La decisión del gobierno de Cameron de enviar el navío HMS Dauntless frente a las costas de las Islas Malvinas en el Atlántico Sur representa una provocación injustificada al pueblo de Argentina.
El Ministerio de Defensa dijo que era un "despliegue rutinario". Un portavoz del Ministerio de Defensa dijo a la BBC que el despliegue "no tenía nada que ver con el aumento de las tensiones entre el Reino Unido y Argentina acerca de a quién pertenecen las Islas Malvinas".
Un portavoz de la Royal Navy, dijo: "La Royal Navy ha tenido una presencia continua en el Atlántico Sur durante muchos años. El despliegue del HMS Dauntless en el Atlántico Sur ha sido planeado con mucha antelación, es totalmente rutinario y reemplaza a otro buque de patrulla". Pero no hay nada "rutinario" al respecto.
Nadie que esté remotamente al corriente de la situación en la zona se lo creerá. Cameron y su pandilla saben muy bien que esta acción equivale a meter un dedo en el ojo de Argentina.
El canciller argentino, Héctor Timerman, ha señalado que con el despliegue de un destructor Tipo 45, Gran Bretaña ha "multiplicado por cuatro su poderío naval en el Atlántico Sur", que ningún país de América del Sur posee un avión como el Typhoon 2, que fue utilizado en sus guerras en Afganistán, Irak y Libia.
El Typhoon puede sobrevolar hasta más de la mitad del territorio argentino y disparar misiles Taurus a más de 500 kilómetros. Esto le da a Gran Bretaña una capacidad ofensiva que también se extiende a todo el Uruguay, Chile y gran parte del sur de Brasil. Es el arma más mortífera en el Atlántico Sur.
Los destructores Type 45 tienen casi el doble de alcance –unos 7.000 kilómetros– y son un 45% más eficientes en combustible que los destructores de tipo 42 a los que están reemplazando en un proyecto que ha costado 6 mil millones de libras. Este será el primero de los nuevos destructores de defensa aérea de tipo 45 de la armada que irán a la zona. Así que esta es sin duda una grave escalada y una intensificación del proceso de militarización del Atlántico Sur.
Buenos Aires también afirma que el Reino Unido ha introducido armas nucleares en el archipiélago. Sea esto cierto o no, estas acciones, justo después de la intervención militar británica en Libia, estaban destinadas a ser vistas como un acto de agresión y una provocación a Argentina. Pretender lo contrario es de un cinismo diplomático descarado.
El corresponsal de la BBC, intentando justificar estas acciones, se vio obligado a admitir que representaban "sin duda, un aumento de las tensiones". Eso es un eufemismo burdo.
Para agregar un elemento de farsa a la situación, se nos informa que el príncipe Guillermo, nieto de la reina británica Isabel II y el segundo en línea al trono, también fue enviado a las islas "en su capacidad de piloto de búsqueda y rescate de la Royal Air Force". Esto es tan absurdo como el anterior "despliegue" de su hermano Harry a Afganistán, donde posó para unas cuantas fotos y se retiró rápidamente a la seguridad de Londres y la buena vida, dejando a los soldados británicos comunes luchar y morir en una guerra imposible de ganar en Afganistán.
Esto sería divertido, si las posibles consecuencias no fueran tan graves. Tomados en su conjunto, estos anuncios, coincidiendo con el 30 aniversario del inicio de la guerra con Argentina por las islas Malvinas, no pueden ser vistos más que como un insulto calculado y una provocación a Argentina. Recordemos que la guerra en 1982 causó la muerte de 649 soldados argentinos y 255 soldados británicos. Ahora Cameron ha vuelto a echar leña al fuego.
La política exterior es la continuación de la política interna
La clase obrera siempre debe enfocar la política exterior desde un punto de vista de clase. Tenemos que aprender a penetrar más allá de la espesa selva de mentiras oficiales, la propaganda y la diplomacia, y exponer los verdaderos intereses que se esconden detrás.
Todo trabajador sabe que los gobiernos mienten. Mienten sobre el estado real de la economía. Mienten cuando dicen que los trabajadores y los banqueros están "todos en el mismo barco" y todos debemos hacer sacrificios por igual. Mienten cuando dicen que no hay dinero para los servicios públicos, mientras que entregan miles de millones a los banqueros en la City de Londres. Mienten acerca de sus verdaderas intenciones en política interna. Y mienten aún más acerca de sus verdaderas intenciones en el extranjero.
