La Marcha de la Dignidad en Madrid el sábado 22 de marzo por “Pan, Techo y Trabajo” fue un enorme acontecimiento político. Tuvo las mismas características de masividad, euforia y combatividad que vimos en las movilizaciones de los “indignados”, de las “mareas”, de las huelgas generales, etc. La manifestación del 22M contó con la participación de cientos de miles de personas; probablemente, alrededor de un millón, venidas de todos los rincones del país. Ante tamaña demostración de fuerza, ¿qué hacer ahora?
Cerca de un millar de autobuses llegaron a Madrid (600 sólo de Andalucía, que fue el componente regional más numeroso de la manifestación, después de Madrid) y se llenaron varios trenes con manifestantes desde Galicia, Asturias y Cataluña. Miles de personas también se desplazaron desde todo el país a través de coches particulares. Pero, sin duda, el componente principal de los participantes vino de las zonas obreras y del cinturón industrial de la Comunidad de Madrid y de las provincias cercanas.
De todos modos, fue una buena iniciativa anticiparse a la manifestación central en Madrid con la puesta en marcha de 6 columnas de activistas caminando desde las zonas periféricas del país para converger en Madrid, alimentando el ambiente, y dándole publicidad a la movilización y a sus objetivos.
El valor particular de esta movilización es que no fue convocada ni organizada por grandes aparatos, ni siquiera fue tomada en cuenta por los medios de comunicación burgueses hasta un par de días antes, mencionada como una noticia secundaria de escasa relevancia.
Esta actitud de los medios de comunicación no es casual. A diferencia de las movilizaciones de masas del 2011-2012, donde predominaban – sobre todo entre la juventud y en sectores recién despertados a la lucha – ciertos elementos de ingenuidad y de apoliticismo que eran celebrados con hipocresía y condescendencia por la prensa burguesa “progresista”, la movilización del 22M fue organizada en todos sus aspectos por grupos políticos y movimientos sociales afines a la izquierda claramente anticapitalistas, de diverso tamaño e influencia. Y esto es peligroso para la clase dominante.
Las “Plataformas por las Marchas de la Dignidad” que organizaron la marcha a Madrid del 22 de marzo incluían a organizaciones sindicales como el SAT, CGT, Intersindical, etc. y a sectores de CCOO – algunas secciones sindicales en la zona sur de Madrid; al sector crítico de CCOO, uniones provinciales como La Rioja. También incluía a movimientos sociales como la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH), las Mareas Verde y Blanca, diversas organizaciones vecinales, y movimientos y organizaciones políticas como el Frente Cívico o Izquierda Unida.
Una movilización de izquierda, de clase y republicana
Toda la retórica atrasada y reaccionaria de la “antipolítica”, del “ni izquierda, ni derecha”, y del “ciudadanismo”, fue desechada por este movimiento. Toda organización de izquierda, y cualquier organización social o de clase, pudo participar en un ambiente de plena libertad y respeto para exponer sus ideas y contribuir con su participación al éxito de la movilización, sin tener que pasar por el peaje ideológico inquisidor “anti-izquierda” que vimos en algunas movilizaciones del fenecido movimiento 15M – y que, lamentablemente, algunos sectores de PODEMOS tratan de resucitar.
Desafortunadamente, las organizaciones nacionalistas de izquierda de Cataluña y el País Vasco, y el BNG y el sindicato CIG en el caso de Galicia, se negaron a implicarse en este movimiento, lo cual fue un error. Para que triunfe la causa de los derechos democrático-nacionales en dichas zonas, es imprescindible ganar para su causa el apoyo y la simpatía de la mayoría de la clase obrera y demás sectores explotados del resto del Estado. Participar en la marcha del 22M habría contribuido a ello. En todo caso, esto demuestra las limitaciones y contradicciones de estos grupos. Temían quedar diluidos en un movimiento dotado de un contenido profundamente unitario y de clase, donde sus bases se habrían hermanado con los trabajadores y demás sectores populares del resto del Estado.
No obstante, las “Plataformas por las Marchas de la Dignidad” sí han asumido la defensa de los derechos democrático-nacionales de estas nacionalidades, lo que se expresó en la participación en el acto, al término de la manifestación del 22 de marzo, de oradores en lengua catalana, vasca y gallega que fueron aplaudidos por los cientos de miles allí congregados.
También quedó claro que la movilización del 22M ha asimilado el impacto de los conflictos obreros de los últimos meses, expresados en la oleada de huelgas indefinidas en decenas de empresas y en explosiones sociales locales como la de Gamonal, asumiendo un carácter clasista innegable. El grito de “Viva la lucha de la clase obrera” fue coreado a intervalos por la multitud.
Una característica sobresaliente de la manifestación del 22 de marzo fue el mar de banderas republicanas que poblaba la movilización. Ni siquiera en los años de la Transición –por la política nefasta de las direcciones del PCE y del PSOE de entonces, cuando abrazaron la Monarquía y su bandera- adquirió el republicanismo la extensión de masas que tiene ahora; la bandera tricolor se ha transformado en una bandera de lucha y un acompañante inseparable hasta de la movilización social más pequeña.
Otra característica importante fue el papel relevante de Izquierda Unida en la manifestación, que reflejó la gran implicación de la organización en todo el Estado para contribuir al éxito de la Marcha a Madrid. De lejos, IU fue la organización, política y social, más visible y de mayor presencia en la manifestación, dando una muestra importante de fuerza organizada.
En conclusión, el movimiento del 22M se ha erigido como el heredero directo, y actual nucleador, de las grandes movilizaciones y movimientos sociales de los años 2011-2013, a los que ha dotado de un contenido de clase innegable y de un perfil político claramente de izquierda. Todo un proceso extraordinario de evolución y maduración.
