece dibujarse dentro del ala de Iglesias, al menos por el momento.
Sin embargo, la consulta convocada para que los inscritos a Podemos decidan si Pablo Iglesias e Irene Montero continúan en sus cargos, pretende cerrar esta crisis por arriba sin abordar las tareas y los cambios necesarios para superarla. Aunque, como es probable, la mayoría de los inscritos ratifiquen a Iglesias y a Montero en sus posiciones, los problemas no desaparecerán por sí mismos. Es cierto que una eventual derrota en esta consulta plebiscitaria podría fortalecer a corto plazo al ala de Íñigo Errejón, que nunca ha perdido la esperanza, pese a su carácter minoritario en la base, de controlar efectivamente la organización. Sin duda, los medios burgueses lo saludarían e impulsarían como la alternativa que ellos desearían para Podemos.
Es por ello que los compañeros de Anticapitalistas y otros sectores vivos y de izquierdas de Podemos deben dar un paso al frente y postularse como una alternativa, que debe avanzar hacia un programa socialista y republicano consistente, sin complejos, que es lo que demanda la situación y que tendría un efecto eléctrico en capas muy amplias de la base de la organización, y más allá. De hecho, miembros de Anticapitalistas y dirigentes de Podemos-Andalucía y Podemos-Asturias, vinculados a ellos, han mostrado públicamente sus críticas a Iglesias y Montero por todo este asunto, posición que compartimos. De lo que se trata, por tanto, es de reclamar un Vistalegre III, en el plazo más breve posible, que rearme a Podemos y le insufle nueva vida, que lleve al interior de la organización el espíritu vibrante de la clase trabajadora, de las luchas de los jubilados y de las mujeres, de la lucha por los derechos democráticos cercenados por el régimen del 78, y del republicanismo. De lo que se trata, en suma, es de proveer a Podemos desde la izquierda de una gran idea por la qué luchar y de inspirar las luchas y las esperanzas de millones.