La diplomacia es el arte de mentir con habilidad con el fin de demostrar que lo negro es blanco y presentar los actos más repugnantes y criminales como si fueran tan blancos como la nieve. Es suficiente recordar la forma en que trataron de embellecer la violación de Irak como una misión humanitaria y una "guerra por la democracia". En Afganistán, diez años después de la ocupación, están matando a civiles todos los días, el gobierno de Kabul es corrupto hasta la médula, 30.000 niños mueren de hambre cada año, y no se vislumbra el final de la guerra.
Este gobierno de los capitalistas nunca puede defender ninguna causa progresista en ningún lugar de la tierra. Su única preocupación es salvaguardar los intereses de sus ricos patrocinadores. Mientras se llena la boca de "democracia", está apoyando a algunos de los regímenes más represivos y reaccionarios del mundo.
Apoyó a las dictaduras en Túnez y Egipto antes de que fueran derrocadas por las masas. Habla hipócritamente de "democracia" en Libia y Siria, mientras que mantiene un silencio cómplice sobre la sangrienta represión de las protestas pro democracia en Bahrein por fuerzas mercenarias saudíes. Mantiene vínculos estrechos con los regímenes dictatoriales de los jeques árabes en el Golfo Pérsico. Mantiene un lucrativo comercio de armas con el régimen cruel y corrupto en Arabia Saudita.
La política exterior no es más que la continuación de la política interior. Es imposible llevar a cabo en casa una política reaccionaria contra la clase trabajadora, mientras que se defiende la democracia y la autodeterminación en el extranjero. El gobierno de Cameron está atacando los niveles de vida de la clase obrera, aumentando los impuestos indirectos y recortando el gasto social.
Se supone que no hay dinero, no ya para escuelas, hospitales y pensiones, sino tampoco para las fuerzas armadas de Gran Bretaña. Muchos de los soldados y pilotos que el príncipe Harry dejó atrás para combatir y morir en Afganistán están regresando a casa, solo para encontrarse con que han sido despedidos a causa de los recortes en los gastos de defensa.
"No hay dinero", nos dicen constantemente. Sin embargo, hay un montón de dinero para enviar al príncipe Guillermo en una pequeña y agradable excursión al Atlántico Sur, donde posará para las fotos de la prensa jugando en un helicóptero con uniforme de combate, aunque no haya un solo soldado enemigo a la vista.
Este es un gobierno de los banqueros y los capitalistas que, al mismo tiempo que ataca a los pobres, de forma sistemática defiende los intereses de los ricos –los banqueros y capitalistas– tanto en casa como en el extranjero. La clase obrera británica no puede apoyar la política exterior de los conservadores, de la misma manera que no apoyamos su política anti-obrera en Gran Bretaña.
¿Cuál es el motivo?
La pregunta obvia es: ¿por qué Cameron decidió gastar tanto dinero público en una aventura en el Atlántico Sur, cuando se supone que debe hacer frente al enorme déficit?
La explicación oficial es que se trata de defender el "derecho de autodeterminación" de los habitantes de las islas Malvinas, que desean seguir siendo británicos. Eso es una tontería. La idea de que Cameron y su camarilla se gastarían todo ese dinero para defender el derecho de menos de tres mil individuos a cuidar un rebaño de ovejas en una roca a ocho mil kilómetros de distancia es irrisoria. Sólo un tonto redomado lo creería.
La supuesta autodeterminación de los habitantes de las Malvinas nunca fue la fuerza motriz detrás de la política del imperialismo británico. A lo largo de la historia del "derecho de autodeterminación" siempre ha sido utilizado por los imperialistas como moneda de cambio para ocultar sus cínicos motivos.
Los endurecidos individuos que deciden la política exterior británica en Whitehall no se caracterizan por el sentimentalismo. En cuanto a los conservadores, si fuera del interés de las grandes empresas británicas, venderían a su abuela por dos peniques y dormirían sin remordimientos. El destino de un par de miles de "kelpers" es una cuestión que les es totalmente indiferente.
