La clase obrera gallega responde masivamente en las calles.
La huelga general del 29-S encontró uno de sus principales bastiones en Galicia. Asistimos a una movilización susperior a la del 20-J de 2002, con un 80% de seguimiento. Este éxito no se puede apuntar en exclusiva a una sola central sindical, aunque es cierto que jugó un papel el hecho diferencial que supone una central sindical nacionalista como la CIG que, a diferencia de ELA y LAB, se suma a una convocatoria estatal. El éxito corresponde a la clase obrera gallega en su conjunto.
En Vigo, corazón proletario de Galicia, la Huelga General empezó a las 22:00 horas, con la entrada del turno de noche de Citröen. El piquete no era muy numeroso, éramos en torno a 50, pero conseguimos obstaculizar las tres entradas a la fábrica, a pesar de la presencia de 4 furgones policiales. Los pocos trabajadores que intentaron entrar tuvieron que pasar protegidos por un cordón policial. Había en las inmediaciones otro grupo de trabajadores que, al ver la presencia del piquete, desistieron de entrar y se dieron la vuelta. De unos 1500 trabajadores del turno de noche entraron finalmente unas pocas decenas, número insuficiente para continuar con la cadena de montaje en funcionamiento. A las 22:30 se nos comunicó que la cadena de montaje había parado. Esto suponía la paralización de toda la industria auxiliar del sector de la automoción en la comarca (unos 50.000 trabajadores). Hay que destacar que en Citröen el sindicato mayoritario es amarillo (montado y vinculado directamente a la dirección de la factoría), pero, por primera vez, no se opuso abiertamente a una huelga, sino que dejó libertad de acción.
Tras el anuncio, nos trasladamos en coche hasta el local de la CIG (soy afiliado a este sindicato, mayoritario en Galicia). Llevamos con nosotros a un delegado sindical del sector del automóvil, que nos contó lo quemado que estaba por las maniobras de la dirección de la CIG y lo tarde que llegaba esta huelga.
Una vez en el local, se celebró una asamblea con más de 200 asistentes, donde se intentó organizar la acción de los piquetes y la propia manifestación. La asamblea fue bastante caótica. Predominó la sensación de desorganización, hubo voces discrepantes, que pedían intervenir decididamente en las empresas donde hubiera coacciones de la dirección hacia los trabajadores. Cuando tomó la palabra Antolín Alcántara, secretario de Acción Sindical, se hizo el silencio, y marcó la línea oficial: la huelga va a salir bien, lo importante es la manifestación y hay que concentrarse en aquellos sectores donde somos más fuertes.
A continuación, salimos en un piquete rumbo al centro para, supuestamente, confluir con los piquetes de CCOO y UGT. Éramos en torno a 100, menos de lo esperado y menos que en otras huelgas. Al piquete se incorporaron un grupo de 30-20 independentistas lumpenizados (litrona en mano), que protagonizaron enfrentamientos al cerrar algunos bares, encarándose con los clientes, provocando a la policía, que nos iba siguiendo, quemando contenedores, rompiendo lunas, e incluso insultando a miembros del piquete. En vez de confluir con el piquete de CCOO-UGT, más pequeño que el nuestro, pasamos de largo, tras 2 minutos mirándonos frente a frente, en los que se mascaba una tensión contenida, reflejo de la ruptura de la unidad sindical en Galicia tras la última huelga del metal, que ha dejado muchas cicatrices abiertas. Esa es una de las peores noticias que nos dio la huelga: el sectarismo de la dirección de la CIG, que parecía que había convocado la huelga ella sola, un sectarismo que ha calado en importantes sectores de los afiliados de base.
Al constatarse que íbamos a tener problemas con los independentistas jugando el papel de reventadores, la CIG decidió volver al local, dejando aislados a estos elementos, ajenos por completo al trabajo sindical.
Por la mañana, las noticias se acumulaban, anunciando un éxito tras otro: el cierre del Corte Inglés, el Faro de Vigo (el periódico más leído del Sur de Galicia) no iba a salir a la calle, el Puerto paralizado, los autobuses urbanos por debajo de los servicios mínimos. Al dar un paseo por la calle, se constataba que Vigo se había convertido en una ciudad fantasma, con TODO cerrado, hasta los chinos. Todos coincidían en que hasta el día de Año Nuevo había más actividad. Incluso Unísono, empresa de telemarketing con 900 trabajadores que estaban siendo objeto de fuertes presiones para no ir a la huelga, fue obligada a cerrar.
La manifestación de UGT y CCOO salió a las 11:00, con una pequeña presencia de militantes de IU-PCG (unos 30) y de CNT. Cuando echó a andar ya se veía que ocupaba buena parte de Gran Vía (más de un kilómetro). Al llegar a la altura de Urzaiz coincidimos con la otra manifestación, convocada a las 12:00 por CIG. En el punto de encuentro había mucha gente, pero poco a poco fue llegando más y más, de forma que al echar a andar la manifestación, estuvimos quietos una media hora viendo pasar gente, sin que llegara nunca la cola. Mi apreciación es que había más manifestantes que en la de UGT-CCOO. El ambiente que se respiró en ambas movilizaciones fue de euforia por el éxito de la huelga y de confianza en el futuro, “había que seguir movilizando”. El ejemplo de Francia salía en todas las conversaciones. Resultado: Vigo y su comarca estaban completamente parados, más que en la Huelga de 2002. La afluencia a las manis, que yo calculo en 40.000 UGT-CCOO y 50.000 CIG, fue superior.
Por lo que respecta al resto de Galicia, en A Coruña las manifestaciones agruparon a 30.000 personas, con una incidencia del paro muy grande: paró el puerto, el aeropuerto, no salió La Opinión de A Coruña, los polígonos industriales incluyendo Inditex (Zara) estaban vacíos. En Ferrol, con 15.000 manifestantes, pararon los astilleros, Pull and Bear y, un hecho histórico, el Alcampo de A Gándara. Aquí fue clave la participación de CCOO agrupando a los sectores más combativos, a diferencia de otros puntos de Galicia donde cumple ese papel la CIG. Esto se debe a la fuerte presencia del antiguo Sector Crítico en la comarca. En Santiago, con 10.000 manifestantes, destacó el bloqueo de Mercagalicia, en el Polígono del Tambre, que dejó desabastecidos a los principales mercados y la paralización de la maderera Frinsa.
A pesar de que el trabajo previo había sido flojo, de que los piquetes estaban más débiles y desorganizados que nunca, y su incidencia fue pequeña y localizada, el éxito total y sin paliativos de la huelga demuestra que hay predisposición a la lucha y cabreo con las medidas del gobierno y con la Xunta de PP. Ahora está en manos de las direcciones sindicales dar forma a esta fuerte corriente de fondo que salió a la luz en las calles el 29-S y continuar la lucha contra los recortes.
Fuente: Corriente Marxista Internacional