Europa

El movimiento de los chalecos amarillos infunde miedo a sus oponentes, lo que provoca la agresión en su contra. Además de la represión violenta (2.000 personas han sido heridas, 18 cegadas y cinco han sufrido desgarros en sus manos), el gobierno ha respondido con una intensidad sin precedentes en forma de represión judicial.

Por segundo año consecutivo, el día de la mujer trabajadora ha sido una jornada histórica, sumando una fecha más a la historia reciente del Estado español. Los datos oficiales muestran una participación aún mayor en las manifestaciones y paros que en la jornada del 8M de 2018, que en algunos lugares se incrementó de manera espectacular. Y es que, como venimos diciendo repetidamente, razones no faltan para esta gran movilización.

Para este 8 de Marzo los sindicatos han vuelto a dar cobertura legal a la huelga general convocada por el movimiento feminista. Desde hace varios meses se lleva trabajando en todos los puntos del Estado en la preparación de lo que esperan sea una jornada de lucha con un éxito mayor que la de 2018.

El movimiento de los chalecos amarillos es de una potencia y una profundidad que no dejan de sorprender (y de asustar) a sus adversarios. Por supuesto, la burguesía y sus lacayos políticos y mediáticos saben bien que existe la pobreza. Han oído hablar de ella. Pero por lo demás, están totalmente desconectados de las condiciones reales de vida del pueblo, de sus sufrimientos y sus problemas. Así, desde lo alto de sus privilegios, de su poder y de sus fortunas, se dijeron a sí mismos: "¿Qué puede a cambiar un poco más o un poco menos de austeridad?". Han recibido la respuesta en toda la cara.

Ayer, 16 de enero, dieciséis personas fueron detenidas por la policía española en Girona (Cataluña) sin orden judicial. Entre los detenidos estaban dos alcaldes de la CUP, un fotoperiodista y varios activistas de los CDR (Comités de defensa de la República), la ANC (Asamblea nacional catalana), La Forja (organización juvenil independentista) y el SEPC (Sindicat d'Estudiants dels Païssos Catalans). Desde la Corriente Marxista Internacional queremos expresar nuestra solidaridad con los detenidos y sus organizaciones y expresar nuestra más enérgica protesta contra otro caso de represión y criminalización del movimiento republicano catalán por parte del Estado español. Hacemos un

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El movimiento de los chalecos amarillos es un seísmo social de una potencia excepcional. Es un punto de inflexión en el curso de la lucha de clases en Francia, y una fuente de inspiración para los trabajadores del mundo entero. Tendrá un impacto profundo y duradero en la vida política del país.

La decisión de Theresa May, a finales del pasado año, de posponer la votación de su acuerdo sobre el Bréxit con la UE ha hecho poco más que proporcionar un breve respiro a su insoluble dilema. Su paquete negociado sigue siendo odiado por todos los sectores. En lugar de atraer a la gente a su propuesta, el período navideño ha endurecido por igual la determinación de los partidarios del Bréxit (Brexiteers) y de los que quieren quedarse en la UE (Remainers).

Poco más de 25 años después de su fundación, la Unión Europea parece que podría desmoronarse bajo el peso de sus propias contradicciones. En todos los países donde se mire, los partidos principales se ven sometidos a una enorme presión debido al aumento de la lucha de clases como resultado de 10 años de crisis. El resultado es que, un país tras otro, la clase dominante ya no puede gobernar a la antigua usanza

La situación social y política en Francia evoluciona a una velocidad vertiginosa. En menos de un mes, el desarrollo del movimiento de los chalecos amarillos ha puesto al país en el umbral de una crisis revolucionaria. En los próximos días, dicho umbral puede ser traspasado.

El 6 de diciembre se cumplieron 40 años desde que la Constitución española fue aprobada después de décadas de brutal dictadura bajo Franco. Pero como explica Alan Woods (testigo de estos acontecimientos históricos), la llamada Transición a la democracia fue una traición colosal maquinada por los líderes de la clase obrera española, que dejó intactos los pilares principales del antiguo orden reaccionario.

Las protestas de los Gilet Jaunes (chalecos amarillos) en Francia están en un punto de inflexión. Enfrentado a la creciente radicalización de la protesta, que ahora amenaza la supervivencia de su gobierno, Macron cambió su tono desafiante y prometió "suspender" el aumento de los impuestos sobre los combustibles que provocó el movimiento. Este paso atrás se produjo después de las batallas callejeras del fin de semana entre miles de manifestantes y la policía que dejaron más de 200 heridos solo en París y resultó en al menos una muerte.

Contra la ultraderecha, la juventud marca el camino luchando en las calles - Lo que parecía imposible hace un año puede ser realidad en poco tiempo: el PSOE está a punto de perder el gobierno de la comunidad que ha gobernado ininterrumpidamente los últimos treinta y seis años. Susana Díaz ha cosechado el peor resultado de un PSOE de Andalucía carcomido por la corrupción y abandonado por gran parte de su base social, que se ha abstenido de votar en estas elecciones autonómicas.

El discurso de Macron del martes por la mañana fue una larga e interminable provocación. Mientras que los chalecos amarillos exigen, como mínimo, medidas inmediatas contra la carestía de la vida, el Presidente habló sobre todo de la situación mundial en el horizonte 2050. No nos ahorró ninguna consideración de "método" ni de "pedagogía". Pero no anunció ni una sola medida concreta. La modulación de los impuestos en función del precio del petróleo no es una medida concreta: es una vaga hipótesis, sin coste y sin plazos.

Últimamente, los medios de comunicación burgueses, sobre todo en Europa, se han deleitado con el "milagroso" cambio de suerte de Portugal. Hace apenas siete años, la economía portuguesa estaba al borde del colapso. El país se dirigía hacia el tipo de agitación social que causó una situación pre-revolucionaria en Grecia, y llevó a un enorme movimiento de masas en la vecina España.

Cuando se cumplen 40 años del régimen del 78, su falta de autoridad nunca ha sido tan grande como ahora. No sólo se ha intensificado el malestar popular a partir de la crisis iniciada en 2008, por la degradación de las condiciones de vida de la mayoría de la población; sino que esa mayoría social ha percibido y padecido que las instituciones oficiales –Justicia, fuerzas represivas, Monarquía, Parlamento– han defendido a los ricos y poderosos, y a su corrupción, y se han ensañado con los pobres y las familias trabajadoras a través de leyes injustas y de la represión.