El ejército de Pakistán ha jugado un papel más abierto que encubierto como institución estatal gobernante del país. Y como la institución más poderosa y organizada de un estado, como en todos los estados capitalistas, tiene un papel fundamental en la preservación y protección de los bienes, estatus social, privilegios y explotación económica de las clases dominantes locales y el imperialismo.
Juega un papel similar en India y en otros estados, aunque en estos países de manera más encubierta, oprime a millones de explotados para perpetuar el dominio del capital financiero y la explotación del trabajo en constante aumento. Esta prominencia del ejército en Pakistán, sin embargo, ha sido sometida a toda una seria de críticas y se han escrito varios libros sobre el papel del ejército.
Pero incluso los intelectuales más de izquierda miran al ejército como un único bloque y no se molestan en profundizar en la naturaleza de sus estructuras y las relaciones mutuas, contradicciones y enfrentamientos entre las distintas capas y sectores del ejército. Esta manera de ver la cuestión ha sido sobre todo el producto de una actitud que está imbuida de la teoría de la "etapa democrático nacional" de desarrollo como la solución a la crisis que se avecina. Con sus prejuicios preconcebidos, se han limitado a ver la situación desde un punto de vista reformista, es decir, la idea de mejorar y reformar el ejército como institución para que cumpla el papel defensivo "adecuado", un papel de ayuda y asistencia a la "burguesía democrática, liberal y progresista", que llevará a cabo las tareas de la revolución industrial que han recaído histórica y tradicionalmente sobre la clase capitalista.
Esta noción general y perspectiva ideológica es un error de principio a fin. El ejército sólo puede cumplir su papel como una institución de un estado burgués, como ocurrió en los países capitalistas desarrollados en el pasado cuando las clases dominantes, otras instituciones del Estado y el propio sistema económico jugaron un papel progresista en llevar a cabo las tareas de la revolución nacional burguesa. Este en absoluto es el caso actual de Pakistán.
La clase dominante pakistaní, debido a su tardía entrada en la escena histórica, tuvo que usurpar los recursos y plusvalía disponibles, en lugar de crearlos. La naciente burguesía pakistaní demostró su incapacidad para construir la infraestructura social y física necesaria, ni tampoco para llevar a cabo las tares que les tenía reservada la historia. Fue esta naturaleza parasitaria, de saqueo del Estado y de la sociedad para mantener sus tasas de beneficio, lo que creó tal crisis que sacudió al país desde su nacimiento. Para intentar controlar la inestabilidad que emanaba de toda esta situación, el ejército tuvo que intervenir para detener el rápido deterioro, aunque simplemente terminó agravando aún más este caos. La situación se encaminaba hacia unas condiciones tan anárquicas que podrían haber puesto en peligro el propio dominio del capital.
Llegar a la conclusión de que estos argumentos significan el apoyo a las acciones militares y las brutalidades de la ley marcial en Pakistán no sólo es absurdo, sino que expresa una idea preconcebida que está encerrada dentro de la jaula de la teoría de las dos etapas. Fue y es la tarea fundamental del ejército preservar el dominio capitalista y cuando esto se hizo imposible mediante los procedimientos burgueses legales "normales", intentó jugar el mismo papel con métodos extraordinarios, por muy brutales y violentos que fueran. Esa es la función del Estado y del ejército en la sociedad burguesa.
Por lo tanto, la noción de restringir el ejército a su papel "constitucional" dentro de una crisis galopante del sistema capitalista no es otra cosa que una absoluta utopía. El "dominio de la ley", la "independencia de la judicatura", el "buen gobierno", la "reforma de las instituciones" y la "democracia funcionando con tranquilidad" son todo producto de ilusiones vanas que ignora totalmente la realidad socio-económica y la horrenda crisis que la sociedad pakistaní está atravesando en este momento.
