Lo que estamos presenciando en Irán es una verdadera revolución popular. Sin embargo, para poner su sello en el movimiento la clase obrera debe participar en la primera línea. El movimiento se mantendrá o caerá en el grado que la clase obrera sea capaz de dirigirla.
El 14 de julio de 1789, una fuerza de casi mil parisinos asaltó la Bastilla, una prisión medieval utilizada para encerrar a prisioneros políticos. Cuando se enteró del asalto, el rey Luis XVI pregunto: "¿es una revuelta?" "No Sire", le dijo un noble cercano, "es una revolución".
Lenta pero segura, la realidad comienza a ser evidente para los comentaristas occidentales que lo que estamos presenciando en Irán no se una simple revuelta o movimiento de protesta. Es una verdadera revolución popular. Lento pero seguro, el mismo pensamiento aterrador comienza a penetrar en la cabeza de los reaccionarios más obtusos del régimen de Teherán.
Los más asustados de todos ante la idea de una revolución son aquellos que teóricamente la encabezan. Ayer Mousavi pidió a la población que no se manifestara y así "salvar sus vidas". El resultado fue otro día de protestas callejeras. Hoy está pidiendo a los manifestantes que vayan a las mezquitas a "llorar por las personas asesinadas el lunes". Se trata de un intento transparente de sacar a la población de las calles y soltar vapor del movimiento de masas. Pero por ahora el movimiento no muestra signos de perder vapor.
En la actualidad, el líder nominal del movimiento es Mir Hussein Mousavi, pero es sólo un accidente histórico y no durará. La rabia y el descontento de las masas, que se ha acumulado durante décadas, requerían un foco y lo encontró en las protestas que se centraron en el candidato opositor, que ha sido empujado por las masas más allá de lo que pretendía en su oposición al gobierno. La crisis actual estuvo inspirada por la rabia común ante las elecciones generales pero ha ido más allá y puede terminar con el cuestionamiento del poder.
El movimiento revolucionario cobra fuerza. Cada día las autoridades avisan a la población de que no salga a las calles y cada día sale a las calles. Cada día Mousavi desconvoca la manifestación y cada día se celebra. Hay manifestaciones de masas, en silencio, que actúan como un poderoso imán que atrae un apoyo cada vez mayor.
El movimiento comenzó con los elementos más combativos y valientes, con los heroicos estudiantes iraníes como núcleo duro. Pero en la medida que los ciudadanos ven que las manifestaciones continúan y que las autoridades están tan asustadas como para detenerles, un gran número de hombres y mujeres corrientes encuentran el coraje necesario para unirse al movimiento. Una vez en la calle, adquieren un sentido de su propia fuerza. Finalmente pierden el miedo. Aunque en estas manifestaciones silenciosas, las masas encuentran su voz y las protestas silenciosas se convierten en un bramido desafiante.
Esa es la razón por la que Mousavi, después de fracasar dos veces en la desmovilización del movimiento de masas, ha recurrido a la táctica de declarar hoy un "día de luto". Pero la historia de las revoluciones demuestra que incluso los días de luto pueden ser peligrosos. Un gran número de personas, incluso cuando se reúnen en las mezquitas, pueden enfurecerse mucho cuando se las invita a meditar sobre el destino de sus compañeros muertos en la batalla contra un tirano despiadado. Pueden escuchar a Mousavi e ir a las mezquitas. ¿Pero qué sucederá cuando salgan de ellas?
El gobierno iraní toleró las insurrecciones estudiantiles de 1999 y 2003 durante sólo unos días antes de desatar una brutal represión, envió a los vigilantes basiji a los campus, donde lanzaron a unos cuantos estudiantes por las ventanas, rompieron cabezas con ladrillos, cadenas o porras, y encarcelaron a muchos estudiantes. Inmediatamente después de las elecciones del viernes, intentaron tácticas similares de intimidación pero tuvieron poco resultado. En esta ocasión es diferente.
Las noticias estatales hablan de siete muertos en distintas ciudades para intentar que no se celebrasen dos importantes manifestaciones contra el gobierno el martes. El resultado no fue el que pretendían y la manifestación del martes fue seguida por más protestas el miércoles. El gobierno tendrá muchos problemas para terminar con las manifestaciones como hizo en anteriores ocasiones. En esta ocasión la situación es diferente. Recordamos las palabras del aristócrata francés al rey: "Sire, no es una revuelta. ¡Es una revolución!"
