El gobierno de AMLO en su último año – ¿combatir el neoliberalismo y la corrupción - o combatir el capitalismo?

Image: Presidencia de la República, Wikimedia Commons

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se acerca a su último año. El periodo que le ha tocado enfrentar ha sido de fuertes complicaciones en todos los niveles: la pandemia del COVID, la crisis económica impulsada por la misma, la violencia sin freno, el golpeteo de la derecha, etc. No obstante, las encuestas le dan un apoyo por encima del 65%, goza de un apoyo masivo entre la gente más pobre y, a pesar de los pesares, su apoyo va a permitir que Morena, el partido que él formó, gane las elecciones el próximo año, si no sucede algo extraordinario.

El secreto de su éxito

Muchos de los que intentan analizar lo que sucede en México no logran entender el por qué el apoyo a AMLO es tan fuerte si la crisis del COVID del 2020 significó una caída del 8% del PIB –y aunque los años siguientes se ha recuperado un poco, aun no llega a los niveles pre pandemia– y la cifra de exceso de muertes que da la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre México llega a 626 mil personas entre 2020 y 2021 –las cifras del gobierno son de 333 mil hasta abril de este año– y todo lo que se derivó de ello, como el abandono escolar de 5 millones de estudiantes, la violencia intrafamiliar que se disparó en el año 2020 aumentando en 100% las llamadas de auxilio de las mujeres por violencia doméstica, etc. Las miradas superficiales verán esto y quedarán desorientados.

Lo primero que se tendría que explicar es que la llegada de este gobierno al poder fue una válvula de escapea la situación de 30 años de ataques sin precedentes a todos los niveles contra la clase obrera, la juventud y las mujeres. Los gobiernos previos, particularmente el de Felipe Calderón (2006-2012) y Peña Nieto (2012-2018) significaron una guerra civil unilateral donde el narco, coludido con el aparato estatal, arremetió contra la juventud y las mujeres, asesinando y desapareciendo a miles de jóvenes. Las reformas laborales, energética, en educación, etc., tenían la intención de terminar de privatizar la electricidad y el petróleo, y de barrer con los derechos laborales.

Todas las instituciones burguesas estaban extremadamente desacreditadas. Se puede decir que la situación política poco antes que terminara el gobierno anterior, de Peña Nieto, el país estaba al borde de una lucha masiva en las calles que hubiera tomado características insurreccionales, como los levantamientos en Ecuador y Chile en 2019. Ya teníamos el precedente de la lucha contra el fraude de 2006 y la comuna de Oaxaca del mismo año. Hubo luchas pero no de forma unificada. Pero, al igual que en 2006, AMLO utilizó su autoridad para contener el movimiento y evitar que tomara un carácter generalizado de lucha para derrocar el gobierno. En lugar de eso, canalizó toda la energía del movimiento de las masas hacia el terreno electoral.

Ante la ausencia de una dirección revolucionaria que llevara al movimiento a la lucha por el poder, millones de obreros, campesinos pobres y jóvenes depositaron todas sus esperanzas e ilusiones en la victoria de Lopez Obrador en las elecciones de 2018.

AMLO nunca dijo que su gobierno iba a terminar con el capitalismo, desde el principio se planteó como principal tarea la lucha contra la corrupción y el “neoliberalismo”, porque piensa que ahí radica el problema de todos los males de la sociedad. Bajo su concepción liberal, está lucha tendría que darse fortaleciendo las instituciones del Estado, bajando los salarios onerosos, tratando de evitar el despilfarro y el robo de las arcas del Estado. De ahí sus emblemáticas luchas contra el robo de combustible (huachicol), la disminución de salarios de los mandos del Estado, desaparición de fondos secretos, una lucha por el aumento de la recaudación fiscal, en contra de todas las empresas y contratos que fueran lesivos contra las finanzas estatales, etc.

Al mismo tiempo, empleó todo su capital político, toda la simpatía que la gente siente por él, para limpiarle la cara a las instituciones del Estado. Para él, lo más importante era mostrar que en la presidencia ya no había un personaje malo y ahora desde este sitio se podía guiar una batalla moral que salvaría y renovaría a quien se pusiera a su disposición. Así, viendo que todo el aparato estatal estaba podrido, se fijó el objetivo de utilizar a las Fuerzas Armadas como su ariete. No es que ahí no hubiera corrupción, sino que ahí se mantenía la disciplina y los actos de corrupción son secretos bien guardados entre los altos mandos del ejército.

