La lucha contra el gobierno Berlusconi en Italia ha entrado en una nueva fase con la huelga general convocada por la principal confederación sindical, CGIL, el pasado 12 de diciembre. Después de varios meses caracterizados por una amplia movilización de la juventud y algunas capas de trabajadores contra las privatizaciones y recortes en el sistema educativo, la clase obrera ha comenzado a poner su sello en la situación, y lo ha hecho con fuerza.
La huelga fue convocada para protestar contra la política económica del gobierno frente a la crisis actual. Para el capitalismo italiano la crisis mundial llega acompañada por problemas nacionales especiales. La economía italiana está en declive, además está empantanada con corrupción, parasitismo y atraso. Berlusconi, en estrecha relación con las asociaciones empresariales, ha conseguido dividir el movimiento sindical, ganando el apoyo de dos confederaciones sindicales, la CSIL (cristiana) y la UIL (centro izquierda), y "aislar" a la CGIL y a sindicatos más pequeños. Su plan es la destrucción del sistema nacional de negociación colectiva, llevar a cabo más recortes en el estado del bienestar, además de más privatizaciones.
Éxito de la huelga
Para la dirección de la CGIL esta huelga era una oportunidad de romper su "aislamiento" y demostrar el apoyo masivo que tiene entre los trabajadores. Los dirigentes de la CGIL, que estaban dispuestos a firmar cualquier tipo de acuerdo a espaldas de los trabajadores durante el anterior gobierno de centro izquierda de Prodi, tiende a adoptar una posición más combativa cuando está en el poder la derecha, más importante aún, cuando ésta amenaza con excluir al sindicato de las negociaciones. Por miedo a perder el control de las fuerzas sociales que ellos evocan, cuando finalmente convocan la huelga, lo hacen de la manera más cobarde posible, no como el primer acto de una lucha frontal, sino simplemente como una "advertencia" para el gobierno y los empresarios. Esto se pudo comprobar, por ejemplo, en la cuestión de la duración de la huelga: sólo cuatro horas en algunas industrias y en otras todo el día.
A pesar de la falta de entusiasmo por parte de los dirigentes sindicales, la huelga estaba más que justificada. Las condiciones sociales en el país son espantosas, los precios han subido de manera desproporcionada con relación a los salarios, durante estos últimos años existe un percepción generalizada de una continúa erosión de los niveles de vida para la mayoría de la población. Según una encuesta de la CGIL, al menos 10.000 empresas italianas están en crisis debido a la recesión mundial. FIAT ha cerrado todas sus plantas durante un mes, dejando a sus trabajadores sin salario. Los jóvenes están muy afectados por este ambiente de pesimismo ante el futuro de la economía. A principios de este año un periódico de derechas propiedad del hermano de Berlusconi, inició una campaña llamada: Creo en Italia, que rebela la preocupación que ellos tienen ante el sentimiento generalizado de rabia y falta de esperanza entre la población, sentimientos que se pueden convertir fácilmente en una rebelión. El movimiento estudiantil con su consigna: No pagaremos vuestra crisis, también es una expresión de este proceso.
Un problema trágico que se ha convertido en un foco de atención para el movimiento obrero son los accidentes laborales. La codicia, la falta de controles, la corrupción, el trabajo temporal e ilegal (sobre todo entre los inmigrantes) han provocado un horrible aunque silencioso número de muertes entre los trabajadores en Italia, 1.170 muertos en 2007 y en 2008 se espera que la cifra supere de nuevo los 1.000 trabajadores. Para recordar a estos mártires de la clase obrera, los militantes de la CGIL se manifestaron durante la huelga con crespones negros en las banderas. Los estudiantes y trabajadores están unidos en este dolor, ya que el 22 de noviembre un estudiante de 18 años, Vito Scafidi, murió en Turín cuando el techo de su instituto se derrumbó debido a la falta de mantenimiento adecuado debido al insuficiente presupuesto con cuenta la educación pública.
