¿Nos enfrentamos a la Tercera Guerra Mundial?

Imagen: Propia

Mientras escribo estas líneas, los titulares de los periódicos están dominados por el sorprendente anuncio de que Rusia estaría «en guerra» con Estados Unidos y sus aliados si levantan las restricciones a Ucrania para el uso de misiles occidentales de largo alcance con el fin de realizar ataques en profundidad en territorio ruso.

De repente, sin previo aviso, la opinión pública es consciente de un hecho estremecedor: que la continuación y la escalada del conflicto ucraniano les enfrenta a la amenaza de la aniquilación nuclear.
Para la inmensa mayoría de personas en occidente, la noticia ha llegado como un rayo caído del cielo. ¿Seguro que las cosas no pueden ir tan mal? ¿Por qué no nos lo habían dicho antes?


Pero para cualquiera que haya seguido seriamente el desarrollo de los acontecimientos, no es ninguna sorpresa.


La mayoría de la gente tiene una memoria bastante corta, y los políticos parecen no recordar en absoluto los hechos, cuando éstos no les convienen. ¿Hemos olvidado el hecho de que Rusia no es sólo un Estado muy poderoso con un enorme ejército, sino también la mayor potencia nuclear del mundo, equipada con misiles de largo alcance capaces de alcanzar cualquier objetivo en el planeta?


O bien los dirigentes del mundo occidental han olvidado estos hechos, en cuyo caso son tontos e incapaces de ocupar altos cargos, o bien los conocen perfectamente, en cuyo caso son culpables de una imprudencia criminal que pone en peligro la vida de millones de personas, y deberían ser encarcelados o internados en el hospital psiquiátrico más cercano.
Pero, ¿cuál es la explicación de este último acontecimiento alarmante?

¿Quiere Putin la guerra con Occidente?

La primera explicación que se da con frecuencia en los medios de comunicación es muy simple. Vladimir Putin es un dictador desquiciado que quiere conquistar el mundo. Si no es derrotado en Ucrania, atacará Europa y nos reducirá a todos a la servidumbre. Dado que está mentalmente trastornado y es incapaz de tomar decisiones racionales, es inútil pensar siquiera en negociar con él.


Oímos argumentos como éste con tediosa regularidad por parte de los llamados «expertos en Rusia». 

Pero se trata de una explicación que no explica nada. Por supuesto, la psicología de los líderes individuales puede desempeñar, y de hecho desempeña, un papel importante en el desarrollo de los acontecimientos, incluidas las guerras. Lo vemos muy claramente en los casos de Ucrania e Israel.


Sin embargo, estos factores nunca pueden explicar por completo las acciones más graves de las naciones, y menos en la cuestión de la guerra. Para entender esto, es necesario descubrir los resortes secretos que impulsan a las naciones a la guerra, es decir, sus intereses materiales.


Pero incluso si intentamos encontrar explicaciones a la situación actual a través del sombrío reino del psicoanálisis individual (una propuesta siempre arriesgada) veremos inmediatamente que la supuesta psicología del hombre del Kremlin no se corresponde en absoluto con los hechos conocidos.


Dejemos claro de antemano que no nos hacemos absolutamente ninguna ilusión con Vladimir Putin. No le apoyamos -ni le hemos apoyado nunca- en modo alguno. Es, de hecho, un enemigo contrarrevolucionario de la clase obrera, tanto en Rusia como a escala internacional.


Putin defiende los intereses de la oligarquía rusa, esa corrupta banda de empresarios que se ha enriquecido robando la propiedad colectiva de la Unión Soviética. Por lo tanto, no hay ni un átomo de contenido progresista en su política, ni en la paz ni en la guerra, ni dentro ni fuera de las fronteras de Rusia.


Por lo tanto, sea cual sea la política que aplica en Ucrania, nunca podrá servir a los intereses del pueblo trabajador ni de Ucrania ni de Rusia. Sin embargo, no es menos cierto que la camarilla reaccionaria de Kiev no defiende los intereses del pueblo ucraniano, que está siendo cruelmente sacrificado como peón de la cínica política de Estados Unidos y la OTAN.

¿Es Putin irracional?