Lenin solía decir que la "política es economía concentrada". En estas condiciones tenemos que ver los factores sociales y económicos que son la causa real de los golpes militares. Pero en la historia de Pakistán también vemos la brevedad de estos períodos de dominio militar directo y lo represivas que han sido las leyes marciales. Si miramos de cerca los períodos actuales de represión directa y abierta mediante la ley marcial, son períodos cortos dentro de períodos más largos de dominio militar encubierto. Parece claro que el arma de la represión militar directa se esconde rápidamente una vez se ha utilizado contra la sociedad en general. De ahí la prisa precaria de todos los dictadores militares de retornar a la administración civil, políticos y sociedad civil, representantes dentro del régimen para perpetuar su dominio.
La judicatura en circunstancias normales sirve al ejército como una institución relacionada con las necesidades de los intereses creados de las clases dominantes. Por esa razón, estos dictadores militares fácilmente pueden manipular a la judicatura, expertos constitucionales, abogados multimillonarios y la intelectualidad reinante para convertirse en los presidentes "civiles" y las cabezas del Estado. El mariscal de campo Ayub Khan sólo fue capaz de obligar al ejército a imponer su dominio despótico directo durante un período inferior a dos años. En 1960 tuvo que elaborar una nueva constitución y convertirse en presidente civil. Incluso después del golpe del 27 de octubre de 1958, continuó con el gabinete civil que él había elaborado bajo la presidencia de Sikander Mirza, a quién destituyó de manera caballerosa. Yahya Khan mantuvo durante todo su mandato un gabinete civil. Incluso Zia ul Haq, cuya monstruosa ley marcial fue la más brutal y represiva de todas, utilizó ministros civiles, aunque todos ellos procedían de los partidos de derechas, sobre todo del neofascista Jamaat-e-Islami.
Estos partidos de derechas no pueden ser absueltos de los horribles crímenes cometidos por la dictadura de Zia contra la juventud radical de izquierdas y las masas explotadas de Pakistán, especialmente del genocidio perpetrado en Sind durante la insurrección de 1983 contra el despotismo de Zia ul Haq. Utilizó el conocimiento de expertos legales "respetados" como A. K. Brohi y Sharifud din Peerzada para manipular la ley, de acuerdo con las necesidades de su dominio dictatorial. Zulfiqar Alí Bhutto, que fue elegido sobre la base de un programa socialista, fue asesinado en la horca por los tribunales civiles, no por un tribunal militar.
El dictador Musharraf fue más allá que todos sus predecesores. Introdujo primero la democracia básica y municipal en el año 2000 aunque no basada en el sistema de partidos, como ocurría con Ayub Khan y Zia ul Haq. Fue la primera parte, y todos los partidos políticos participaron en este vergonzoso proceso electoral que dio cierta justificación legal básica y cierta credibilidad al régimen de Musharraf.
Después siguió y convocó elecciones con partidos en 2002. La mayoría de los partidos participaron en estas elecciones y fue el primer parlamento que completó su mandato en la historia de Pakistán. En este período utilizaron la táctica del palo y la zanahoria, pero la incapacidad de los partidos políticos, sobre todo del PPP (el único partido creado por las masas durante la revolución de 1968-69) fue más una consecuencia de su traición ideológica y de la adopción de un supuesto pragmatismo.
Sin embrago, la política de Musharraf también agravó otro proceso que se ha producido dentro de las instituciones durante las últimas cinco décadas. Se ha hablado y discutido mucho del fenómeno de la implicación del ejército en la política y la sociedad. No obstante, era el reflejo de un rápido aumento de la participación de la casta de oficiales en la economía y el capital financiero.
