Economía: El círculo perfecto del éxito
Este funciona de la siguiente manera. Las economías del mundo desarrollado, representadas por lo que se llama países del G7 (EEUU, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá) ya no necesitan fabricar cosas. Cada vez más, sólo necesitan inventar, diseñar y mercados. Pueden dejar la fabricación al mundo menos desarrollado, en particular China y otras zonas de Asia, México y Brasil.
También los países del G7 (y otras economías desarrolladas más pequeñas como Suiza) se pueden concentrar en financiar la inversión para fabricar cosas en países menos desarrollados. Los bancos e instituciones financieras con base en Nueva York, Londres y Ginebra, junto con París y Frankfurt, pueden beneficiarse de los enromes ahorros generados en China, Japón, Corea y las economías ricas en petróleo de Oriente Medio y Rusia. Estos ahorros, en manos del sector financiero global, son utilizados para comprar bonos de los gobiernos del G7, los bonos de las grandes empresas y bancos hipotecarios, y las acciones de las principales empresas del G7.
Dirigiendo el telescopio hacia el otro lado, esto significa que los gobiernos del G7, las grandes empresas y las familias medias de los países del G7 pueden pedir prestado enormes cantidades de dinero para comprar viviendas, pagar el gasto gubernamental en armas, educación etc., y financiar la construcción de fábricas en el llamado Tercer Mundo.
Esto es perfecto. EEUU ahora tiene un gigantesco déficit comercial equivalente al 7 por ciento de su ingreso nacional anual. También ha acumulado deudas netas con el resto del mundo equivalentes al 25 por ciento de su producción anual y sigue aumentando. Pero no hay problema. Tiene este déficit porque está comprando toneladas de “cosas” a China a precios muy baratos y así llenar sus escaparates. No necesita fabricar estas cosas en su casa porque las pueden comprar más baratas en China, México o en el resto de Asia. Y estas cosas están fabricadas en China por empresas estadounidenses, japonesas y europeas que han trasladado sus fábricas a China y otros lugares donde hay abundante mano de obra y muy baratas.
Todo funciona porque los ingresos por exportación generados por las ventas chinas a EEUU y el resto del G7 son puestos en bancos chinos por empresas de propiedad extranjera, que puntualmente utilizan el dinero para comprar bonos estadounidenses y otros activos financieros. En 2005, EEUU tenía un déficit comercial de casi 700.000 millones de dólares, pero recibió a cambio 900.000 millones de dólares en créditos cuando los extranjeros compraban bonos del gobierno, bonos de empresas y bonos hipotecarios en EEUU.
Como resultado, el sistema financiero norteamericano está lleno de efectivo. Puede prestar dinero a tipos de interés históricamente bajos a los estadounidenses para que compren casas más caras o compren más productos chinos, o incluso servicios de alta tecnología más inteligentes de India y aparatos de Corea, Taiwán y Japón.
Este es el círculo perfecto del éxito. Es tan perfecto que algunos estrategas del capital ahora están convencidos de que esto garantiza un mundo capitalista próspero durante algún tiempo. Lo ha denominado Nuestro Valeroso Nuevo Mundo. En este mundo, las empresas capitalistas del G7 son “empresas plataforma”. No fabricarán nada. “El nuevo modelo empresarial es producir en ninguna parte, pero vender en todas… las empresas plataforma simplemente organizan los pedidos de los clientes y el reparto de los productores… mantienen las partes de alto valor añadido de la investigación, el desarrollo y el marketing en la empresa y encomiendan todo al resto de productores externos”.
Piensan en el Valeroso Nuevo Mundo como una nueva etapa del capitalismo. En primer lugar, estuvo el desarrollo del capitalismo agrícola en los siglos XVII y XVIII en Europa y en el siglo XIX en Japón y EEUU. Después llegó el capitalismo industrial, liderado al principio por Inglaterra y después adoptado por EEUU, Europa y posteriormente Japón. El resto del mundo quedó reducido a proporcionar materias primas y alimentos que permitían a los países capitalistas industriales fabricar las cosas que todo el mundo quería.
Pero ahora ha llegado el capitalismo financiero (definido más ampliamente para incluir lo que Marx denominó los sectores no productivos del capitalismo, es decir, finanzas, marketing, servicios legales, “desarrollo” de la propiedad, etc.,). Así es como las economías del G7 aumentan su riqueza. Toman los ahorros del mundo recién industrializado y los invierten o gasta ¡en ellos mismos!
En realidad, si llevas el argumento más allá, China no tendría mercado para vender sus televisores, juguetes, textiles o cualquier otra cosa si las familias estadounidenses no tuvieran dinero o créditos para comprarlos. Lo importante en esta idea del capitalismo no es la producción sino el consumo.
Es una repetición de la historia irónica plantada, en primer lugar, por el gran economista holandés Bernard Mandeville en 1705, la Fábula de las Abejas. Como explicó en su brillante fábula, no son las abejas (los trabajadores) las importantes. Sin los zánganos (los miembros de la comunidad que no hacen nada y que sólo consumen la miel), llegaría un momento en que no habría abejas trabajadoras. Sin alguien dispuesto a comer, no habría necesidad de fabricar comida, ¿no es esto lógico? Sin el consumo estadounidense no habría mañana. China no sería capaz de vender y no habría lugar donde prestar su dinero. El deudor-consumidor estadounidense mantiene el mundo capitalista, no el prestamista-vendedor chino.