Basta con mirar el registro histórico. Dejemos a un lado el pequeño detalle de cientos de años de dominio colonial en África y el subcontinente indio. Su derecho a la autodeterminación nunca fue mencionado. En tiempos más recientes, Gran Bretaña nunca dio a los isleños de Hong Kong el derecho a decidir si querían ser entregados a Beijing. Y los mismos conservadores, que tan tiernamente se preocupan por la "autodeterminación" de 2.500 personas en el Atlántico Sur, se oponen rotundamente a permitir que los escoceses ni siquiera voten sobre si quieren poner fin a su unión con Inglaterra.
¿Por qué el gobierno de Cameron ha dado este paso? Está en parte dictado por consideraciones estratégicas –por el papel mundial de Gran Bretaña–, que ha sufrido un grave declive durante más de cien años. Hace ya mucho que el imperialismoBritánico fue desplazado por los EE.UU. como el policía del mundo. Sin embargo, Gran Bretaña aún tiene un número de conexiones que quedaron de su pasado imperial que quiere conservar.
Una consideración importante es el negocio de las armas, que proporciona a los fabricantes de armas británicos contratos muy lucrativos con países como Arabia Saudita y Bahrein. Es por eso que Londres mantiene un discreto silencio sobre la pésima situación de los derechos humanos de estos Estados, con los que Gran Bretaña tiene acuerdos de defensa.
Esta fue una de las razones principales por las que Margaret Thatcher decidió en 1982 enviar a la flota a 8.000 millas de distancia para expulsar de las Malvinas al ejército argentino. No podía aceptar la humillación causada por la derrota, la exhibición pública de las fotos de soldados británicos tendidos en el suelo, que dieron la vuelta al mundo.
Para los imperialistas, el prestigio es una cuestión material. El gobierno de Londres está tratando de flexionar su músculo militar en un intento de demostrar a los aliados de Gran Bretaña y sus Estados clientes que todavía somos una potencia militar seria, a pesar de los profundos recortes en los gastos de defensa que fueron ordenados recientemente por el gobierno de Londres.
La guerra de 1982
La guerra de 1982 con la Argentina no se dio para defender el derecho de autodeterminación de nadie. Fue una guerra para defender los intereses del imperialismo británico, cuyo papel en el mundo se vio socavado por la invasión argentina de las Islas. Las maniobras actuales no son diferentes. La fuerza impulsora de las acciones de la clase dirigente británica no es la preocupación por la "autodeterminación", sino el cínico y sórdido egoísmo, como siempre lo fue.
En general no se recuerda, ya sea en Inglaterra o en Argentina, que el gobierno de Margaret Thatcher en Londres tenía excelentes relaciones con la sangrienta dictadura de Galtieri en Buenos Aires. Los imperialistas británicos vendían armas a la Junta militar. Sólo después de que estallara la guerra descubrieron de repente que era una dictadura monstruosa. Sólo entonces empezaron a oponerse a sus asesinatos y torturas.
Antes de 1982 el ministro de Relaciones Exteriores británico, Lord Carrington, estaba negociando secretamente un proceso de entrega de las islas Malvinas a Argentina. El ministro favorito de Thatcher, Nicholas Ridley, estaba buscando un compromiso negociado sobre las Malvinas con Argentina en la ONU. El plan era una transferencia de soberanía sobre las islas a Buenos Aires con arrendamiento posterior a Gran Bretaña para administrarlas en nombre de los isleños, que conservarían su derecho a seguir siendo británicos.
Pero la Junta, enfrentada a una creciente ola de rebelión, tenía prisa. Si Galtieri hubiera estado dispuesto a esperar, todo indica que los británicos habrían estado dispuestos a entregar las islas, que no tenían ninguna utilidad real para ellos. El problema es que Galtieri no podía esperar. En 1982 la dictadura, que había librado una guerra sucia contra activistas de izquierda que dejó al menos 30.000 muertos, se encontraba en dificultades. Había una oleada de descontento social.
Como resultado de sus relaciones con Lord Carrington, Galtieri creyó que esto sería fácil. Confiando en que sus amigos en Londres no iban a pelear para retener el control de las Islas, Galtieri ordenó la invasión. Ese fue un grave error de cálculo. Por las razones ya explicadas, el imperialismo británico no podía aceptar la incautación de las islas por medios militares y luchó para volver a tomarlas.
La invasión de las Islas en 1982 fue una aventura militar que condujo a una catástrofe nacional para la Argentina. Al levantar la bandera de las Islas Malvinas, la Junta desmovilizó con éxito el movimiento revolucionario. Si hubiera tenido éxito en la toma de las islas, probablemente, la Junta habría durado más tiempo. Pero la derrota, como sucede a menudo, condujo a la caída del régimen y abrió un período revolucionario en Argentina.