El hecho de que Putin sea reaccionario no significa necesariamente que esté loco o sea irracional. Al contrario, todo lo que sabemos de este individuo apunta en la dirección de un hombre muy astuto que sabe exactamente lo que hace y que siempre se basa en conclusiones que pueden ser cínicas, pero que siempre son el resultado de un cálculo frío.

Por el contrario, los hombres y mujeres ignorantes e increíblemente estúpidos que se hacen pasar por políticos y diplomáticos en Estados Unidos y Europa presentan una imagen de completa ineptitud e incompetencia.

Estas damas y caballeros son tan cínicos y manipuladores como el hombre del Kremlin; pero a diferencia de él, no sólo son irracionales, sino incapaces de enfrentarse a los hechos. Sus constantes meteduras de pata en los asuntos mundiales demuestran que son incapaces de elaborar nada que se parezca a un plan de acción o estrategia coherente.


En lugar de ello, se limitan a reaccionar ante los acontecimientos de forma empírica, evidentemente incapaces siquiera de poner un pie delante de otro sin tropezar y caer en una zanja. Como resultado, sus políticas en Ucrania han acabado en un completo desastre, y su incapacidad para poner freno a las temerarias provocaciones de Netanyahu amenaza con arrastrarlos a un desastre aún mayor en Oriente Próximo.


Uno observa con absoluto asombro cómo las políticas de Washington están siendo determinadas por las payasadas de dos hombres desesperados, uno en Kiev y el otro en Jerusalén. Estos hombres, que en realidad dependen por completo del financiamiento y las armas suministradas por Washington, se sienten evidentemente libres de seguir políticas que están en contradicción directa con los intereses estratégicos del imperialismo estadounidense.


En este punto, de hecho, aunque desafíe los poderes de la imaginación, las marionetas parecen haber roto las cuerdas y bailan libremente según su propio capricho. Increíblemente, ¡la cola es la que agita al perro!


A primera vista, puede parecer que este hecho contradice nuestra afirmación anterior de que es imposible entender las guerras como el resultado de la psicología individual. Sin embargo, hay ocasiones en que la psicología individual no es más que la expresión de los intereses materiales muy definidos de ciertos individuos. Ambas cosas se vuelven completamente inseparables.


Examinemos más de cerca este extraño fenómeno. Volveremos a nuestro punto de partida más adelante, es decir: al ultimátum de Putin a Occidente, que para entonces, esperamos, estará al menos un poco más claro.

Los tres hombres más peligrosos del planeta

En el centro mismo de la aterradora vorágine de los acontecimientos mundiales, hay dos hombres. Viven a miles de kilómetros de distancia. Hablan idiomas diferentes. Se parecen muy poco entre sí, tanto física como intelectualmente. Se podría decir que son completamente diferentes.


Sin embargo, en un aspecto son idénticos. Comparten una obsesión común que tiene consecuencias muy graves para el mundo. La mayoría de los hombres y mujeres, si se les preguntara cuál es su mayor deseo para el mundo, responderían sin duda con una palabra: «paz». Pero la paz es algo que está muy lejos de la mente de estos dos individuos. Al contrario, la guerra se ha convertido en el objetivo central de su existencia. La desean fervientemente. Porque con ella lo son todo y sin ella no son nada.


Los nombres de estos dos caballeros son Volodymyr Oleksandrovych Zelensky y Binyamin («Bibi») Netanyahu.

Por razones totalmente distintas, de las que nos hemos ocupado en otros artículos, las guerras en las que se han enredado no van bien.


A pesar de su colosal superioridad militar, en casi un año Israel no ha conseguido la liberación de los rehenes ni eliminar a Hamás como fuerza de combate.


La actual ola de furia popular dentro de Israel amenaza el futuro de Netanyahu y su gobierno. Pero Netanyahu no tiene intención de rendirse, porque sabe que eso significaría el colapso de su gobierno. Además, se enfrenta a un juicio por corrupción. Por tanto, desea luchar hasta el amargo final, sin importar las consecuencias.


Estas consecuencias serán extremadamente graves para el mundo entero. La guerra con Irán que tanto desea y está decidido a provocar no será lo mismo que el baño de sangre unilateral contra un enemigo mucho más débil en Gaza.