Durante el dominio británico una de las principales características fue el reparto de la tierra agrícola al personal militar, el tamaño dependía del rango. Este sentido de superioridad incluso entre los oficiales de carrera jóvenes y entre los que no venían de la carrera militar era palpable, porque conseguían mayores porciones de tierra que sus compañeros campesinos, la clase de la que procedían. De ahí que también el aspecto material de la lealtad durante el servicio militar. Y no sólo tenía una importancia secundaria. La casta de oficiales durante el dominio británico procedía casi en su totalidad de familias de la aristocracia agraria. Por esa razón se recompensaba a la casta de oficiales con grandes parcelas de tierra que se sumaban a sus ya grandes haciendas.
En realidad, el feudalismo en el subcontinente indio fue en sí mismo introducido por el Raj británico para acentuar su control y perpetuar su dominio. Comenzó en Bengala cuando en 1793 Lord Palmerston presentó en la asamblea de Bengala la "Permanent Settlements Act" (Ley de asentamientos permanentes). Esta medida creó una nueva clase de terratenientes que estaría obligada a servir al Raj. De esta manera consiguieron aplacar a Bengala que se había convertido en la vanguardia de la resistencia contra el Raj. Esta clase de nuevos señores feudales fue utilizada para explotar, contener y reprimir al campesinado que se sublevó en varias revueltas contra los británicos. También se entreveró un contenido religioso en la creación de esta aristocracia y, hasta cierto punto, coincidía con los intereses de clase creados por esta política.
Después de la creación de Pakistán, las estructuras de las fuerzas armadas continuaron existiendo y funcionando como antes. Incluso antes del golpe de 1958, la elite militar continuó controlando estos repartos de tierras bajo todos y cada uno de los gobiernos civiles. Después del comienzo del dominio militar directo con Ayub Khan, aparte de la intervención en la propiedad de la tierra en el sector rural agrario, los oficiales del ejército fueron introducidos en las instituciones del Estado para la administración de la industria, las financias, el comercio, la construcción y otros sectores. Los oficiales comenzaron a comprar acciones y bienes, de esta manera, una pequeña parte se convirtieron en empresarios industriales. Pero estos casos eran la excepción más que la norma. La mayoría de los oficiales de alto y medio rango retirados recibieron empleos bien remunerados en las empresas estatales y en otras instituciones civiles. Aunque el ejército hasta cierto punto participaba en la economía y el capital financiero, esto era muy limitado. La disciplina y la cohesión del ejército como fuerza de combate en determinados niveles se convirtió en un fervor nacionalista que aún pervive. La cadena de mando heredada de los británicos todavía funciona.
El imperialismo británico había desarrollado sus tácticas militares durante su larga experiencia en las guerras coloniales e inter-imperialistas. Los sargentos y barreneros británicos tenían una terrible reputación. Eran abusivos, insultantes, arrogantes y despiadados con los soldados e incluso con los oficiales de rango que se suponía les debían mandar después de graduarse en las academias militares. Aquellos sargentos con peor reputación por su brutalidad eran considerados los mejores. Eso era esencial desde el punto de vista de los dominadores británicos para la creación de un ejército muy disciplinado.
En todas las antiguas ciudades del subcontinente hay dos partes y dos estaciones de ferrocarril. Una es la ciudad y otra es el acuartelamiento. Los barracones e instalaciones militares eran las zonas de acuartelamiento, totalmente acordonadas y separadas de la población local. La mayoría de los soldados y jóvenes oficiales tenían estrictamente prohibido abandonar los cuarteles y traspasar el perímetro del acuartelamiento. Necesitaban un pase nocturno especial de los sargentos para poder entrar y salir. Se castigaba severamente el incumplimiento de este código de disciplina. El castigo iba desde guardias, los más leves, hasta un tribunal marcial para actos como el asesinato y la traición. La desgracia era tal que les marcaba para toda la vida. Estas prácticas continuaron en los ejércitos indio y pakistaní, la ley y las estructuras permanecieron tal y como practicaban y aconsejaban los británicos.