En cuanto a la situación de las islas se refiere, la derrota de la Argentina dejó a Gran Bretaña en plena posesión. Se tomaron medidas para fortalecer las defensas de las islas y las convirtieron en una fortaleza inexpugnable. Hoy en día, las posibilidades de que Argentina recuperara las islas por medios militares son insignificantes.
¿Cómo una guerra por unos islotes en el Atlántico Sur podía servir a los intereses de la clase obrera de Gran Bretaña y de Argentina? No les hizo ningún servicio. Si la guerra hubiera terminado con una derrota de Gran Bretaña, eso habría significado el colapso inmediato del gobierno de Thatcher, que era profundamente impopular como consecuencia de la elevada tasa de desempleo y la caída de los niveles de vida. La victoria militar lo cambió todo. Thatcher logró presentarse como una dirigente militar victoriosa. Como resultado, la clase obrera tuvo que soportar un gobierno conservador reaccionario por varios años más.
La guerra de 1982 no tuvo ni un átomo de contenido progresista. No resolvió absolutamente nada y simplemente sembró las semillas de nuevas tensiones y conflictos que todavía están con nosotros hoy.
¿Necesita Gran Bretaña las Islas Malvinas?
Hasta hace poco, la posesión de las islas desde el punto de vista del imperialismo británico trajo más problemas que ventajas. Le costaba mucho más dinero que lo que recibía. Esto era cierto antes de la guerra de 1982. Esa guerra le costó a los contribuyentes británicos 3.000 millones de libras. Gran Bretaña ahora tiene casi tantas tropas en las islas, 1,200, como isleños había en el momento de la invasión.
El coste del abastecimiento a las Islas a través de un puente aéreo desde Gran Bretaña y Ascensión es de millones de libras. Garantizar su seguridad cuesta millones de libras adicionales. ¿Y por qué tienen que pagar los contribuyentes británicos para que los capitalistas tengan derecho a la explotación de petróleo en una plataforma continental en disputa en América del Sur? La presencia militar en la zona le costará al Reino Unido £ 61 millones ($ 96 millones) en 2012-13, un coste que se calcula que va a aumentar en £ 2 millones ($ 3.14) cada año después de eso.
Treinta años han pasado desde la invasión y la situación ha cambiado en un aspecto importante. Mientras que en el pasado las islas eran una carga financiera para el Reino Unido, ahora las cosas están cambiando. Una compañía británica, Desire Petroleum, comenzó perforaciones exploratorias buscando petróleo en las aguas territoriales de las Islas Malvinas en 2010 (aunque en un principio tuvo poca suerte). El entonces secretario de Defensa del Reino Unido en el gobierno laborista, Bill Rammell, dijo que el gobierno (Laborista) británico tenía un "derecho legítimo" a desarrollar una industria petrolera en sus aguas.
Rammell dijo a la Cámara de los Comunes que su gobierno tomaría "todas las medidas [que fueran] necesarias" para proteger las islas y que había hecho a Argentina "consciente de ello". Como de costumbre, los dirigentes Laboristas reformistas defendieron lealmente los intereses de la clase capitalista británica. Cuando se habla de la "protección" de las islas no se trataba de la defensa de los pocos habitantes, sino de la defensa de los posibles beneficios enormes de la extracción de petróleo. Liam Fox, cuando era secretario de Defensa (Tory) en la oposición (más tarde se convertiría en secretario de Defensa de Cameron) dijo que "ninguna cantidad de intimidación" por parte de Buenos Aires podría alterar lo que era una "cuestión fundamental de auto-determinación".
Más recientemente, a finales del año pasado, la compañía Rockhopper Exploration dijo que había hecho descubrimientos significativos fuera de las Islas. Rockhopper calculó que podría haber hasta 350 millones de barriles de petróleo en el campo particular que estaba explorando. Esto sería suficiente para que las Malvinas se volvieran rentables como productoras de petróleo. Esto también provocó la ira renovada por parte del gobierno argentino.
Hace dos años, el portavoz de Desire Petroleum, David Willie, dijo: "Desire es una compañía petrolera y está explorando en busca de petróleo y no está involucrada en lo que la Argentina está diciendo de ir a la ONU. La plataforma está asentada firmemente dentro de aguas territoriales del Reino Unido". Esto es totalmente falso.
