En la primavera de 2006, millones de trabajadores inmigrantes inundaron las calles de los Estados Unidos para decir "¡Ya basta!" Un ultra reaccionario proyecto de ley de "reforma migratoria" defendido por el republicano de Wisconsin Jim Sensenbrenner fue el desencadenante, pero la frustración acumulada durante décadas, así como las peligrosas condiciones de trabajo, los bajos salarios, la discriminación, y el miedo constante a las redadas y deportaciones habían alcanzado el punto álgido. La voluntad arrolladora y la determinación para luchar desbordaron los límites "seguros" de las organizaciones tradicionales por los derechos de los inmigrantes y asociaciones benéficas sin fines de lucro.
Estas organizaciones carecían de cualquier perspectiva de lucha de clases, ni mucho menos confiaban en que las masas pudieran tomar su destino en sus propias manos. Durante décadas, se habían contentado con brindar asistencia jurídica, bancos de comida y una palmadita condescendiente en la cabeza. Los millones de personas que salieron a la calle el Primero de mayo—"día sin un inmigrante"—reclamaban nada menos que la Amnistía y verdadera igualdad.
Quienes participaron en esa lucha espectacular sólo podrían compararla con los inicios de una revolución. Pero desgraciadamente, al igual que le ocurre a tantas otras explosiones espontáneas de la lucha de clases, a este movimiento de masas constituido por la capa más oprimida de la clase obrera, le faltaba una dirección eficaz. En lugar de extender la lucha, conectándola más ampliamente con el movimiento obrero y la clase obrera y transformándola en una ofensiva contra los ataques de la patronal y su gobierno, el movimiento se descarriló ante las cortes, la legislatura, y el Partido Demócrata. Se perdió una oportunidad de oro.
Los trabajadores inmigrantes ya habían mostrado el camino a seguir mucho antes de que estallara la burbuja inmobiliaria y la crisis económica, antes de que se generalizaran los ataques y los planes de austeridad, y mucho antes de Wisconsin y el movimiento “Occupy”. Con una dirección genuina, hoy, la situación de los trabajadores en los Estados Unidos sería totalmente diferente. Al final, la "reforma migratoria" no pudo aprobarse, aunque G.W. Bush lo intentó con una propuesta más "moderada" que la de Sensenbrenner: un programa centrado en la aplicación de la ley que militarizaría la frontera, ampliaría los programas de trabajadores temporales, implementaría un sistema electronicco de autorización de empleo para todos los trabajadores (“E-Verify”), impondría multas y sanciones, y ofrecería el "camino a la ciudadanía" para los inmigrantes indocumentados. ¿Les suena? Posiblemente, porque en esencia, esto es precisamente lo que propone el Presidente demócrata Barack Obama.
El capitalismo americano requiere mano de obra inmigrante. Manteniendo los salarios bajos de estos trabajadores, pueden disminuir los salarios y las condiciones laborales en todos los ámbitos y tener la ventaja adicional de poner a los inmigrantes de chivo expiatorio por "robar puestos de trabajo". Esta estrategia de “divide y vencerás” no es nada nuevo. Los capitalistas han utilizado el racismo y la discriminación para perpetuar su sistema durante siglos. Lo que más temen es una clase obrera unida y consciente del hecho de que a través de la lucha militante, se puede luchar contra la patronal y ganar.
La reforma propuesta por Obama es una reforma pro-capitalista destinada a facilitar la explotación de estos trabajadores por las grandes empresas. Aunque se han incrementado las redadas y deportaciones bajo su gobierno, los 11 millones o más de inmigrantes indocumentados son esenciales para la economía estadounidense. La "reforma" simplemente busca reconocer y legislar el status quo. En la actualidad, millones de trabajadores viven escondidos, en la sombra y el mercado negro. Con los registros, las multas, y el pago de impuestos atrasados se pretende ejercer más control sobre el paradero y las actividades de los trabajadores inmigrantes y también ingresar más dinero a la tesoreria del Estado. Se prevé una ampliación masiva de los llamados programas para "trabajadores huespedes", especialmente en la agricultura, lo que supone un obstáculo a los esfuerzos por sindicar esta industria.
Estos trabajadores reciben visas de trabajo temporales y pueden ser deportados en cualquier momento por cualquier razón: como la de tratar de formar un sindicato. Asimismo, los trabajadores indocumentados a los que se les ofrece un "camino a la ciudadanía" estarán en una especie de limbo durante años o incluso indefinidamente.
No se ha solucionado ninguno de los problemas fundamentales que desataron las luchas de masas de 2006, ni se ha resuelto ninguna de las contradicciones en América Latina que conducen a millones de personas a abandonar sus hogares y familias en busca de trabajo al norte de la frontera. En todo caso, la olla a presión es más explosiva que nunca.
De aprobarse esta reforma, es verdad que podría verse un aumento en la sindicalización. Pero esto no justifica el respaldo que Richard Trumka y otros dirigentes de la AFL-CIO, aliados con la pro-capitalista Cámara de Comercio, ofrecen a la propuesta de Obama. ¡Los trabajadores se merecen algo mejor y no deberían conformarse con menos! ¡El aceite y el agua no pueden mezclarse! No se pueden conciliar los intereses de los trabajadores y los intereses de los capitalistas. Es precisamente esta política de colaboración de clases de parte de los líderes sindicales las que han llevado a los trabajadores estadounidenses a un callejón sin salida.
La única solución consiste en una política de independencia de clase. Los sindicatos tienen que romper definitivamente con las grandes empresas y sus partidos políticos. Basándonos en el poder de la clase obrera unida, podemos luchar contra la austeridad de la patronal y ganar. Mediante la construcción de un partido obrero de masas que represente a todos los trabajadores, se pueden aprobar leyes que beneficien a todos los trabajadores. Luchando por el socialismo, podemos abolir las fronteras artificiales que nos dividen y acabar con el sistema capitalista explotador y racista de una vez por todas.
Nuestro programa:
La Liga Internacional de los Trabajadores y la revista “Socialist Appeal” defienden la legalización inmediata e incondicional de todos los inmigrantes indocumentados. Plenos derechos y amnistía para los trabajadores inmigrantes y sus familias. Remuneración igual a igual trabajo. Derecho a formar y afiliarse a sindicatos. Acabar con todos los controles racistas de inmigración y asilo. Derecho de residencia y ciudadanía dual. Derecho a hablar en su propia lengua. Acceso a la Seguridad Social con igualdad de beneficios para todos. No a los programas de "trabajadores huespedes". Reunificación familiar y fin inmediato a las redadas y deportaciones. No a los muros fronterizos, no a la militarización y represión en la frontera. Por la unidad de la clase obrera: movilizar el movimiento obrero para combatir el racismo y la discriminación y mejorar las condiciones de todos los trabajadores.
Si deseas unirte a nosotros o para más información, visita: www.socialistappeal.org o contacta con nosotros en wil@socialistappeal.org / 612-293-9247
Fuente: Inmigración: Legalización inmediata e incondicional para todo (Socialist Appeal, United States)
Un nuevo volante sobre el tema de la inmigración. La única solución consiste en una política de independencia de clase. Los sindicatos tienen que romper definitivamente con las grandes empresas y sus partidos políticos. Basándonos en el poder de la clase obrera unida, podemos luchar contra la austeridad de la patronal y ganar. Mediante la construcción de un partido obrero de masas que represente a todos los trabajadores, se pueden aprobar leyes que beneficien a todos los trabajadores. Luchando por el socialismo, podemos abolir las fronteras artificiales que nos dividen y acabar con el sistema capitalista explotador y racista de una vez por todas." Tambien disponible en inglés.