Durante la guerra estos actos y castigos se intensificaban y magnificaban. Sin embargo, con la semi-norteamericanización y la islamización del ejército pakistaní, con la rápida participación del ejército en las empresas, la empresa privada se adueñó de los acuartelamientos. Los negocios inmobiliarios florecieron porque los acuartelamientos estaban construidos en las mejores zonas de las ciudades, con mejores vistas, carreteras e infraestructura. Este ha sido un factor importante en la erosión de la disciplina del ejército burgués en Pakistán. Pero la guerra también tuvo el efecto de romper estos códigos y disciplina.
Sobre todo la derrota hizo inminentes las rebeliones. Después de la derrota del ejército pakistaní en la guerra de 1971, estalló una gran revuelta contra los papeleos y la propiedad de los oficiales. Bhutto pudo destituir con facilidad a 13 generales, algo imposible en otro período. Pero eso es todo lo que hizo. Tendría que haber llevado a la práctica la cláusula del manifiesto de 1970 del PPP, que establecía la disolución del ejército permanente para crear una "milicia popular" como alternativa para la defensa, pero no lo hizo. Precisamente la preservación de las estructuras del estado burgués es lo que en última instancia le llevó a la muerte.
Esto fue a pesar de que desde los años cincuenta, el entrenamiento militar avanzado había comenzado a trasladarse desde las instituciones británicas a las de EEUU, como Fort Brag, Detroit, etc., Durante los diecisiete días de la guerra de 1975 con la India, la derrota no fue tan dura y los medios de comunicación pudieron presentarla como una victoria. Los otros conflictos y males crónicos de Cachemira fueron un legado del imperialismo británico que explotaban continuamente y además fueron utilizados por el establishment y los medios de comunicación oficiales. Estos conflictos fueron utilizados para justificar presupuestos de defensa enormes y el aumento constante del gasto militar. La razón principal del gasto militar defendida y propagada por los imperialistas, las clases dominantes, el establishment, la intelectualidad chovinista y los medios de comunicación, era preparar a las fuerzas armadas más para sofocar la disidencia interna que para luchar en guerras externas. La participación del ejército pakistaní en dos guerras importantes, en 1967 y 1971, habla mucho de su capacidad de combate en los frentes externos.
Pero fue con el régimen despótico de Zia cuando el carácter y el papel del ejército pakistaní sufrieron un cambio drástico. El imperialismo norteamericano, uno de los principales patrocinadores del fundamentalismo islámico y del terrorismo religioso, en aquel momento apoyó completamente la islamización del ejército pakistaní. Aunque era contradictorio e hipócrita, fuerzas como la agencia de inteligencia israelí Mossad y otras instituciones occidentales participaron en el cambio de la causa ideológica y la base del ejército pakistaní, tampoco podría haber sido de otra manera.
La principal aventura en la que se implicó el ejército pakistaní fue en Afganistán, la mayor operación encubierta de la historia desatada contra un gobierno de izquierdas. Esta yihad se llevó a cabo con actos brutales de terrorismo, también supuso una gran cantidad de dólares en concepto de ayuda. Al principio, este dinero procedía de las generosas arcas de la monarquía saudí y de la derecha estadounidense, el lobby judío y el propio Tesoro norteamericano. Pero pronto la CIA desarrolló técnicas y laboratorios avanzados para refinar heroína de alta calidad procedente de los cultivos de opio de Afganistán, una zona que está a 1.500 kilómetros de la frontera con Pakistán, una zona donde el Estado tiene un control nominal o ninguno sobre las tribus de estas zonas montañosas.
Los oficiales de alto rango del ejército pakistaní y de las agencias de inteligencia participaron en esta operación patrocinada por la CIA y también fueron los que la pusieran en práctica sobre el terreno. Entraron en esta lucha que movía grandes cantidades de dinero procedentes del tráfico de drogas, creado para que la CIA financiase la yihad afgana. Las propuestas de Zia ul Haq a los indios en el este y su intento de mantener la paz con su "enemigo" tradicional hindú sólo tenían la intención de continuar la yihad y saquear Afganistán.