Irán es un poderoso Estado militar con un ejército aguerrido y muy motivado, y un gran arsenal de misiles y otras armas sofisticadas. Y si no posee ya armas nucleares, estará muy cerca de obtenerlas.


Irán tiene muchos aliados en la zona. Entre ellos, Hezbolá en Líbano y los hutíes en Yemen; así como muchos otros grupos más pequeños, pero aún más beligerantes, en otros países, todos ellos deseosos de atacar a Israel por todos los medios a su alcance.


El alcance del poderío de los misiles de Irán quedó demostrado hace sólo unos meses, cuando lanzó una lluvia de misiles contra objetivos en Israel en represalia por otra provocación más.

Bajo la presión de Estados Unidos y otros países, en aquella ocasión los iraníes avisaron previamente del ataque y limitaron sus objetivos para no provocar una guerra abierta con Israel. Pero la próxima vez -e inevitablemente habrá una próxima vez- no mostrarán tal moderación.

Pero esto tiene otra dimensión. Irán ha forjado recientemente vínculos muy estrechos con Rusia y China. Por lo tanto, en caso de una ampliación del conflicto, que inevitablemente implicará (como mínimo) a Líbano y Yemen, la inevitable intervención estadounidense será contrarrestada sin duda por los rusos, y posiblemente los chinos, que proporcionarán ayuda a Irán.


Las implicaciones de este escenario deberían ser evidentes para cualquiera. Imaginemos, por ejemplo, que un portaaviones estadounidense fuera hundido por un misil fabricado en Rusia. El peligro de una colisión abierta entre las dos grandes potencias está implícito en una situación de este tipo.


Sin embargo, un peligro mucho más inmediato es el que representa el segundo de nuestra galería de bribones belicistas. El presidente Volodymyr Zelensky.

El belicista en jefe número dos

Recientemente, la televisión británica ha emitido una serie de tres capítulos sobre la vida de Volodymyr Zelensky. El momento de esta pieza de televisión halagadora no es, naturalmente, casual. Al contrario, forma parte de una ofensiva propagandística cuidadosamente planeada, diseñada para encubrir la verdadera ofensiva que planean en secreto los políticos de Londres y Washington.

La primera parte de la serie presenta al joven Volodymyr como un hombre de paz que empezó como cómico de éxito, interpretando el papel de un presidente ficticio en televisión. Parece que como cómico tuvo un gran éxito. Dada su evolución posterior, uno desearía que hubiera seguido en ese papel.


El antes pacífico y divertido cómico hace tiempo que dejó de ser gracioso. Junto con sus jefes en Washington y Londres, está prolongando un conflicto sangriento y sin sentido en el que Ucrania está perdiendo, según algunos informes, hasta 2.000 hombres cada día, muertos o heridos.


Y ahora es posiblemente el mayor peligro para la paz en todo el mundo.


El caso de Zelensky es diferente al de Netanyahu, pero también es el mismo. Después de casi tres años de guerra, ahora se enfrenta a la derrota. La tonta propaganda anterior que presentaba una victoria ucraniana sobre Rusia como algo prácticamente inevitable ha terminado, como predijimos, en un montón de cenizas.


Tras el fracaso de su estúpida apuesta en Kursk, Zelensky es ahora un hombre desesperado. Y los hombres desesperados hacen cosas desesperadas. Grita y chilla a sus generales, acusándolos de mentirle. De hecho, presenta todos los síntomas de un hombre que ha perdido todo contacto con la realidad.


Siempre es difícil interpretar las acciones de una mente desequilibrada, pero una cosa es evidente: a Zelensky sólo le queda una opción para ganar la guerra. Provocar una guerra más amplia que arrastre a Estados Unidos. Los estadounidenses podrían entonces combatir en nombre de Ucrania.


Durante mucho tiempo, Zelensky ha estado librando una ruidosa campaña, exigiendo que los estadounidenses le dieran permiso para utilizar misiles estadounidenses de largo alcance para ataques profundos dentro de Rusia. Naturalmente, los imbéciles belicistas de Londres están a favor de esa propuesta lunática. Pero hasta ahora ha sido rechazada por los estadounidenses, que están justificadamente aterrorizados por la respuesta rusa.