Los escépticos en la izquierda
Resulta extraño que haya personas en la izquierda, incluso algunos que se denominan marxistas, que no comprendan esto. Después de muchos años en los que parecía que no sucedía nada en Irán, muchos en la izquierda, que habían sido muy radicales en su juventud pero al llegar a la mediana edad han sucumbido al cómodo escepticismo, han abandonado toda esperanza en la transformación revolucionaria de la sociedad. No esperaban la situación actual porque no tenían confianza en el potencial revolucionario de las masas. Y ahora, incluso cuando el movimiento se sucede ante sus ojos, aún se niegan a creerlo.
Estas personas siempre existen. Estaban presentes en Rusia en 1917. Trotsky comparó a los mencheviques rusos con un viejo profesor cansado que después de muchos años de enseñar a sus estudiantes lo que es la primavera, una mañana, el viejo profesor abre la ventana y entra algo de aire fresco a su sofocante aula. De repente, ve el cielo azul, con el sol brillante y los pájaros cantando, de repente, cierra la ventana de golpe y dice que la primavera es una aberración monstruosa de la naturaleza.
Nuestros escépticos de "izquierda" son como ese viejo profesor. Les gusta hablar mucho sobre la revolución y nos recuerdan cuando eran jóvenes en París en 1968 o en Teherán en 1979, pero en realidad no tienen un solo átomo de espíritu revolucionario o ni un gramo de entendimiento marxista. Estas personas son un obstáculo en el camino de la revolución, contagian a la juventud con el venenoso escepticismo. Afortunadamente, no tienen influencia en la nueva generación iraní, que no tiene necesidad de estos "profesores" inteligentes que les enseñen como luchar.
A pesar de las patéticas quejas de los escépticos que no reconocen una revolución cuando la ven, el movimiento real cada vez tiene más fuerza. Ayer, la televisión estatal iraní incluso mostró breves de las protestas de masas. Ese detalle es significativo, es una nueva prueba de las divisiones del régimen. Incluso más significativo aún fue que ayer seis futbolistas que juegan en la selección nacional iraní, incluido el capitán, aparecieran en la Copa del Mundo en Seúl, Corea del Sur, con brazaletes verdes asociados a las protestas. Irán es otro país apasionado del fútbol y las imágenes de miembros de la selección con brazaletes fueron vistas por millones en la televisión iraní.
Son acontecimientos inspiradores que deben regocijar los corazones de todo trabajador y joven revolucionario consciente. En cuanto a los escépticos, dejémosles que continúan con su te de hierbas y vivan en el pasado cuando aún tenían cierto parecido a una idea revolucionaria. "Que los muertos entierren a sus muertos". ¡Tenemos cosas más importantes que hacer!
Los límites de las manifestaciones
La campaña actual de manifestaciones ha jugado un papel muy valioso en poner a las masas de pie y dotarlas de un punto de referencia para la acción. Pero también tiene límites y el peligro que existe de que aquellos que impulsan las protestas no lo entiendan. A pesar de la colosal energía y valor mostrado por los manifestantes, ellos no serán capaces de mantener el nivel actual de actividad de manera indefinida. A menos que la lucha se lleve a un nivel superior, la gente se cansará de incesantes procesiones y el movimiento comenzará a perder vapor. El peligro de la represión selectiva también aumentará, dirigida contra los elementos más activos.
Existe una contradicción en el movimiento. Es muy sencillo: Mousavi quiere llegar a un acuerdo con el régimen mientras que los manifestantes desean derribar el sistema. En realidad, Mousavi y los demás dirigentes que han intentado hacerse eco de la oposición al fraude electoral han intentado desviar el movimiento hacia canales "seguros".
Hay una gran interrogación sobre cómo los gobernantes de Irán tolerarán las manifestaciones y también cuánto tiempo se mantendrán los manifestantes en las calles si no hay perspectiva de un resultado decisivo. Algunos analistas hablan de un "escenario Tiananmen". Temen una repetición de lo que hizo el gobierno chino para acabar con las manifestaciones pro-democracia en 1989.