Dada esta situación, no es sorprendente que la huelga fuese un éxito. A pesar del mal tiempo (diluvió literalmente en Roma), más de 200.000 personas se manifestaron en Bolonia donde habló el secretario nacional de la CGIL en el mitin, además hubo otras manifestaciones grandes con decenas de miles de trabajadores y estudiantes en Milán, Turín, Venecia, Florencia, Roma, Nápoles, Cagliari y en otras 100 ciudades. Los metalúrgicos fueron a la huelga con una participación superior al 50 por ciento en empresas importantes y un 90 por ciento en las empresas clave, el 45 por ciento de los trabajadores de la enseñanza también fueron a la huelga.
Otros sindicatos más pequeños y combativos, como el CUB, COBAS y SdL, también se unieron a la huelga convocada por la CGIL defendiendo un paro de 8 horas ese mismo día elegido por la federación sindical más grande. Fue una decisión correcta que los marxistas apoyamos totalmente, incluso aunque estas organizaciones con frecuencia convocaron manifestaciones esperadas en distintos lugares, con el resultado de aislarse del grueso de los trabajadores. Las mismas tácticas equivocadas fueron adoptadas por algunas organizaciones juveniles radicales, pero en muchos casos los estudiantes permanecieron junto a los trabajadores. En un intento de separar a los estudiantes de los trabajadores en huelga, el gobierno inmediatamente antes del 12 de diciembre dio más concesiones, modificó la implantación de algunas partes controvertidas de la reforma educativa. Eso no evitó que miles de estudiantes de secundaria y universidad participaran en las manifestaciones, en realidad, reveló la debilidad del gobierno y la posibilidad de una victoria total del movimiento.
La plataforma reivindicativa de la huelga
Esta huelga se basó en una plataforma reivindicativa que estaba lejos de ser radical. Aún así, defendía la marcha atrás de los últimos ataques del gobierno (el borrador de presupuesto, las contrarreformas educativas, etc.,) y el lanzamiento de un Plan Anti-crisis de urgencia. Si se implantara durante dos años ese plan según los dirigentes sindicales impulsaría el PIB italiano un 1,5 por ciento.
Es muy poco comparado con la terapia de choque que necesita la economía italiana. El carácter reformista de esta propuesta también es evidente cuando los "expertos" de la CGIL explican de dónde deben salir los recursos para ese programa. Proponen ajustar el presupuesto actual, utilizando una manera diferente de recaudar el dinero de impuestos y exigen una posición más flexible de la Unión Europea en cuanto a los límites de la deuda pública. En la práctica, esto significa aumentar el gasto público sin modificar la actual estructura social y la distribución de la riqueza, acumulando aún más deuda (concentrada en manos de un puñado de acreedores ricos, sobre todo bancos y otras instituciones financieras, con frecuencia con base en el extranjero). ¡Es básicamente el keynesianismo caduco! Desde un punto de vista marxista, esta inutilidad socialdemócrata no puede tratar seriamente el punto central del problema. El ciclo económico capitalista no se puede evitar, sólo puedes "suavizar" la recesión inyectando crédito a costa de hacer que la próxima crisis se aún más severa. La crisis actual también es profunda precisamente debido al exceso de crédito del período reciente. Si los trabajadores no deben pagar la crisis, como aparecía en las pancartas de los huelguistas, alguien debe hacerlo, y ese alguien sólo puede ser los banqueros, los intermediarios, los grandes capitalistas y los terratenientes.
A pesar de estas debilidades fundamentales, la plataforma reivindicativa de la CGIL también contenía una serie de reivindicaciones que, aunque no van demasiado lejos, expresaban de alguna forma necesidades vitales de los trabajadores italianos. Un ejemplo es la petición de subsidio de desempleo para todos aquellos que pierden sus empleos como resultado de la crisis actual, incluidos aquellos que realmente no tienen derecho porque tenían empleos temporales. Esta reivindicación es un paso adelante, aunque sería más correcto defender el final de la temporalidad laboral, un proceso que comenzó con el gobierno de centro-izquierda sin ninguna oposición de la burocracia sindical.