Es exactamente la misma opción que tiene Netanyahu: está provocando deliberadamente a Irán con la esperanza de desencadenar una guerra general en Oriente Próximo, que obligue a los estadounidenses a intervenir para «salvar a Israel».


Es otra forma de decir: están intentando iniciar la Tercera Guerra Mundial.

El belicista en jefe número tres

El tercero de nuestra pandilla de peligrosos belicistas es un caso totalmente diferente. 

Ahora desempeña el papel del hombre invisible. Pero eso no quiere decir que su papel en los acontecimientos mundiales esté totalmente agotado.


Un anciano amargado que se vio forzado a lo que él considera un retiro prematuro e injustificado por personas a las que consideraba sus viejos amigos, que acabaron dándole el mismo suave empujón que anteriormente ayudó a Julio César a finalmente tomar una decisión.


Sin embargo, Joe Biden no se fue tan tranquilo como su predecesor romano. Luchó con uñas y dientes contra su expulsión, y sólo se rindió a regañadientes cuando sus financiadores amenazaron con retirarle su apoyo. Esto resultó ser un arma mucho mejor que cualquier puñal, y mucho menos ofensiva para la sensibilidad de la opinión pública.

Incluso entonces, aunque consintió y se retiró como candidato demócrata en las elecciones de noviembre, se negó obstinadamente a renunciar al cargo de Presidente de Estados Unidos. Esto significa que, durante varios meses, hasta enero de 2025, el cargo más poderoso del mundo seguirá ocupado por un político fracasado, lleno de resentimiento y de un ardiente deseo de venganza, y obsesionado con la cuestión de Ucrania.


La idea de que el dedo de un anciano amargado e iracundo está sobre un botón que puede enviar al mundo entero al otro mundo no es del todo consoladora. No es ningún secreto que Biden está completamente obsesionado con su odio a Rusia. Está claro que desempeñó un papel destacado en empujar a Ucrania a una guerra imposible de ganar contra un poderoso vecino al insistir en su ingreso en la OTAN. Y no hay absolutamente ningún indicio de que haya cambiado su posición al respecto, o sobre cualquier otra cosa.


Desde que fue marginado por sus antiguos colegas, parece dedicar gran parte de su tiempo a jugar al golf o a tumbarse al sol en la playa. Sin embargo, su mente debe estar hirviendo todo el tiempo. ¿Cómo puede dar a todos sus enemigos una lección que nunca olvidarán? 

Al fin y al cabo, sigue siendo el Presidente, con todos los poderes del Presidente de Estados Unidos.


Conscientes de este hecho, algunas personas siguen intentando conseguir el apoyo de Joe Biden para cosas que otros políticos son reacios a secundar. Uno de ellos es Volodymyr Zelensky, que lleva mucho tiempo confiando en el apoyo incondicional del hombre de la Casa Blanca.


Busca conversaciones con su viejo amigo Joe Biden. ¿Y de qué te imaginas que están hablando?

Conceder o no conceder: ¡esa es la cuestión!

El Primer Ministro británico, Sir Keir Starmer, tampoco perdió tiempo en subirse a un avión y cruzar el Atlántico para mantener conversaciones con el hombre que todavía se hace llamar Presidente de Estados Unidos. El contenido de estas conversaciones aún no está claro, pero no cabe duda de que en ellas se discutirá la controvertida cuestión de permitir que Ucrania utilice misiles occidentales de largo alcance para atacar en el interior de Rusia.


Sin embargo, Ucrania lleva tiempo atacando objetivos dentro de Rusia. Está utilizando sus propias armas para atacar objetivos en el interior de Rusia, lanzando el martes uno de los mayores ataques con drones en suelo ruso de la guerra, dirigido contra múltiples regiones, incluida Moscú. En realidad, estos ataques tenían principalmente fines propagandísticos. Su impacto real en la producción bélica rusa fue insignificante, y el efecto en la propia guerra fue precisamente nulo.

Estos ataques no fueron más que pinchazos, sobre todo en comparación con los devastadores ataques infligidos por los rusos a Ucrania. Pero no hay forma de que los ucranianos puedan esperar lanzar ataques de la misma escala.