En esta orgía de destrucción y saqueo, él y su corte de generales amasaron grandes cantidades de dinero negro. Pero los generales militares con Zia, a pesar de que el ejército tenía la base ideológica del islam radical apoyado por EEUU, no estaban contentos con el capital negro procedente del tráfico de droga. Ellos tenían que compartir este dinero de la droga con los diferentes señores de la guerra, que cambiaban constantemente su lealtad, y con los dirigentes de los partidos fundamentalistas islámicos y mercenarios islámicos que participaban en esta insurgencia reaccionaria. Por esa razón comenzaron también a traficar con las armas norteamericanas destinadas a la yihad a través de las líneas de suministro pakistaníes bajo los auspicios de sectores del ejército pakistaní implicados en esta operación planificada por la CIA.
Acumularon y traficaron con grandes cantidades de munición y armamento con distintos grupos de la yihad de estas regiones. Estos islamistas les proporcionaban grandes márgenes de beneficio. Los estadounidenses se sorprendieron al descubrir esta corrupción cuando los helicópteros norteamericanos dispararon contra los sofisticados misiles Stinger, norteamericanos, en manos de los guardias republicanos islámicos iraníes en el Golfo Pérsico, a mediados de los años ochenta. Cuando el equipo norteamericano que investigaba este incidente entró en el espacio aéreo pakistaní en 1988, descubrieron el mayor arsenal de munición de Pakistán, el campo Ojri, cerca de Rawalpindi, donde estaba acumulado el armamento más sofisticado destinado a la yihad, y que fue incendiado. Explotaron miles de cohetes y también fueron destruidas cientos de viviendas, la mayoría en Rawalpindi pero también en Islamabad. Los responsables de este "incidente" nunca fueron detenidos, ni siquiera por los norteamericanos. ¿Cómo podría haber sido de otra manera?
Esta masiva afluencia de capital negro saqueado de la yihad afgana aumentó de manera meteórica las apuestas del alto mando militar en la economía, la industria y en el sector bancario. Los viejos oficiales, que antes se dedicaban a la tierra, se convirtieron en pigmeos financieros comparados con la casta de oficiales que había llenado sus bolsillos con el dinero negro de la yihad afgana. Se convirtieron en socios más viejos de los empresarios civiles en distintas empresas pakistaníes. Su propiedad y acciones en el conjunto de la economía crecieron rápidamente.
Aparte de la yihad afgana, la otra principal empresa militar, a través de la cual los oficiales implicados consiguieron enormes fortunas, fue el programa nuclear pakistaní. Aunque los norteamericanos conocían los detalles, principalmente debido a su conflicto con Irán, ellos no arman jaleo con la proliferación de armamento. El ejército pakistaní y los oficiales de la elite semi-militar están consiguiendo enormes fortunas con este programa de proliferación. Pero incluso antes de eso, los sucesivos regímenes militares y civiles gastaron cantidades astronómicas del tesoro de este país con una población hambrienta y empobrecida. Es realmente una tragedia para estos millones de personas tener que vivir en unas condiciones terribles, mientas sus presuntos líderes políticos y partidos políticos dominantes están locos protegiendo y apoyando esta locura de intentar tener energía nuclear.
En el pasado era el Estado y los medios de comunicación privados los que propagaban la idea de que la bomba atómica sería una fuente de "defensa formidable" de la "nación", que eso reduciría drásticamente el gasto del ejército y del material militar convencional. Sin embargo, después de las detonaciones nucleares en mayo de 1998 en Chaghai, Baluchistán, el gasto en armamento convencional y en las fuerzas armadas ha aumentado de manera astronómica. No sólo los regímenes militares, también los gobiernos civiles "democráticos" han ido aumentando cada vez más el despilfarro en estos instrumentos de destrucción humana. En los últimos dos años parece que en lugar de bombas atómicas para defender a la nación, lo que se hace es ¡proteger a las propias bombas atómicas! Miles de tropas se han desplegado alrededor de las instalaciones nucleares para protegerlas de un ataque norteamericano, indio o israelí, o de ser robadas por los yihadistas fundamentalistas u otros grupos terroristas.