Todo mundo sabe ahora el papel que han jugado las fuerzas Armadas, principalmente el ejército en el movimiento estudiantil de 1968, cuando masacró a mansalva a cientos de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas; las desapariciones forzosas y el asedio a las comunidades de Guerrero en su lucha contra la guerrilla en la llamada guerra sucia en los años 70 o más recientemente su participación en la desaparición y asesinato de los 43 normalistas de Ayotzinapa. El ejército es la columna vertebral de un régimen de opresión del Estado capitalista, sin embargo, AMLO los presenta como “pueblo uniformado”, como “leales al país” y “pilares en la lucha contra la corrupción”.

Para que haya una correspondencia de la cúpula castrense a su gobierno no ha dudado en darles concesiones económicas y políticas a todos los niveles. Se ha incrementado el presupuesto de forma reiterativa cada año, se ha creado a la Guardia Nacional y está empeñado que quede bajo la administración del ejercito –para evitar que se corrompa, dice – le ha entregado, por tiempo indefinido la administración del Tren Maya, los hoteles que se están haciendo alrededor de la ruta del tren, el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), están a cargo del resguardo de las aduanas, de hospitales, carreteras, los nuevos aeropuertos que se construyen al sur del país, etc.

El ejército y la marina son las herramientas con las que el gobierno ha ido cumpliendo sus proyectos estratégicos, a cambio les ha dado un poder económico y político, como no lo tenían desde la época de la revolución, cuando los ejércitos ocupaban el centro de la escena política. Ahora mismo, gracias al apoyo de AMLO, las fuerzas armadas (ejército, marina y guardia nacional) gozan de un nivel de aceptación por encima del 65%, aunque las desapariciones y los asesinatos se mantienen, igual que los feminicidios. Lo único que ha bajado de forma sustancial es el robo, secuestros y robo de vehículos. En lo fundamental la violencia sigue.

Esto también significa que aunque el gobierno ha dado algunos avances en el terreno de reconocer el papel del estado en la guerra sucia, hay límites muy claros de hasta dónde quiere llegar: no se puede tocar al ejército como institución ni a ninguno de sus representantes. Así lo hemos visto en el caso de los normalistas de Ayotzinapa. Se ha avanzado en la investigación y se han empezado a depurar algunas responsabilidades políticas. Pero el papel central que jugó el ejército en la desaparición de los 43 estudiantes, sus vínculos con el narco, etc., quedan fuera de los límites de lo permisible y claramente no hay ninguna intención de tirar de ese hilo, con lo cual en realidad, las expectativas de los familiares y los que luchan por la justicia han quedado frustradas.

El Estado impulsando el capitalismo y el asistencialismo

Otro de los aspectos centrales en esta administración es la forma que AMLO ha utilizado al Estado y sus finanzas para, por un lado, dar una serie de apoyos a los sectores más pobres del país, principalmente en los estados del centro y sur; y por otro, con sus nuevos proyectos estratégicos – Tren Maya, el AIFA y principalmente el Tren Transístmico que cruza del Océano Pacífico al Atlántico y sus parques industriales que se abrirán a lo largo de la vía férrea – están encaminados a atraer la inversión extranjera para terminar de llenar de maquiladoras el país.

En el primer caso, AMLO ha dicho en sus conferencias mañaneras que los programas sociales ahora llegan a 25 millones de familias, otros 5 millones tienen a algún miembro de la familia trabajando para gobiernos locales o el estatal, es decir 30 millones de familias reciben dinero del Estado, de un total de 32 millones de familias que viven en el país. Esta política asistencialista que va desde apoyo a adultos mayores (266 dólares cada dos meses), becas estudiantiles desde nivel primaria hasta universidad (las cuales varían de monto dependiendo el grado de estudios), el programa jóvenes Construyendo el Futuro con el cual el gobierno se hace cargo del salario (361 dólares al mes) durante un año a jóvenes que se emplean en empresas registradas para darles capacitación, el programa sembrando vida que ha sembrado 6 millones de árboles maderables (pagando 361 dólares al mes), surtimiento de fertilizante gratis a los campesinos y comprando sus productos a precio subsidiado, planteando la sanidad universal, además, ha decretado un aumento del salario mínimo de un 90%.

Todos estos programas para los sectores más pobres han tenido un efecto tremendo para mantener el índice de apoyo al presidente. Ninguno de estos programas resuelve la pobreza crónica, ni la falta de oportunidades de estudio o trabajo bien pagado, todos ellos son paliativos, pero de frente a lo que hacía la derecha en el gobierno, esto es una política que la gente ve con buenos ojos y la apoya.

