En la primera década del siglo XXI, la raza humana se encuentra en una encrucijada. Por un lado, los logros de la ciencia y la tecnología modernas han proporcionado los medios de resolver todos los problemas que nos han plagado durante toda la historia. Podemos erradicar enfermedades, terminar con el analfabetismo y la falta de vivienda y hacer florecer los desiertos.
Por otro lado, la realidad parece burlarse de estos sueños. Los descubrimientos de la ciencia son utilizados para producir armas de destrucción masiva cada vez más monstruosas. Se mire por donde se mire hay pobreza, hambre, analfabetismo y enfermedad. El sufrimiento humano existe a escala masiva. Riqueza obscena florece al lado de la miseria.
Podemos poner a un hombre en la luna, pero todos los años ocho millones de personas mueren simplemente porque no tienen suficiente dinero para vivir. Cien millones de niños nacen, viven y mueren en las calles, y no saben lo que es tener un techo sobre sus cabezas.
El aspecto más destacable de la situación actual es el caos y la turbulencia que afecta a todo el planeta. Hay inestabilidad a todos los niveles: económica, social, política, diplomática y militar. Por un lado y otro hay guerra o amenaza de guerra: a la invasión de Afganistán le siguió la ocupación incluso más sangrienta y criminal de Irak. Después hemos tenido la guerra más reciente entre Israel y Líbano y la invasión Israelí de Gaza, las guerras en Darfur, en Somalia, en Uganda. En el Congo unos cuatro millones de personas han sido asesinados en los últimos años y la ONU y la llamada comunidad internacional no ha levantado un dedo.
La mayoría de la gente huye de esto horrorizada. Parece como si el mundo se hubiera vuelto loco de repente. No obstante, semejante respuesta es inútil y contraproducente. Como marxista, no acepto que la historia no tenga sentido ni que la presente situación a la que se enfrenta la raza humana es meramente la expresión de locura o de maldad heredada por los hombres y las mujeres. El gran filosofo Spinoza dijo alguna vez: "¡Ni reír ni llorar, sino comprender!" Ese es un buen consejo, porque, si no somos capaces de comprender el mundo en el que vivimos, nunca seremos capaces de cambiarlo.
Una crisis global del sistema
La mayoría de la gente cree que la sociedad es algo fijo en todo momento, y que sus valores morales, religiosos e ideológicos son inmutables, al igual que lo que llamamos la "naturaleza humana". Pero el más pequeño conocimiento de la historia demuestra que esto es falso. La historia se manifiesta como el ascenso y la caída de diferentes sistemas socio económicos. Igual que cualquier hombre o mujer, las sociedades nacen, se desarrollan, alcanzan sus límites, entran en declive y finalmente son derrocados por una nueva formación social.
En última instancia, la viabilidad de un sistema socio económico dado se determina por su habilidad a desarrollar las fuerzas productivas, ya que todo lo demás depende de esto. Esto no quiere decir, como los críticos del marxismo a menudo alegan, que Marx "redujo todo a la economía". Muchos otros factores entran en la compleja ecuación: religión, política, filosofía, moralidad, la psicología de diferentes clases y las cualidades individuales de los líderes. Pero estas cosas no caen de las nubes, y un análisis cuidadoso demostrara que son determinadas -aunque de una forma contradictoria y dialéctica- por las circunstancias históricas reales y por las tendencias y procesos que son independientes de la voluntad de los hombres y las mujeres.
La perspectiva de una sociedad que se encuentra en una fase de ascenso, que está desarrollando los medios de producción y avanzando los horizontes de la cultura y la civilización es muy diferente a la psicología de una sociedad en un estado de estancamiento y declive. El contexto histórico general determina todo. Afecta el clima moral prevaleciente, la actitud de los hombres y las mujeres hacia las instituciones políticas y religiosas existentes. Incluso afecta la calidad de líderes políticos como individuos. Es suficiente comparar a Abraham Lincoln con George W. Bush para ilustrar este punto.
El capitalismo en su juventud fue capaz de unas hazañas colosales. Desarrolló las fuerzas productivas hasta un grado sin paralelo y, por lo tanto, fue capaz de ampliar las fronteras de la civilización humana. La gente sintió que la sociedad estaba avanzando, a pesar de todas las injusticias y explotación que siempre han caracterizado a este sistema. Este sentimiento dio lugar a un espíritu general de optimismo y progreso que fue el distintivo del viejo liberalismo, con su firme convicción de que hoy fue mejor que ayer, y mañana sería mejor que hoy.
Este ya no es el caso. En la primera década del siglo XXI, hay un sentimiento universal de miedo e inseguridad. El viejo optimismo y la fe ciega en el "progreso" han sido sustituidos por un profundo sentido de descontento con el presente y de pesimismo en relación al futuro. Esto es sólo un reflejo psicológico del hecho de que el capitalismo ya no es capaz de jugar ningún papel progresista en ningún sitio.