El blanqueo del dinero negro amasado principalmente por la elite militar lo ha hecho el célebre BCCI (Banco Internacional de Crédito y Comercio). Hay serias sospechas de la implicación de la CIA en la creación de este banco. Algunos de los más famosos estafadores esta es la base económica de los talibán y de otras organizaciones fundamentalistas.
El aspecto más importante de esta implicación económica de la alta cúpula militar, desde hace algunas décadas hasta ahora, ha sido la formación y consolidación de un "nexo maligno" de generales militares, jueces del tribunal supremo, abogados, burócratas civiles veteranos, mulás ricos, antiguos diplomáticos, empresarios, aristocracia agraria y por supuesto los títeres de los medios de comunicación.
Hay varios jugadores en este nexo que externamente pueden ser vistos en forma de altos representantes de la supuesta "sociedad civil". Y este nexo maligno gobierna Pakistán independientemente de la estructura política del régimen que está en el poder. Este nexo es el que controla el ejército, el Estado y todos los principales partidos políticos del país. Durante el período de Musharraf este nexo se consolidó aún más y expandió su riqueza. Pero todo esto lo que hizo fue provocar mayores contradicciones dentro de este nexo y que ahora están explotando en distintas formas, vemos como unos contra otros se tiran a la yugular para seguir con el saqueo.
Pero, como vimos en los últimos meses de 2007, cuando se trata de la amenaza de las masas este nexo rápidamente se reconcilia. Este nexo está preparado para el saqueo y el dinero, está dominado por el ejército y EEUU. Necesitaban al ejército para proteger su saqueo y explotación, y el imperialismo norteamericano les permite ser sus comisionistas en la gama tan amplia de generación de capital conseguida a través de la explotación de la mano de obra y de la especulación del capital financiero.
Sin embargo, con frecuencia las contradicciones dentro de este nexo estallan en conflictos abiertos. Algunas veces adoptan la forma de enfrentamientos entre diferentes instituciones del propio Estado. En otros casos, sus conflictos toman la forma de cuestiones relacionadas sólo con sus intereses creados que chocan debido al empeoramiento de la crisis del capitalismo pakistaní.
Por lo tanto, sin comprender las complejidades de este nexo dominante es muy difícil definir las cuestiones reales, los movimientos genuinos con motivos honestos detrás de las maniobras políticas. No obstante, este masiva afluencia de capital financiero a las estructuras superiores de las fuerzas armadas ha tenido el efecto de agravar las contradicciones dentro de estas instituciones.
Para comprender el verdadero papel del ejército y desarrollar sus perspectivas, es necesario entender el carácter del período en el que estamos intentando analizar el fenómeno. En segundo lugar, también es importante comprender el contenido de clase dentro del mismo ejército. El carácter del ejército cambia en las distintas condiciones que se producen en la sociedad en un momento particular.
En condiciones normales, los actos del ejército como institución cohesionada para aplicar los dictados de la clase dominante y proteger sus intereses con todas las formas de brutalidad posibles contra la clase trabajadora. Esta cohesión del ejército, aparte de otros factores, se mantiene mediante la tradición, la rutina y la disciplina. Sin embargo, estos factores sólo pueden jugar un papel en condiciones normales, que a menudo son períodos prolongados en la historia.
En última instancia, el ejército procede de la misma sociedad y es el reflejo de la sociedad. En estas condiciones no es el ejército sino la sociedad en su conjunto la que permanece inactiva, dominada y en una situación de relativa calma. La carga de la tradición, la fuerza de la religión, la manipulación de los medios de comunicación, el sistema educativo, el programa de estudios, las filosofías dominantes, la intelectualidad, la política, etc., todo impone la cultura, las costumbres, la conciencia y la psicología de la clase dominante, con la aceptación de la opresión de clase y la subordinación.