El Pentágono no ha ocultado que se opone a que los ucranianos puedan disparar misiles estadounidenses en el interior de Rusia. Los servicios de inteligencia estadounidenses han adoptado exactamente la misma postura. Esto indica claramente la existencia de una grave división en la administración y el Estado. 

Pero todo esto no parece hacer mella en el cerebro de madera del Presidente. Y todavía puede anular a sus generales y jefes de inteligencia. Cuenta con el respaldo de un pequeño grupo de elementos belicistas extremistas dentro de la Administración, para quienes todo lo que sea hablar de acuerdos de paz y negociaciones con Rusia es un completo anatema.
 

De hecho, Ucrania lleva tiempo utilizando misiles occidentales para atacar objetivos dentro de Rusia. Ciudades como Belgorod han sido bombardeadas y atacadas con drones. Pero el acuerdo para utilizar misiles de larga distancia, como los Storm Shadow británicos y los ATACM estadounidenses, para atacar en el interior de Rusia es una cuestión totalmente distinta.


Lo que en general no se sabe es que estas armas tan sofisticadas no pueden utilizarse sin la participación activa de personal occidental, tanto de inteligencia como operativo y de mantenimiento. En otras palabras, esto implica la participación directa de personal militar occidental en una guerra contra Rusia. Los medios de comunicación occidentales han ignorado deliberadamente este hecho, aunque Putin lo señaló muy claramente hace meses. 

Ayer mismo lo reiteró:

«No estamos hablando de permitir o no que el régimen ucraniano ataque a Rusia con estas armas», dijo. «Estamos hablando de decidir si los países de la OTAN participan directamente en el conflicto militar o no».

Se trataría, sin lugar a dudas, de un acto de guerra por parte de los Estados miembros de la OTAN, hecho que conduciría necesariamente a una declaración de guerra por parte de Rusia.

Este temerario acto de escalada por parte de Occidente no tiene ningún sentido desde el punto de vista militar. Los objetivos mencionados por los ucranianos hace tiempo que se han desplazado tierra adentro, lo que los sitúa fuera del alcance tanto de los Storm Shadows como de los ATACM. Por tanto, los únicos objetivos serían civiles. Esto causaría graves problemas políticos a Occidente, sin aportar ventaja militar alguna.


Tampoco está nada claro que los misiles prometidos lleguen nunca a Ucrania. Las existencias tanto de Storm Shadows como de ATACM son actualmente muy escasas, reflejo de que los arsenales de Occidente se han visto seriamente mermados por las constantes demandas del gobierno de Kiev.


Esto significa que el suministro de misiles será tan escaso que a los ucranianos les resultará imposible lanzar un ataque serio con misiles contra objetivos en Rusia. Además, para alcanzar objetivos en el interior del territorio ruso, los citados misiles y sus lanzadores tendrían que estar estacionados tan cerca de la frontera que serían blancos fáciles para que los rusos los destruyeran con ataques de misiles y aviones no tripulados e incluso con artillería.


Estados Unidos y sus aliados han estado intentando culpar a Rusia de la «escalada» del conflicto por haber obtenido misiles balísticos de Irán. Las noticias sobre las supuestas transferencias desde Irán empezaron a surgir durante el fin de semana. Lammy las calificó de parte de «un patrón preocupante que estamos viendo. Es sin duda una escalada significativa».


Los iraníes lo han negado, y no tiene mucho sentido, teniendo en cuenta que Rusia ya posee enormes reservas de misiles y otras armas y supera con creces a Occidente en la producción de armas y municiones en general.


La verdadera escalada, como de costumbre, proviene de la OTAN y de los estadounidenses.

Una imagen del Armagedón

El problema al que se enfrenta la OTAN es fácil de enunciar. La guerra ha llegado a tal punto que el avance ruso es imparable. Este hecho está siendo cada vez más reconocido incluso por los medios de comunicación occidentales. Un reciente artículo de la CNN decía: «Superados en armamento y número, los militares ucranianos se enfrentan a dificultades de baja moral y deserción».


Las defensas ucranianas se están desmoronando claramente e incluso pueden estar llegando al punto del colapso. Cuánto tiempo llevará esto es una cuestión de especulación. Pero el resultado final no está en duda, y Occidente no puede hacer absolutamente nada para evitarlo.