En el siglo XIX, el liberalismo, la principal ideología de la burguesía, defendía (en teoría) el progreso y la democracia. Pero el neo-liberalismo en el sentido moderno es sólo una mascara que cubre la fea realidad de la más rapaz explotación, el saqueo del planeta, la destrucción del medio ambiente sin la más mínima preocupación sobre el destino de las generaciones futuras. La única preocupación de las juntas directivas de las grandes empresas, que son los auténticos soberanos de los EEUU y del mundo entero, es la de enriquecerse a través del saqueo, la corrupción, el robo de los bienes públicos mediante la privatización y el parasitismo. Estos son los principales rasgos de la burguesía en su fase de decadencia senil.
‘La política por otros medios'
No tiene sentido abordar la guerra desde un punto de vista sentimental. Clausewitz señaló hace ya tiempo que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Los EEUU, que ahora es la única superpotencia mundial, gasta todos los años aproximadamente 500.000 millones de dólares en armas. Supone casi un 40 por ciento del total del gasto militar a nivel mundial. En contraste, Gran Bretaña, Francia y Alemania representan aproximadamente un cinco por ciento cada uno, mientras que Rusia, increíblemente, sólo supone un seis por ciento.
Consciente de su enorme poder, Washington sustituye diplomacia "normal" con el más desvergonzado acoso. Su mensaje es claramente brutal: "Haga lo que decimos o le bombardearemos y le invadiremos". En una entrevista reciente, el presidente de Pakistán, General Pervez Musharraf, reveló que inmediatamente después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, los EEUU amenazaron con bombardear su país "hasta hacerle retroceder a la Edad de Piedra" si no ofrecía su cooperación en la lucha contra el terrorismo y el Taliban.
Este caos sangriento refleja algo. Es un reflejo de las contradicciones insolubles a las que se enfrenta el imperialismo a escala mundial. Son las convulsiones de un sistema socio económico que ha agotado su potencial histórico y se encuentra en un impasse. Hemos visto situaciones similares en la historia mundial, y ejemplos de ellas son el largo declive del Imperio Romano o el periodo de decadencia del feudalismo.
El capitalismo senil, asediado con contradicciones insolubles por todos los flancos, encuentra su homólogo en el imperialismo más brutal que el mundo haya visto jamás. El imperialismo invadió Irak bajo el falso pretexto de que poseía armas de destrucción masiva. Argumentaron que Saddam Hussein era un dictador brutal que asesinó y torturó a su propio pueblo. Ahora la ONU se ha visto forzada a admitir que en el Irak ocupado la tortura y el asesinato rutinarios son endémicos. Según una encuesta de opinión reciente, 70 por ciento de los iraquíes piensan que la vida es peor ahora que bajo Saddam.
No contentos con la expoliación de Irak, Washington amenaza a Siria e Irán. Han provocado la desestabilización de Asia Central. Intentan constantemente derrocar al gobierno democráticamente elegido de Venezuela y asesinar al Presidente Chávez. Están conspirando a reducir a Cuba una vez más al estatus de semicolonia y organizan actos terroristas contra ella.
La "guerra contra el terrorismo" ha llevado a más terrorismo que nunca a escala mundial. Dondequiera que ponen pie, los imperialistas estadounidenses causan la más terrible destrucción y sufrimiento. Las espantosas escenas de muerte y destrucción en Irak y Afganistán recuerdan las palabras del historiador romano Tácito: "Y cuando han creado un páramo lo llaman Paz". Pero comparado al poder del imperialismo estadounidense, el poder del Imperio Romano era un juego de niños.
Un nuevo despertar
El problema fundamental es el sistema mismo. Los expertos económicos que argumentan que Marx estaba equivocado y que las crisis capitalistas eran cosas del pasado (el "nuevo paradigma económico") han demostrado estar equivocados. El actual auge tiene todas las características del ciclo económico que Marx describió hace mucho tiempo. El proceso de concentración de capital ha alcanzado proporciones asombrosas. Hay una orgía de OPAs y una monopolización creciente. Esto no lleva al desarrollo de las fuerzas productivas como en el pasado. Por el contrario, las fábricas son cerradas como si fueran cajas de cerillas y miles de personas se quedan sin trabajo.
Las teorías económicas del monetarismo -la Biblia del neo-liberalismo- fueron resumidas por John Kenneth Galbraith de la siguiente manera: "Los pobres tienen demasiado dinero, y los ricos no tienen suficiente". Niveles record de beneficios son acompañados por desigualdad record. The Economist recientemente señaló que "la única tendencia continua real en los pasados 25 años ha sido hacia una mayor concentración de ingresos en la cúspide". Una pequeña minoría es obscenamente rica, mientras que la proporción en los ingresos nacionales de los trabajadores se reduce constantemente y los sectores más pobres se hunden en una pobreza mas profunda. El huracán Katrina reveló al mundo entero la existencia de una subclase de ciudadanos norteamericanos viviendo en condiciones tercermundistas.