Utilizando las leyes a su disposición y el dinero del Estado, se ha propuesto los proyectos de infraestructura antes mencionados. En un primer momento se anunció que en todos ellos participaría la empresa privada, sin embargo, ha habido un saboteo a estas iniciativas y el gobierno ha utilizado al ejército y el presupuesto estatal para desarrollar la infraestructura necesaria para que las empresas extranjeras vengan al país. Se habla de que el 60% del transporte del tren Maya será de mercancías. El tren Transístmico es hecho para hacerle la competencia al Canal de Panamá y ser la nueva ruta de las mercancías norteamericanas y chinas –además, en esta región va a haber una excepción de pago de impuestos a los nuevos capitales, igual que lo hay en la frontera norte, donde ahora están llegando cientos de grandes empresas bajo el fenómeno de relocalización conocido como near-shoring–.

En 2022 la cifra de inversión extranjera llegó a 35 mil millones de dólares, la más alta desde 2015. La perspectiva es que se siga incrementando esta suma en los próximos años. Tomemos en cuenta que también han ido subiendo las tasas de interés casi en paralelo con las de EE. UU., ahora mismo la tasa de interés es de 11.25%, esto ha evitado una salida masiva de capitales y ha jugado a favor para que el peso se aprecie frente al dólar. Ahora mismo un dólar equivale a 18 pesos promedio, cuando en la pasada administración era un dólar por 20 pesos promedio.

El gobierno también hace, de forma reiterada, un llamado a que los migrantes mexicanos en los EE. UU. manden sus remesas, ha habilitado a diferentes empresas para que el cobro de envío sea más barato y el impacto de este dinero es sustantivo en las finanzas generales. En 2022 el dinero por remesas fue histórico al alcanzar los 58.497 millones de dólares, un crecimiento del 13.4% con respecto al 2021. AMLO ha dicho que este dinero repercute de forma directa en 10 millones de familias.

La burguesía con una mano recibe dinero y con la otra aporrea al gobierno

La burguesía no ve a AMLO como uno de sus allegados, y lo ha tratado con la punta del pie desde el inicio de su gestión. Su conexión con las masas populares, sus ataques a lo que él llama “las mafias del poder”, les parecen algo peligroso. Empresarios como Claudio X González quien es heredero del emporio Kimberly Clark encabeza y coordina a la oposición de los partidos de la derecha para llegar unidos a las elecciones del 2024. Los grandes capitales no están de acuerdo con este gobierno porque no se posiciona de forma política con ellos, tiene que pagar impuestos –cuando antes el gobierno se los devolvía o los exentaba de pagarlos– les ha quitado grandes contratos y reducido la cantidad de dinero en campañas publicitarias, etc.

Ellos son los organizadores de las campañas de desprestigio y todos los ataques al gobierno que tienen un fuerte componente clasista, de despreciar a las masas por su bajo nivel de instrucción formal, etc. Los ejecutores y testaferros son los partidos de la derecha (PRI, PAN y PRD) los cuales siguen las instrucciones de forma servil.

Estas campañas son unos de los principales temas que se abordan en las “mañaneras”, la conferencia de prensa diaria del presidente. Ahí AMLO les responde y expone sus mentiras. Esto ha ayudado a que el gobierno capitalice todos estos ataques a su favor, sus allegados cierran filas y están atentos a cualquier llamado que haga a la movilización. El lenguaje que AMLO usa al denunciar a la derecha conecta con un sano odio de clase entre millones de trabajadores y campesinos que consideran al presidente como su presidente. Sin embargo, AMLO se mantiene en su discurso dentro de los límites estrechos del nacionalismo burgués, criticando el “neoliberalismo”, la “corrupción”, las “mafias”, pero nunca el sistema capitalista en sí, ni al imperialismo.

Este apoyo de las masas se circunscribe al propio AMLO, pero no a los burócratas y cargos públicos de MORENA en los estados y municipios. El partido se ha convertido en una maquinaria electoral que reproduce todos los vicios de los antiguos partidos del régimen. Ha habido un desembarco de políticos de la derecha en las estructuras de MORENA a todos los niveles, un proceso que el propio AMLO ha propiciado, y que ha provocado un amplio descontento entre las bases.

No obstante, estos dimes y diretes con la derecha, el gobierno de AMLO ha facilitado e impulsado la acumulación de capital de la burguesía nacional e internacional. Las cifras no mienten y el gobierno se vanagloria de ello: “Yo les puedo decir que no hay un rico en México que en el tiempo que llevo gobernando haya perdido dinero, y a las pruebas me remito. Les ha ido muy bien”. Esta afirmación es cierta. En el año 2022 las 50 grandes fortunas que tienen inversiones en México crecieron en un 30% con respecto a lo obtenido el año anterior. El capital bancario es uno de los más beneficiados. Las 15 familias más ricas del país han incrementado sus fortunas en 645 mil millones de pesos. Todo esto en contraposición del aumento de la pobreza de 51.9 millones a 55.7 millones.