No sólo a través del Estado, el ejército y la policía las clases dominantes mantienen su dominio. La represión sólo es utilizada por la clase dominante cuando los otros métodos de subyugación de masas no consiguen controlar la sociedad. La historia es testigo de que estas condiciones "normales" no prevalecen eternamente. Con frecuencia los acontecimientos históricos sacuden repentinamente la conciencia de las masas, cambiando abruptamente toda la situación. Esto provoca movimientos e insurrecciones de masas que con frecuencia adquieren proporciones revolucionarias.
Tales situaciones prerrevolucionarias y revolucionarias en la sociedad también contagian a las fuerzas armadas. Aunque el ejército es la última institución en unirse a la revolución, cuando las contradicciones de clase dentro del ejército se profundizan y explotan, los soldados, las filas inferiores y los oficiales jóvenes entran en el combate revolucionario del movimiento de masas. Esta es la fase decisiva de cualquier revolución. Desde ese momento, con la presencia de un partido marxista y una verdadera dirección revolucionaria, la tarea de la revolución socialista se encamina hacia la victoria.
En Pakistán tenemos ejemplos importantes del impacto revolucionario del movimiento de 1968-69 dentro del ejército. Hubo un enorme fermento en los barracones. El ambiente de rebelión entre los soldados comenzó a afectar a los oficiales. Cuando el principal objetivo del movimiento fue el mariscal Ayub Khan, incluso sus generales leales mostraron abiertamente su disidencia. A principios de 1969 los diplomáticos británicos y norteamericanos enviaron mensajes a Washington y Londres diciendo que los oficiales jóvenes podrían realizar un golpe militar con doctrina socialista si la situación no se contenía. El ejército se había negado a imponer la ley marcial si Ayub se mantenía en la presidencia. El general Yahya Khan, el comandante en jefe, el más próximo a Ayub, se lo explicó.
Desde 1958 el contexto social de los oficiales más jóvenes había cambiado. El crecimiento industrial con Ayub había tenido un gran impacto social. No sólo se había desarrollado un gran proletariado virgen, sino que los jóvenes procedentes de la clase media se habían unido a las filas de la oficialidad militar. Los soldados y los estos jóvenes oficiales se radicalizaron debido al ambiente revolucionario de los trabajadores y los estudiantes en las ciudades. En las elecciones de 1970, donde el PPP se presentó con un programa socialista, la gran mayoría de las urnas electorales de los barracones militares estaban llenas con las papeletas de los candidatos del PPP. Fue tal la intensidad de la amenaza de rebelión dentro del ejército y la posibilidad de su división en líneas de clase lo que se convirtió en un factor importante en la decisión de iniciar en 1971 la guerra contra la India. De esta manera, abrían el frente occidente para desviar esta oleada revolucionaria que amenazaba con derrocar al capitalismo mediante una revolución socialista.
Sin embargo, la revolución fue menguando, el fracaso del reformismo con Bhutto fortaleció una vez más el control de los generales sobre el ejército. En los años ochenta, con el colapso de la Unión Soviética, la traición de los estalinistas chinos y el declive desastroso de la izquierda pakistaní, la reacción comenzó a dominar la sociedad. La religión y el fundamentalismo llenaron el vacío creado por una izquierda en declive. Zia ul Haq prolongó esta traición y tiranía.
No obstante, cuando en el próximo período estalle el movimiento también afectará a la conciencia dentro del ejército. Hay informes de un odio ardiente entre la tropa del ejército contra la cúpula que amasa riqueza. Sus prebendas, sus privilegios y su saqueo han provocado odio de clase entre los soldados hacia la casta de oficiales.