En los EEUU los trabajadores producen 30 por ciento más ahora que hace 10 años. No obstante, los salarios apenas han aumentado. El tejido social está bajo presión creciente. Hay un enorme aumento de las tensiones en la sociedad, incluso en el país más rico del mundo. Esto está preparando el terreno para una explosión incluso más grande de la lucha de clases. Este no es el caso sólo en los EEUU. Por todo el mundo, el auge económico va acompañado por alto desempleo. Las reformas y concesiones están siendo suprimidas. The Economist recientemente declaró que Italia, para volverse competitiva en los mercados mundiales, necesitaba despedir a 500.000 trabajadores y el resto tendría que aceptar una reducción salarial del 30 por ciento.
Durante un periodo, el capitalismo logró superar sus contradicciones mediante el incremento del comercio mundial (globalización). Por primera vez en la historia, el mundo entero ha sido arrastrado al mercado mundial. Los capitalistas encontraron nuevos mercados y avenidas de inversión en China y otros países. Pero esto ha alcanzado ahora sus límites. Los capitalistas americanos y europeos ya no son tan entusiastas de la globalización y el mercado libre, cuando montañas de productos baratos procedentes de China están amontonándose en el umbral de su puerta. En el Senado norteamericano se están alzando voces proteccionistas y se están volviendo cada vez más insistentes. La ronda de Doha del comercio mundial ha sido suspendida y las contradicciones son tan grandes que no hay acuerdo posible.
El inestable auge económico actual ya está agotándose. El auge consumista en los EEUU está basado en la relativa baja tasa de los intereses y en una basta extensión del crédito y la deuda. Estos factores se volverán en su contrario. Una nueva crisis está siendo preparada a escala mundial. Así, la globalización se revela como una crisis global del capitalismo.
Otro mundo es posible: el socialismo
Después de la caída de la Unión Soviética, los defensores del viejo orden se encontraban jubilosos. Hablaban del fin del socialismo e, incluso, del fin de la historia. Nos prometieron una nueva era de paz, prosperidad y democracia, gracias a los milagros de la económica de libre mercado. Ahora, sólo 15 años más tarde, estos sueños se han reducido a un montón de escombros humeantes. No queda piedra sobre piedra de estas ilusiones.
¿Cuál es el significado de todo esto? Estamos siendo testigos de la dolorosa agonía de un sistema social que ya no merece vivir, pero que rehúsa morir. Esto no debe sorprendernos. Toda la historia demuestra que ninguna clase dominante jamás cederá su poder y sus privilegios sin luchar. Esa es la auténtica explicación de las guerras, el terrorismo, la violencia y la muerte que son los principales rasgos de la época en que vivimos.
Pero también estamos asistiendo a los dolores de parto de una nueva sociedad: una sociedad nueva y justa, un mundo en condiciones de poder vivir en él. Como resultado de estos acontecimientos sangrientos, en un país tras otro, una nueva fuerza está naciendo: la fuerza revolucionaria de los trabajadores, campesinos y la juventud. En su reciente discurso en la ONU, el Presidente Chávez advirtió que "el mundo está despertando y por todos lados insurgimos los pueblos".
Estas palabras expresan una profunda verdad. Millones de personas están empezando a reaccionar. Las masivas manifestaciones contra la guerra en Irak han traído a millones a las calles. Eso era un indicio de los comienzos de un despertar. Pero al movimiento le faltaba un programa coherente para cambiar la sociedad. Esa era su gran debilidad.
George Bush está borracho de poder e imagina que su poder es ilimitado. Desgraciadamente, hay algunos en la izquierda que creen lo mismo. Pero están equivocados. Hay unos límites muy definidos al poder del imperialismo norteamericano. Hace casi medio siglo la revolución cubana desafió el poder del imperialismo estadounidense. Todos los intentos de derrotar la revolución cubana han fracasado. Pero Cuba fue aislada y sometida a unas presiones despiadadas por parte de los EEUU. Estas presiones aumentaron mil veces después de la caída de la URSS.
Pero ahora la situación está cambiando. Una oleada revolucionaria está barriendo América Latina. La revolución venezolana fue un terremoto que ha causado temblores a través del continente. Bolivia fue la siguiente, y ahora la oleada revolucionaria está arremetiendo contra las fronteras de los EEUU. El magnifico movimiento de las masas en México son la respuesta final a todos aquellos que argumentaban que la revolución ya no era posible. No sólo es posible, es absolutamente necesaria, si el mundo va a ser salvado del desastre inminente.
Los cínicos y los escépticos ya han tenido su oportunidad. Es la hora de quitarles de nuestro camino y llevar la lucha adelante. La nueva generación quiere luchar por su emancipación. Está buscando una bandera, una idea y un programa que le inspire y le lleve a la victoria. Eso sólo puede ser la lucha por el socialismo a escala mundial. La elección ante la raza humana es socialismo o barbarie.
Londres, 24 de septiembre 2006