El gobierno ha dejado de invertir en una infraestructura para potenciar la inversión privada. Una política neoliberal al estilo clásico, pero solo en ciertos sectores. En otros, como el energético, el gobierno se empeña en conquistar la mayoría de la inversión e invierte en comprar empresas privadas para que las estatales tengan mayoría en las decisiones y producción de electricidad y petróleo.

Aunque en este artículo no podemos entrar en detalle, en el terreno internacional AMLO ha seguido una política de gestos que le distancian del imperialismo de Estados Unidos, pero al mismo tiempo hechos que profundizan la subordinación de México respecto al poderoso vecino del norte, sobretodo en política migratoria y con la firma del nuevo TLC.

Contradicciones y perspectivas

Este gobierno sufre las contradicciones clásicas del capitalismo, la pobreza sigue en aumento, la delincuencia, la explotación laboral, los asesinatos, el narcotráfico, la falta de empleos dignos y bien pagados, etc. Además, sufre las contradicciones de un país que comparte las fronteras con un país imperialista, el paso de migrantes y toda la trágica travesía, el tráfico de drogas y trata de personas, la invasión de maquilas que saquean los recursos naturales y devastan el ambiente. Sumémosle el sabotaje permanente de una parte de la burguesía que saca miles de dólares del mercado, que mantiene una campaña permanente en los medios de comunicación contra cualquier iniciativa del gobierno.

La política asistencialista del gobierno ha tenido un impacto a la hora de mantener movilizaciones de masas controladas. Esto no quiere decir que no se expresen contradicciones de clase. Por ejemplo, en los sindicatos ha habido un aumento de las huelgas del 150% desde inicio de su sexenio, esto porque las diferentes reformas que hace el gobierno dan la posibilidad de que los trabajadores se expresen.sí pasó en Matamoros en 2019, en diferentes sindicatos en la lucha por la democracia sindical, etc. Cuando estos conflictos obrero-patronales estallan el gobierno busca no intervenir, es decir dejar que el conflicto estalle y se desarrolle, en algunos casos, según la organización de los batallones en la lucha, la clase obrera vence o es aplastada.

Donde se han dado las movilizaciones más fuertes y directas ha sido en el terreno de la lucha estudiantil y de la mujer. En ambos casos son los sectores de la juventud los que mantienen el ánimo beligerante. Aunque la pandemia significó un periodo donde estos dos sectores no pudieron salir a las calles, una vez que se han renovado las clases, las movilizaciones estudiantiles no se han hecho esperar; el día de la mujer trabajadora de este año la movilización fue masiva y duró horas.

La derecha, para golpetear al gobierno, ha tratado cínicamente de intervenir en estas luchas y capitalizarlas. En general el mismo movimiento ha sabido deshacerse de estos intrusos y llevar adelante la lucha por demandas justas.

A la izquierda de MORENA no hay una izquierda de masas con una alternativa correcta. En las elecciones del siguiente año seguramente el partido de AMLO va a ganar la presidencia independientemente del candidato, pero ese gobierno será diametralmente diferente al actual.

Las tendencias mayoritarias a lo interno de Morena apuntan a una continuidad de la política de AMLO con Claudia Sheinbaum o a un giro a la derecha y negociación abierta con la burguesía con Ebrard –ellos son los dos candidatos más fuertes –.

Pero la situación es más compleja. Muchas de las medidas que AMLO ha tomado hacen que la economía mexicana dependa cada vez más de la de EE. UU.. Todo apunta a que en el vecino del norte se desate una recesión y esto arrastrará a la economía mexicana y complicará aún más las cosas al cierre del sexenio y al nuevo gobierno. Algunos fenómenos coyunturales que han beneficiado a AMLO (el near-shoring, los altos precios energéticos, etc) están en visos de llegar a su fin. Las contradicciones y lucha en el sector sindical y juvenil arreciarán y las posibilidades de intervención para los marxistas serán excepcionales.

El problema no es el neoliberalismo, ni la corrupción. Que estos son solo síntomas de la propia crisis del capitalismo. Al mismo tiempo que rechazamos los ataques de la derecha reaccionaria, debemos explicar pacientemente los límites del programa de AMLO.

Para mejorar de manera sustancial las condiciones de vida de las masas no basta con planes asistenciales puntuales, sino que es necesario revertir de raíz el equilibrio de poder en la sociedad. Solamente poniendo en manos de la mayoría de la población (obreros, campesinos, mujeres de la clase trabajadora, la juventud) los recursos de la sociedad será posible garantizar una vida digna, vivienda, salud, educación y trabajo para todos. Para eso es necesario expropiar a la minoría de parásitos capitalistas que controlan los medios de producción, y ponerlos bajo control de la clase obrera, que somos los que producimos toda la riqueza.

Nos preparamos para grandes episodios de lucha de clase.

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