Estas damas y caballeros están ansiosos por combatir hasta la última gota de sangre ucraniana. Están decididos a continuar la guerra, independientemente del terrible precio que pague el pueblo ucraniano, cuyos intereses dicen falsamente representar.


A medida que esta perspectiva se cierne cada vez más en el horizonte, un estado de pánico, rayano en la histeria, se apodera de los gobiernos occidentales.


De repente, una oleada de declaraciones alarmistas brota de los círculos políticos y militares europeos, todas ellas insistiendo en la inminente llegada del Armagedón.


En ningún lugar han logrado los belicistas una visión más pintoresca y original del Armagedón que se avecina que en Gran Bretaña. Las estúpidas bravatas y fanfarronadas, que hace tiempo sustituyeron al arte de la diplomacia, aumentan aquí de volumen cuanto más se acercan a cero la influencia y el poder reales de Gran Bretaña en el mundo.

No hace mucho, el tabloide británico de derechas Daily Mail ofreció a sus lectores una predicción futurista de lo más imaginativa sobre un ataque abrumador de Rusia contra Occidente.


La predicción incluía referencias a «tanques rusos controlados por inteligencia artificial» que iniciarían la invasión. El mapa que lo acompañaba contenía detalles escabrosos de ataques rusos a todos los países europeos imaginables (y a varios inconcebibles).


Esta aterradora obra de ciencia ficción estaba evidentemente diseñada para hacer que los lectores conservadores de clase media del Daily Mail se atragantaran con sus cereales mientras leían el periódico de la mañana.

Los informes sensacionalistas de este tipo ignoran por completo el hecho de que no hay absolutamente ninguna prueba de que Rusia tenga planes de atacar a ningún país de la OTAN, ni tiene ningún interés en hacerlo. Los únicos países de Europa en los que Rusia está interesada son Bielorrusia y Ucrania, a los que nunca les permitirá entrar en la OTAN.


Todo esto no es más que el producto de una imaginación morbosa, alimentada por el pánico y el sentimiento de impotencia ante una Rusia que, lejos de estar derrotada (como habían pronosticado confiadamente el Daily Mail y todos los demás periódicos occidentales), ha salido del conflicto de Ucrania enormemente fortalecida, tanto militar como económicamente.


El objetivo de estos artículos es que, asustados ante la perspectiva de una invasión rusa inmediata, sus lectores estén dispuestos a pagar la factura de una gran cantidad de dinero que se entregará a los generales para que puedan tener nuevos y más mortíferos juguetes con los que jugar.

¿Es este el comienzo de la Tercera Guerra Mundial?

Durante varias décadas tras la Segunda Guerra Mundial, se mantuvo un estado de equilibrio incómodo entre las dos grandes potencias mundiales: EEUU y la URSS. Esto era consecuencia de una equivalencia aproximada en poder nuclear entre los dos principales antagonistas.


Por estúpidos y miopes que fueran los dirigentes de esos países, no estaban tan ciegos como para no darse cuenta de que una guerra nuclear significaría la destrucción total de ambas partes y, posiblemente, de toda la raza humana. Esta doctrina se conocía por las siglas en inglés MAD (Destrucción mutua asegurada) que significa literalmente loco.

Sin embargo, con la caída de la Unión Soviética, el mundo entró de repente en un periodo nuevo y altamente inestable. Las relaciones entre las potencias se volvieron cada vez más imprevisibles. 

En un principio, todo parecía tranquilo. Se suponía que el final de la Guerra Fría marcaría el comienzo de un nuevo periodo de paz y prosperidad en el mundo. Una vez terminada la carrera armamentística, se nos aseguró que habría un llamado «dividendo de la paz», en el que el derrochador gasto en armamento sería sustituido por inversiones productivas útiles. 

Un enfrentamiento directo entre grandes potencias se consideraba una probabilidad negligible. Esto liberó vastos recursos: los ejércitos de todo el mundo (no sólo en Europa) se redujeron y centraron su atención en cosas como la contrainsurgencia, que no exigía un gasto público significativo.

Pero la euforia no duró mucho. 