"Espero que la situación se polarice más y dado el carácter del régimen, pienso que es cuestión de tiempo que recurran a sacar los tanques", esto es lo que decía un analista. Esta idea, a primera vista, parece ser confirmada por los acontecimientos. Las bandas de Ahmadinejad continúan con sus ataques a los estudiantes, que son vistos como los principales instigadores de las protestas. Esto significa crear una atmósfera de terror. De la noche a la mañana, miembros de la milicia de voluntarios basiji irrumpieron en las residencias universitarias en distintas ciudades iraníes. Los basijis asaltaron los dormitorios y golpearon a los estudiantes. Hicieron varias detenciones y el decano de la universidad en la ciudad de Shiraz ha dimitido.
Pero estas acciones no han conseguido acabar con el ambiente de protesta. Más bien ha representado echar más gasolina al fuego. A pesar de todos los intentos de las autoridades y de Mousavi de desconvocar la protesta del jueves, podemos predecir con seguridad que habrá hoy más protestas. La idea de que la insurrección está a punto de ser suprimida es no tener en cuenta el alcance del movimiento y sus efectos sobre el Estado. Si son ciertas las últimas noticias (y no tenemos razón para lo contrario) el control del aparato represivo por parte del régimen comienza a debilitarse. Juan Cole, profesor de historia de Oriente Medio en la Universidad de Michigan, que sigue la insurrección en su blog Informed Comment, escribe:
"La magnitud es distinta a la que tenían las primeras manifestaciones. En las primeras manifestaciones estudiantiles, la gente decía que los duros estaban haciendo mal las cosas. Lo que dicen los manifestantes actuales es que el régimen es tan corrupto y dictatorial que está corrupto hasta la médula".
En las primeras protestas, la clase media daba algo parecido a un apoyo, encendiendo las luces de sus automóviles cuando pasaban al lado de los estudiantes. El líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Kamenei, habló como un patriarca arrepentido, diciendo que lamentaba los estudiantes muertos y que no se debía castigar las personas que le criticaban. Después de los espasmos iniciales de violencia el presidente de turno, Mohammad Katamí, temiendo un mayor derramamiento de sangre, declinó pedir apoyo a sus seguidores.
El sentimiento general era de que todos debían irse a casa e intentar resolver los problemas en las urnas, decía Ervand Abrahamian, un experto en movimiento de oposición iraníes de Baruch College. Pero la oportunidad de ese tipo de compromiso ha desaparecido por el fraude electoral del viernes.
"Estos argumentos no funcionan ahora porque las urnas han demostrado ser un callejón sin salida".
Cómo avanzar
Un marxista real siempre está al lado de las masas revolucionarias. Nuestro deber es marchar junto a ellas, construir lazos con ellas y, tomando como punto de partida su nivel actual de conciencia, intentar abonar el movimiento con consignas socialistas revolucionarias claras. En el caso de Irán, esto significa que debemos plantear consignas democráticas revolucionarias muy audaces y consistentes, combinándolas con las reivindicaciones transicionales que llevan a la cuestión de una completa transformación revolucionaria de la sociedad.
Nuestro objetivo es el establecimiento de una República de Trabajadores y Campesinos Iraníes. Pero en este momento el movimiento revolucionario tiene un carácter muy heterogéneo. La clase obrera comienza a moverse, pero no ha aparecido aún con voz propia. Para poner su sello en el movimiento, la clase obrera debe participar en primera línea. Para ponerse al frente de la nación, el proletariado debe demostrar al conjunto del movimiento revolucionario que está luchando enérgicamente por las consignas democráticas con métodos revolucionarios.
¿Cómo es posible elevar el movimiento a un nivel superior, pasar más allá de las manifestaciones y avanzar hacia una solución decisiva? La clase obrera tiene el poder de que puede paralizar la sociedad y el Estado. Sin su permiso, no alumbra una bombilla, no se mueve una rueda ni suena un teléfono. Nos referimos a la huelga general. La idea de una huelga general se ha planteado pero no se ha llevado a cabo. ¡Esta es la cuestión clave!