Mediante el envío de buques de guerra a las Malvinas, es Gran Bretaña la que está intimidando a Argentina. En cuanto a la "cuestión fundamental de la auto-determinación", debemos hacer la pregunta: "autodeterminación", ¿para quién? ¿Para los 2.500 criadores de ovejas o para las grandes compañías petroleras?
Los magnates del petróleo y sus partidarios conservadores son conscientes de que el fortalecimiento de la presencia militar de Gran Bretaña en la región estaba destinado a provocar una furiosa respuesta de los argentinos, que no aceptan que estas sean "aguas territoriales del Reino Unido". De hecho, es difícil entender cómo puede haber "aguas territoriales del Reino Unido" separadas de la costa británica por 8.000 millas de mar abierto.
Un factor adicional al descubrimiento de reservas de petróleo en las aguas alrededor de las islas es su proximidad a la Antártida, que tiene vastas reservas de recursos minerales bajo la superficie. La posesión de las Malvinas es importante para los intereses del imperialismo británico, porque estas islas son una continuación de la plataforma continental de la Antártida, donde Gran Bretaña reclama el dominio sobre una parte del continente antártico (al igual que Argentina, Chile y otros países).
Para poner las cosas en proporción, la exploración de petróleo en las Malvinas se encuentra en una etapa temprana, e incluso si se encontraran cantidades comercialmente viables pasarían varios años antes de que el petróleo comience a fluir. Sin embargo, las grandes compañías petroleras y los banqueros de la City de Londres –es decir, los verdaderos gobernantes de Gran Bretaña– son gente paciente y están dispuestos a esperar su recompensa.
Sus intereses, y nada más que sus intereses, son lo que determina la política de Gran Bretaña sobre esta cuestión y cualquier otra. Esta es la causa por la que jóvenes soldados británicos y argentinos derramaron su sangre en una guerra sin sentido. Esta es la razón por la que una Gran Bretaña que está al borde de la quiebra está dispuesta a gastar miles de millones de libras en unas islas áridas en el Atlántico Sur. Todo lo demás son paparruchadas.
Argentina y la cuestión de las Malvinas
En Argentina, así como en Gran Bretaña, la cuestión central es la cuestión de clase: la verdadera guerra es la guerra entre ricos y pobres. Pero durante muchos años la burguesía ha utilizado esta cuestión para desviar la lucha de clases. A intervalos regulares, sobre todo cuando la lucha de clases se vuelve extremadamente polarizada, se sacan de la chistera la cuestión de las Malvinas con el fin de establecer un "consenso nacional".
La burguesía de América Latina ha tenido 200 años para mostrar lo que es capaz de hacer. ¿Qué ha conseguido? Un poderoso continente, que es rico en recursos humanos y materiales, se ha visto sumido en la pobreza, el caos y la humillación. La burguesía latinoamericana ha demostrado su total incapacidad para librar una lucha seria contra el imperialismo. El conflicto actual es una prueba más de ello. La propia burguesía argentina estaría interesada en llegar a un acuerdo amistoso con Gran Bretaña, en el cual serviría como un socio menor en la exploración del petróleo de las Malvinas sin tener que armar tanto barullo.
La posición actual del gobierno argentino refleja la variante de la izquierda del peronismo, representado por Néstor Kirchner en el pasado, y ahora por su viuda, Cristina Fernández. El gobierno de Cristina Fernández ha entrado en conflicto con la burguesía argentina, que considera la posición del gobierno argentino como algo imprudente.
La crisis económica mundial está comenzando a tener un efecto negativo sobre la economía argentina. La inflación está aumentando mucho más rápido que lo que se dice en las estadísticas oficiales y es, probablemente, de alrededor del 25%. Está claro que Cristina está tratando de usar este tema para ampliar su base de apoyo y desviar la atención de los problemas internos que se derivarán de ello.
Como resultado, las tensiones han aumentado, con los gobiernos de Londres y Buenos Aires utilizando un lenguaje fuerte. David Cameron dijo que Argentina tenía una actitud "colonialista" respecto de las Malvinas –como si Gran Bretaña fuera inocente de esa acusación–. Esto fue condenado por el Senado de Argentina. Pero estamos hablando principalmente de discursos, palabras, palabras y aún más palabras.