La CGIL también reivindica medidas para apoyar a las familias con bajos ingresos y ayudar a las personas a pagar sus hipotecas. Los marxistas estamos claramente a favor de estas medidas, pero también exigimos una escala móvil de precios y salarios, controles de precios, la marcha a atrás de las privatizaciones como una manera de detener el aumento de las tasas y costes de los servicios, un plan masivo de vivienda pública financiada por el estado para proporcionar vivienda barata y de calidad a las familias obreras.
La CGIL está defendiendo medidas para apoyar la "inversión", de esta manera delega una vez más en el sector privado la creación de riqueza y empleo. La experiencia ha demostrado que este tipo de "apoyo" termina sólo beneficiando al beneficio privado con muy poco (si no es nada) para la población en general. El Estado debería invertir directamente y bajo el control de los trabajadores en proyectos que sean socialmente útiles, como la construcción de nuevas escuelas, hospitales y carreteras, recursos energéticos renovables, etc.,
La CGIL correctamente incluye también a los trabajadores inmigrantes en su lista de reivindicaciones, exigiendo derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes clandestinos y prohibir la deportación de aquellos inmigrantes que han perdido su empleo debido a la crisis económica (un efecto perverso de la ley racista Bossi-Fini). Estamos de acuerdo con esta propuesta, pero estas propuestas son defendidas como una iniciativa de emergencia sólo para tiempos de recesión, mientras que al mismo tiempo los dirigentes d la CGIL acepta explícitamente como algo necesario las cuotas de inmigración, aunque deben ser "dirigidas de una manera más positiva y eficaz". Todo lo contrario, las cuotas de inmigración, que establecen un número artificial de inmigrantes a los que se van a respetar sus derechos cada año, obligan a los demás a estar en situación de ilegalidad sin derechos y sometidos a la sobre-explotación y al chantaje de los empresarios.
Las contradicciones y la naturaleza limitada de las reivindicaciones de la CGIL tienen el efecto claro de limitar el entusiasmo entre la base del sindicato hacia sus propios dirigentes. En la crisis actual, el movimiento obrero requiere de una política más audaz. En el próximo período los trabajadores no tendrán otra elección sino movilizarse una y otra vez, en el proceso de construcción de una dirección sindical más combativa.
La lucha continúa
La oposición burguesa representada por el Partido Democrático (PD) no está realmente ganando nada de los movimientos que se están desarrollando en el país. A pesar de la caída de apoyo del gobierno en las encuestas a escala nacional, las últimas elecciones en la región de Abruzzo dieron como resultado mayoritario una coalición de gobierno de derechas. El resultado para los demócratas fue especialmente mal, pero el ganador real fue la abstención, un 47 por ciento (la participación electoral en Italia normalmente es muy elevada). Esto demuestra la falta de confianza de muchos italianos respecto a los principales políticos.
Todo esto no es sorprendente, porque la oposición parlamentaria oficial (sobre todo el Partido Democrático y otros dos partidos burgueses, la izquierda no obtuvo parlamentarios en las pasadas elecciones) no es una verdadera oposición. En una reciente discusión sobre aumentar la edad de jubilación para las mujeres a 65 años (ahora es de 60), la ministra en la sombra del PD para igualdad de oportunidades, Vittoria Franco, que se suponía debía criticar los ataques del gobierno a las condiciones de las mujeres, ofreció "una alianza" a la derecha para aprobar esta legislación reaccionaria. No es de extrañar que la gente no vea gran diferencia entre el gobierno presidido por Berlusconi y sus amigos del gabinete en la sombra.
La tarea del ala más avanzada del movimiento sindical y de Rifondazione Comunista (el principal partido de izquierdas) es proporcionar una alternativa a la crisis del capitalismo. En este contexto, la corriente marxista FalceMartello, seguidores de la Corriente Marxista Internacional en Italia, parte activa en Rifonzacione Comunista y en la CGIL, tiene un papel importante que jugar organizando a los mejores activistas del movimiento obrero y estudiantil alrededor de un programa marxista y métodos de lucha correctos, para encontrar una salida revolucionaria a la crisis.
Source: El Militante