Unas escenas que eran una reminiscencia de la caída de Saigón, los dirigentes del gobierno apresuradamente con sus maletas y huyendo en helicóptero desde el tejado del palacio presidencial. Sólo que esta vez no se trataba de invasores extranjeros que huían de un ejército de liberación nacional, sino un presidente electo que huye de su propio pueblo. Mientras que las miradas del mundo estaban puestas en otra guerra en Afganistán, había estallado otra guerra. La semana previa a la Navidad, Argentina estaba en guerra. Pero no una guerra entre las naciones, sino una guerra entre ricos y pobres, entre los que tienen y los que no, una guerra entre las clases.