El gobierno de Buenos Aires habla mucho de "anti-imperialismo". Pero ¿en qué consiste realmente la supuesta lucha contra el imperialismo? Si la lucha anti-imperialista se pudiera ganar por medio de palabras, esto habría ocurrido hace mucho tiempo. Por desgracia, los imperialistas no luchan sólo con palabras, sino con buques de guerra, bombas y misiles. La experiencia de 1982 es una prueba suficiente de ello.
Es claro para todos que Argentina, en su composición actual, carece de la capacidad militar para tomar las islas. ¿Qué proponen en su lugar? ¡Han llevado la cuestión a las Naciones Unidas! "Vamos a presentar una queja ante el Consejo de Seguridad de la ONU y la Asamblea General de la ONU, en la medida que esta militarización plantea un grave peligro para la seguridad internacional", dijo Fernández.
Toda persona seria sabe lo que vale el apoyo de las Naciones Unidas. Todo el mundo sabe que no es más que una tertulia en la que las potencias más pequeñas pueden desahogarse todo lo que quieran, porque al final las grandes potencias en el Consejo de Seguridad decidirán. Y Gran Bretaña, como miembro permanente del Consejo de Seguridad, puede vetar cualquier resolución que no le guste.
¿No hemos aprendido nada de la historia? ¿Cuántas resoluciones han sido aprobadas por la ONU sobre la cuestión de Palestina durante el último medio siglo? Hemos perdido la cuenta. ¿Y qué han logrado? Absolutamente nada. En cualquier caso, las posibilidades de que Argentina consiga aprobar ni siquiera una moción en el Consejo de Seguridad sobre la cuestión Malvinas son nulas.
¿Acaso la ONU impidió que los imperialistas atacaran a Irak? No pudo. A pesar del hecho de que los comisionados de las Naciones Unidas todavía estaban investigando las (falsas) acusaciones de que Irak poseía armas de destrucción masiva, la coalición liderada por Estados Unidos bombardeó a Irak e invadió y ocupó el país. De hecho, incluso usaron resoluciones de la ONU como cobertura para su agresión flagrante.
En aquellas ocasiones en las que la ONU ha intervenido, ha jugado un papel contrarrevolucionario, como en Corea, el Congo e Irak, por mencionar sólo algunos ejemplos. Por lo tanto, hacer llamamientos a este organismo en nombre de la "lucha anti-imperialista" es peor que inútil. Es como apelar a Satanás en contra de Mefistófeles.
Tampoco es mucho mejor hacer un llamamiento a organizaciones burguesas como el Mercosur, el acuerdo comercial latinoamericano, que incluye a Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay. Se ha anunciado que se prohibirá a los buques que navegan bajo la bandera de las Islas Malvinas atracar en los puertos de las naciones miembros. Si esta amenaza se lleva a cabo, causará problemas, pero no tendrá graves repercusiones en la política del imperialismo británico, que encontrará la manera de evitar estas restricciones, o de lo contrario seguirá suministrando a las Islas desde Gran Bretaña y la Ascensión.
¿Cómo luchar contra el imperialismo
Durante años, la cuestión de las Malvinas ha complicado la cuestión de clase en Argentina. En 1982 incluso llevó a la izquierda a unir sus fuerzas con la dictadura militar. Como el sociólogo argentino Vicente Palermo, dice: "Las Malvinas son vistas como una causa nacional, independientemente de si hubo una guerra por las islas provocada por un gobierno militar impopular".
A esto nos lleva una posición falsa sobre la cuestión nacional: directamente al pantano del frente populismo y la colaboración de clases. "Se trata de una vieja causa nacional, y los militares se aprovecharon de este sentimiento popular para tratar de mantener su control sobre el país", dice el sociólogo Atilio Borón. Pero, significativamente, añade: "La guerra sólo consiguió retrasar el posible inicio de negociaciones entre la Argentina y Gran Bretaña".
Durante un tiempo, la cuestión se mantuvo en estado latente, pero con la elección de Néstor Kirchner como presidente en 2003 hubo un aumento en los esfuerzos de Argentina para reclamar las islas, y el gobierno ha buscado activamente el apoyo de otras naciones de la región y de la ONU.
Ahora las acciones de la coalición Liberal Demócrata-Conservadora en el Reino Unido han provocado una ola de indignación en Argentina que está reverberando en toda América Latina. Se han inflamado los sentimientos anti-británicos. El efecto inmediato ha sido el aumento de la agitación nacionalista en Argentina y el apoyo al gobierno.