La OTAN emprendió una marcha implacable hacia el Este, violando las promesas que se habían hecho repetidamente a los rusos de que no se extendería más allá del territorio de Alemania Oriental. Fue la amenaza de incluir a Ucrania en la OTAN la gota que colmó el vaso y provocó el sangriento conflicto actual en ese trágico país.

Ahora la rueda ha dado una vuelta completa. Una vez más, la amenaza de una guerra nuclear se sitúa en el orden del día. Pero esto no significa necesariamente que la guerra sea inevitable, ni siquiera probable. 

Parece que, a pesar de todo, aún no se ha llegado a una decisión definitiva. Se están celebrando frenéticas negociaciones en Washington, donde, como hemos visto, existen serias dudas sobre todo este asunto. Los belicistas tienen prisa porque temen que, si Trump gana las elecciones en noviembre, podría decidir abandonar Ucrania por completo, e incluso, posiblemente, salirse de la OTAN.

Parece más que probable que los estadounidenses intenten todo tipo de artimañas diplomáticas para salir de este dilema. Tengo entendido que ahora han presentado a los ucranianos una larga lista de preguntas, solicitando aclaraciones sobre cuáles son sus intenciones precisas para el uso de estos misiles, en caso de que se conceda el permiso.

A la pregunta de si Estados Unidos permitiría que las armas que suministra se utilizaran para atacar objetivos en el interior de Rusia, Blinken respondió que todo uso de armas debía ir unido a una estrategia.

Dijo que uno de los objetivos de la visita de esta semana: «es escuchar directamente de los dirigentes ucranianos, incluido... el Presidente Zelenskyy, cómo ven exactamente los ucranianos sus necesidades en este momento, hacia qué objetivos, y qué podemos hacer para apoyar esas necesidades».

La dificultad estriba en que Zelensky y sus compinches no tienen absolutamente ninguna respuesta a estas preguntas. Están cada vez más impacientes y frustrados por lo que consideran titubeos en Washington. Por eso Zelensky estaba tan interesado en reunirse con Joe Biden, con la esperanza de que las cosas volvieran a ponerse en marcha.

Si lo consigue o no, es una cuestión de especulación. La enmarañada red de intrigas y contra intrigas que se hace pasar por diplomacia en Washington nunca es fácil de entender. Pero en el pasado, los estadounidenses han tendido a decir inicialmente que no a las demandas ucranianas, para luego cambiar de opinión y finalmente capitular ante ellas.

La cola sigue moviendo al perro.

Decidan lo que decidan, no supondrá ninguna diferencia fundamental ni en el curso de la guerra en Ucrania ni en su resultado final.

Sin embargo, como pueden ver, los belicistas nunca están satisfechos. Continuarán su peligroso y temerario curso hasta el amargo final, y el pueblo llano pagará la factura en su totalidad. 

Es deber fundamental de los comunistas y de todos los trabajadores y jóvenes avanzados luchar contra la guerra y el imperialismo. Está en juego el destino del mundo entero y de la propia humanidad.

La Internacional Comunista Revolucionaria ha llamado a una amplia campaña internacional para luchar contra el militarismo y el imperialismo. A cualquiera que se tome en serio acabar con la guerra, el militarismo y el imperialismo, ya sea un individuo o una organización, le decimos: trabajemos juntos, ¡es el momento!

El capitalismo debe morir para que la humanidad pueda vivir.

¡Abajo los belicistas!

¡Dejen de apoyar a Israel y Ucrania! ¡Cese inmediato de toda ayuda y armas a los belicistas reaccionarios Netanyahu y Zelensky! 

¡Abajo la OTAN y el imperialismo norteamericano, principal causa de guerras e inestabilidad en el mundo actual!

No al despilfarro en armamento. ¡Por un programa de obras públicas útiles!

Más viviendas, escuelas y hospitales; ¡no bombas, misiles y otros medios de destrucción!

Luchemos por la expropiación de los banqueros y capitalistas cuya ambiciosa codicia por los beneficios es causa constante de guerras y crisis.

Por un plan de producción socialista armonioso, basado en la satisfacción de las necesidades humanas, no en los beneficios de unos pocos y sus guerras reaccionarias.

Lucha por un mundo socialista libre de la lacra de la pobreza, la explotación, las guerras y la opresión.

¡La única guerra justa es la guerra de clases!