Los trabajadores iraníes tienen muchos problemas propios: bajos salarios, malas condiciones, inflación, negación de sus derechos sindicales. Estas reivindicaciones de clase deben estar vinculadas con las consignas democráticas generales para lanzar una campaña amplia por una huelga general revolucionaria. Dada las enormes restricciones de la actividad sindical, esta campaña sólo la pueden llevar a cabo los shoras, comités de acción elegidos en los centros de trabajo. Pueden crear comités similares los estudiantes, campesinos, mujeres y todos los demás sectores de la sociedad que desean que su voz se escuche con consignas y quejas específicas. Los comités deben estar coordinados a nivel local, provincial y nacional.
Algunos dirán: ¡pero eso es difícil! Sí, la vida está llena de dificultades y no subestimamos los problemas. Pero es necesario dar alguna clase de perspectiva al movimiento, algún tipo de política y táctica coherente para que pueda avanzar. Y ¿cómo pueden decir que no hay bases objetivas para esta propuesta? El tamaño de las manifestaciones demuestra que la población hace mucho que anhela un cambio y busca una salida.
Además, esto no cae de las nubes. Los marxistas iraníes tienen ideas correctas pero son una minoría. Para ganar a la mayoría hacen falta dos cosas: la experiencia de las masas, que siempre aprenden muy rápidamente en el curso de una revolución, y nuestra capacidad de plantear las consignas oportunas y correctas que conecten con el movimiento real.
Una reivindicación que expresa las necesidades del momento es la asamblea constituyente revolucionaria. No se una cuestión de contar los votos amañados. No es cuestión de nuevas elecciones, ¿quién garantizará que no sucede lo mismo que en estas elecciones? Ahora es cuestión de un cambio total. Nada de eso basta. ¡Deben desaparecer el viejo régimen, sus políticos corruptos y su constitución reaccionaria! Exigimos un cambio total del panorama político sobre la base de una nueva Constitución totalmente democrática.
Siempre nos hemos opuesto al mal uso de esta consigna que algunos consideran una panacea para todos los males de la sociedad. Era inapropiada para un país como Argentina, donde existe desde hace tiempo la democracia burguesa. Era inapropiada para Bolivia en un momento en que el proletariado podía haber ido más allá y tomado el poder. Pero es totalmente apropiada para Irán, donde las masas están luchando por el derrocamiento de un régimen antidemocrático.
Como en la Rusia zarista, la lucha contra la autocracia es la primera tarea de la revolución socialista. Pero como en Rusia no es la última tarea. En realidad, las tareas de la revolución democrático burguesa en ambos casos están inseparablemente unidas a las tareas de la revolución socialista. Como en Rusia, también en Irán, la burguesía es corrupta y reaccionaria. Los liberales burgueses han demostrado que no capaces de luchar seriamente contra las fuerzas de la reacción. Si ellos dan algún paso adelante, es sólo porque son impulsados por el movimiento de las masas. Y tan pronto como el movimiento decae, llegarán a algún acuerdo podrido con los ayatolás. ¡En estas personas no se puede depositar ninguna confianza!
El proletariado iraní es mucho más grande y fuerte que la clase obrera rusa en 1917, tiene poderosos aliados en el campesinado, los pobres urbanos, las mujeres oprimidas, los estudiantes e intelectuales revolucionarios. Esas son las verdaderas fuerzas vivas de la revolución iraní. En las primeras etapas de la revolución, cuando las tareas democráticas están en el orden del día, el proletariado debe luchar por ponerse a la cabeza de la nación por la defensa más enérgica de las consignas democráticas, particularmente la asamblea constituyente.
Sin embargo, el proletariado no debe subordinar sus intereses de clase a las demandas de los demócratas pequeñoburgueses sino que deben presionar para imponer sus propias consignas. La burguesía cobarde y reaccionaria iraní quedará al descubierto como un obstáculo a las aspiraciones democráticas de la población. Sólo la clase obrera puede ganar la batalla por la democracia, como un subproducto de la lucha revolucionaria por el socialismo y por una república de trabajadores y campesinos iraníes. El movimiento se mantendrá o caerá en la medida que la clase obrera sea capaz de ponerse al frente de él.
Londres, 18 de junio de 2009
Fuente: El Militante