Cristina Fernández acaba de ser reelegida con un fuerte apoyo y su popularidad es alta. La encuestadora argentina Ibarometro dice que el apoyo de los argentinos para la reclamación de las islas es tradicionalmente alrededor de 65-70%, pero que los comentarios de Cameron lo impulsó a casi el 74%. Ha habido manifestaciones con la quema de la bandera británica frente a la embajada británica en Buenos Aires.
En parte, el tema está siendo planteado ya que es el 30 º aniversario de la guerra. Pero también coincide con un cambio de rumbo por el gobierno argentino, que, detrás de la cortina de humo de la retórica "anti-imperialista", está presionando para la apertura de conversaciones con el gobierno británico.
El gobierno argentino está tratando de obtener el apoyo de otros países de la región a su reclamo sobre las islas con el fin de mejorar las perspectivas de que Gran Bretaña acepte abrir negociaciones sobre el tema. Hasta el momento, desde el Ministerio de Relaciones Exteriores en Londres, no ha habido ningún indicio de cambio en la postura británica.
Al igual que en 1982, el imperialismo estadounidense tiene una posición diferente a la del imperialismo británico en este asunto. Washington ha pedido a Gran Bretaña y Argentina que negocien, pero el gobierno del Reino Unido ha dicho que "no está dispuesto a discutir la soberanía de las Islas Malvinas en contra de los deseos del pueblo de las Malvinas".
Se ha especulado que la Sra. Fernández podría poner fin a la importante conexión aérea entre Chile y las Islas Malvinas que debe utilizar el espacio aéreo argentino –un gesto que crearía importantes dificultades prácticas para los isleños–. El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile también ha declarado recientemente su apoyo a la soberanía argentina sobre las islas.
El que esto no haya sucedido pone de manifiesto que no se está planeando lanzar una lucha seria, sino que está buscando algún tipo de acuerdo diplomático con el imperialismo británico. Cristina Kirchner pidió al Primer Ministro del Reino Unido, David Cameron, que "diera una oportunidad a la paz".
En respuesta, la Oficina de Exteriores del Reino Unido emitió posteriormente un comunicado que decía: "El pueblo de las Islas Malvinas son británicos por decisión propia. Son libres de determinar su propio futuro y no habrá negociaciones con Argentina sobre la soberanía a menos que los isleños lo deseen".
Pero esta respuesta oficial podría no reflejar la situación real. Es significativo que el gobierno rechazó el intento de aprobar una ley declarando que las islas se mantendrían indefinidamente bajo control británico. Los parlamentarios de la derecha de los conservadores, como Guy Opperman, están exigiendo leyes que garanticen "el derecho de las Islas a seguir siendo británicas", argumentando que eso sería mostrar su apoyo al "derecho inequívoco a la autodeterminación".
A pesar de la guerra de palabras, hay pocos indicios de que la burguesía argentina tenga la intención de luchar en serio contra el imperialismo. Lo que vemos es sólo boxeo de sombras. A diferencia de la burguesía, los trabajadores de Argentina sí quieren luchar contra el imperialismo. Eso es muy positivo, y lo apoyamos. Sin embargo, debemos preguntarnos cómo estas bellas palabras se pueden traducir en acciones. ¿Con la aprobación de resoluciones? Esto no tendrá ningún efecto en absoluto. ¿Remitiendo la cuestión a las Naciones Unidas? Eso es incluso peor que inútil.
Si el gobierno argentino quiere luchar realmente contra el imperialismo, ¿por qué no expropia las propiedades de las grandes empresas británicas en la Argentina? Eso tendría un efecto más grande que un centenar de misiles Exocet. Representaría un duro golpe contra el imperialismo, que los marxistas británicos apoyaríamos con todo el entusiasmo posible.
Sin una acción decidida de ese tipo, toda conversación sobre la "lucha anti-imperialista" es sólo palabrería vacía y un engaño al pueblo. Lo que se necesita es poner en marcha una verdadera lucha contra el imperialismo, que es inseparable de la lucha contra el capitalismo en Argentina, en Gran Bretaña y a escala mundial. Sobre esa base, podemos formar un frente unido de trabajadores en todo el mundo. Todo lo demás es demagogia sin sentido.
Londres, 29 de febrero 2012