En una tarde clara y soleada del 22 de mayo, miles de personas, en su mayoría adolescentes, se daban cita para acudir a un concierto pop en el estadio deportivo Manchester Arena. Lo que pretendía ser una fiesta, terminó en un baño de sangre cuando un suicida hizo detonar un explosivo improvisado lleno de metralla, en un concurrido vestíbulo donde los padres esperaban a sus hijos.
La mayoría de los muertos y heridos fueron niños y jóvenes; uno de ellos, una niña de ocho años de edad. Muchos más siguen recibiendo tratamiento en los hospitales. Fotos desgarradoras de las primeras víctimas y desaparecidos fueron publicadas en línea. El atentado de Manchester ha sido el peor ataque
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