Los oficiales de bajo rango también están en una situación psicológica desesperada. La guerra que están luchando para el imperialismo norteamericano ha llevado a un rápido aumento de las deserciones dentro del ejército. La moral es muy baja y no es casualidad que el ejército pakistaní esté perdiendo batallas en las zonas tribales. Por esas razones el general Kayani ha dado un aumento salarial y otros privilegios a las filas inferiores del ejército y a los soldados. Se están retirando rápidamente a los oficiales militares de los puestos civiles donde han estado saqueando durante el régimen de Musharraf.
Según publicaba Stratford, el servicio de análisis y noticias de la CIA con base en Texas, la situación actual se están desarrollando a un ritmo rápido. El "régimen de Musharraf ha sido sustituido por un híbrido civil-militar que carece de voluntad o capacidad para hacer frente a la amenaza que representa el extremismo y la combatividad. La realidad es que el gobierno civil y el establishment militar del país parecen que han perdido el control de la situación".
Stratford escribe que con la opción de negociar con los "yihadistas" desde una posición de debilidad, las autoridades pakistaníes están deliberadamente enviando un mensaje de que cualquier actor armado que no pertenece al Estado de que todos los "yihadistas" de que lo mejor para que el gobierno sea más flexible es utilizar sus armas. Esta señal ha llevado a la extensión de los talibán en Pakistán. Cualquier pausa en la combatividad no es porque el Estado haya tenido éxito en contener a la insurgencia, más bien se trata de que los yihadistas han adoptado la decisión táctica de detener su estrategia. Mientras que los yihadistas están llenos de confianza, a juzgar por la forma en que Islamabad se mueve aleatoriamente entre las negociaciones y las operaciones militares, el gobierno no aparece con una política perceptible que pueda ocuparse de la situación, según dice el análisis.
Según dice Stratford, el problema es realmente mucho más que un fracaso de la inteligencia. Hay bases diferentes de contradicciones dentro del ejército pakistaní. Están entre los nacionalistas y los sectores religiosos, elementos fundamentalistas y elementos liberales, oficiales pro-China y pro-norteamericanos. Pero la contradicción fundamental y decisiva es la contradicción de clase. Los soldados pobres han acumulado odio hacia la cúpula militar que se han convertido en multimillonarios exhibiendo su riqueza con una repugnante vulgaridad.
En el ejército siempre ha existido una cara revolucionaria. En la revolución bolchevique de 1917, dirigida por Lenin y Trotsky, los soviets de soldados en los regimientos y barracones jugaron un papel decisivo en la insurrección revolucionaria que llevó a su victoria. Nunca ha habido una revolución donde los soldados no hayan jugado un papel importante. Incluso en el subcontinente la primera introducción del bolchevismo y el comunismo fue obra de los soldados del ejército británico indio que fue enviado para aniquilar la revolución de Octubre. Paradójicamente, fueron los únicos que llevaron el mensaje del marxismo revolucionario a nivel de masas a su regreso a casa en el subcontinente. Este fue un factor importante que sentó la base del movimiento comunista en el subcontinente del sudeste asiático.
En la venidera época revolucionaria, el movimiento de masas sobrepasará la escala e intensidad del movimiento revolucionario de 1968-1969 en Pakistán, encontrará también respuesta dentro del ejército. En los últimos cuarenta años las contradicciones de clase se han profundizado y explotarán con una fuerza y resonancia mayores. Sin embargo, esta vez existirá una organización y dirección marxistas capaz de organizar a los trabajadores, a los jóvenes, a los campesinos y sectores oprimidos de la sociedad y, por supuesto, a los soldados y jóvenes oficiales, en un movimiento y partido revolucionarios que lleven a cabo las tareas de la transformación socialista de la sociedad. En esta situación no habrá ninguna fuerza sobre el planeta capaz de detener el derrocamiento de este sistema podrido y garantizará la victoria de la insurrección revolucionaria.
Source: El Militante