¡En esto debe haber algo equivocado! Y lo hay. Esta idea del capitalismo es asumir que los beneficios son irrelevantes. Lo importantes es que el precio de los stocks y las acciones continúen subiendo, que el precio de la propiedad siga aumentando y que los tipos de interés sigan bajos, no la generación de beneficios. Si el valor de tu vivienda sigue subiendo puedes pedir más dinero prestado y comprar más cosas, si el valor de las acciones sigue aumentando puedes pedir más dinero prestado para invertir en fábricas en China y diseñar nuevas cosas para que las fabriquen los chinos. Si los tipos de interés siguen bajos, el gobierno y otros pueden pedir más dinero prestado para fabricar más armamento mientras mantiene los impuestos relativamente bajos.
Esta es la idea del capitalismo vista por un banquero o un rico consumidor. Pero no es en realidad el capitalismo. Por eso los precios de la propiedad, las acciones y la deuda gubernamental no pueden seguir subiendo eternamente, porque dependen de algo más: los beneficios de los capitalistas. Esta es la savia del capitalismo. Si los beneficios de las grandes empresas comienzan a menguar, entonces todos tendrán que apretarse el cinturón. La inversión en China caerá, los precios de las acciones bajarán y se comprarán menos productos, las economías del G7 se desacelerarán.
Los beneficios no proceden de los banqueros que prestan el dinero, de los ricos que compran bienes de lujo, de los gobiernos que venden armas o de los que compran casas. Los beneficios ya están hechos. Estos actores económicos son sólo redistribuidores del beneficio generado por otros, es decir, de los productores de cosas en EEUU y China. Este es uno de los descubrimientos fundamentales de la economía marxista.
Los beneficios son el trabajo no pagado de la clase obrera, pero también sólo aumentan con la venta de bienes que la gente quiere. El marketing, la publicidad y la distribución de mercancías no añaden nada al beneficio, pero son un coste necesario (bajo el capitalismo) de la generación de beneficios para el capitalista individual en la competencia entre sí.
De manera similar, los trabajadores en los servicios públicos son necesarios para el capitalismo para mantener la salud de la fuerza laboral, la formación que necesita la gente. Pero ellos no producen beneficios para los capitalistas. En ese sentido, son “improductivos” para el capitalismo. Los banqueros, los agentes de seguros e hipotecarios, los agentes inmobiliarios y los analistas financieros, pueden conseguir que les paguen enormes sumas de dinero pero no generan beneficios para el sistema, en ese sentido también son improductivos.
Pero el Valeroso Nuevo Mundo del capitalismo sugiere que son precisamente estos sectores improductivos del capitalismo los que mantienen en funcionamiento el sistema. Comprar una casa en EEUU mantiene todo lo que le rodea. Lo que demostrará que esto es una equivocación es cuando la rentabilidad del sistema capitalista comience a caer. Por ahora, la rentabilidad en EEUU en el conjunto de la economía es del 8,5 por ciento de la producción anual. Esto está cerca del pico histórico de los últimos veinticinco años que fue del 9 por ciento. Pero ahora está comenzando a caer.
Hay tres indicadores que dicen que el Valeroso Nuevo Mundo terminará en lágrimas. En primer lugar, ¿están bajando los precios inmobiliarios en EEUU? Si comienzan a hacerlo entonces el beneficio de invertir en bonos hipotecarios estadounidenses para los extranjeros comenzará a caer y dejarán de comprarlos. Eso obligará a subir los tipos de interés en EEUU y hará más difícil financiar el enorme déficit comercial. Por ahora los precios inmobiliarios en EEUU han subido casi un 15 por ciento al año. Pero han comenzado a caer lentamente.
El segundo indicador será cuanto tiempo mantiene EEUU y otras empresas del G7 su inversión en China para estimular la rentabilidad. Si esto comienza a caer, entonces las empresas del G7 tendrán menos que gastar o tendrán la preocupación de cómo conseguir el suficiente beneficio de los trabajadores en China. En 2005, los capitalistas extranjeros invirtieron 58.000 millones de dólares en China. Esto es mucho, pero ligeramente inferior a lo invertido en 2004. Son sólo los primeros síntomas.
Y por último, están las cifras de las exportaciones chinas al resto del mundo. Si comienzan a caer, eso significa que los consumidores del G7 tendrán menos dinero para gastar en productos en las tiendas y/o los manufactureros extranjeros están experimentando una desaceleración o caída de los beneficios que consiguen con sus exportaciones. En 2005, las exportaciones de China alcanzaron niveles récord.
Entonces el Valeroso Nuevo Mundo del capitalismo todavía puede mantenerse. Parece todavía que los banqueros, los inversores en propiedad y los manufactureros de armas de las economías del G7 tienen éxito y son rentables. Pero hay signos preocupantes.
Regresemos a la fábula de Mandeville. En el mundo de la naturaleza los zánganos tienen un papel. Puede que no hagan nada y ni siquiera protejan a la abeja reina. Pero son los únicos machos de la comunidad apícola y se aparean con la reina, tienen el papel de la procreación. Las abejas trabajadoras son todas hembras. Una vez terminada la procreación los zánganos son expulsados de la colmena y se les deja morir. En el mundo humano, las abejas son tanto machos como hembras y realizan su propia procreación. ¡Así que no necesitan para nada a los zánganos!