El papel del SAT y de Diego Cañamero
Hay que reconocer el papel jugado por el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y su principal dirigente, Diego Cañamero, en la articulación del movimiento de las “Marchas de la Dignidad”. Esto fue gracias a su papel destacado en las luchas sociales en Andalucía, que les confirió una gran autoridad en los movimientos sociales surgidos en todo el Estado a raíz de la crisis; y también por sus vínculos con la izquierda organizada (como el movimiento Frente Cívico o Izquierda Unida) y con sectores del nacionalismo de izquierda en Cataluña, País Vasco y Galicia.
Este papel de bisagra del SAT y de Cañamero con las diferentes corrientes y movimientos, y su autoridad, han sido importantes para vencer los recelos y suspicacias internos en un movimiento que ha sido capaz de aglutinar a 300 organizaciones diferentes. Cañamero ha batallado incansablemente por la unidad del movimiento y es un dirigente natural de la clase obrera de una honestidad incorruptible, dotado también de una gran capacidad oratoria. No es casual, por tanto, que Diego Cañamero, haya emergido como la figura más relevante e indiscutiblemente respetada de este movimiento, y fuera él quien cerrara el mitin final tras la manifestación.
En su discurso de ayer, Cañamero identificó abiertamente al movimiento del 22M con la izquierda, apeló a la unidad y a articular un gran frente político, al que denominó “frente popular”. Calificó al gobierno del PP, como los descendientes de los que dieron el golpe militar en 1936 y “dejaron a nuestros abuelos en las cunetas con un tiro en la nuca”. Correctamente, calificó de sarcasmo una democracia que condena a millones al desempleo, a la pobreza, y a la falta de vivienda, mientras que las decisiones fundamentales la toman un puñado de grandes empresarios y banqueros contra los intereses de la mayoría de la población. Proclamó que para que haya verdadera democracia “la economía debe estar bajo el control del pueblo”. Esto se aproxima mucho a la alternativa que planteamos los marxistas sobre la necesidad de expropiar a los grandes banqueros, empresarios y terratenientes, bajo el control de los trabajadores, y así planificar la economía para atender las necesidades sociales de la inmensa mayoría.
Al término de la manifestación – como era de esperar, y es lo habitual – la policía organizó los disturbios callejeros a través de sus infiltrados encapuchados. Así tenían la excusa para atacar a manifestantes rezagados y detener a una veintena de activistas, y permitir al gobierno y a los medios de comunicación llenar las pantallas de TV con imágenes de violencia para diluir el impacto de la movilización de masas y tratar de desacreditarla.
Las quejas lastimeras de los portavoces de los sindicatos policiales sobre las heridas y el desamparo sufridos por algunos policías implicados en la represión resultan bastante hipócritas. Esta misma gente justifica la violencia y los abusos más brutales contra manifestantes indefensos, y se callan ante la infiltración policial destinada a promover estos incidentes y la violencia consiguiente.
¿Y ahora qué?
Como decíamos en una declaración anterior, la masiva movilización de las Marchas de la Dignidad en Madrid será recordada como una de las grandes luchas sociales de este año. El 22 de marzo hemos demostrado nuestra fuerza ¡y qué fuerza! No cabe duda de que la clase dominante está preocupada.
No hay mayor cosa que tema la clase dominante que ver a la clase trabajadora, a la juventud, a los vecinos de los barrios y de los pueblos, en la calle, y organizados.
Por eso, de lo que se trata es de cómo continuar la lucha ¡No dejemos que esta enorme fuerza que hemos acumulado se disuelva y desaparezca!
Desde la Corriente Lucha de Clases queremos contribuir a este debate con las siguientes propuestas:
- Organizar de manera inmediata en nuestros pueblos, barrios y ciudades asambleas abiertas de las “Plataformas por la Marcha de la Dignidad” para hacer un balance de la movilización y de la marcha a Madrid del 22 de marzo.
- Darle continuidad a estas Plataformas. Convertirlas en organismos de frente único donde participen todas las organizaciones y activistas de movimientos sociales, sindicales y de izquierda que quieran sumarse. Su cometido debería ser apoyar y organizar medidas de solidaridad con todas las luchas que se den a nivel local, regional y estatal; coordinar la protesta social contra los ajustes; apoyar a los detenidos y represaliados en las movilizaciones, recaudar dinero para las multas, etc. En definitiva, convertirlas en Plataformas de Organización Obrera y Popular, a nivel local, provincial, autonómico y estatal. Esta será la mejor manera de contribuir a terminar cuanto antes con el gobierno del Partido Popular.
El papel de UGT y CCOO
En realidad, el verdadero sostén del gobierno del PP no es su base social, bastante menguada, y mucho menos el apoyo a sus políticas; sino la absoluta pasividad de los dirigentes sindicales y del PSOE, que salvo quejas verbales aceptan como inevitables los ataques del gobierno. En realidad, estos dirigentes no tienen alternativas a las políticas del PP. Al aceptar la premisa fundamental de la propiedad privada sobre las grandes palancas de la economía (la industria, la tierra, los bancos, el comercio) aceptan por tanto que la economía esté supeditada a la obtención de beneficios por una minoría de parásitos, y están obligados a aceptar las consecuencias de la crisis capitalista y que sean los trabajadores quienes paguemos dicha crisis.
Con la fuerza movilizada de la clase obrera, luchando por un programa claro de transformación social, sería posible levantar a la mayoría de la sociedad para hacer caer al gobierno reaccionario del PP y revertir todos los ataque sufridos.
Está clara la responsabilidad de los máximos dirigentes de UGT y CCOO en la paralización de las luchas de la clase obrera y en su dispersión. Es un hecho lamentable que la autoridad de los sindicatos esté en el nivel más bajo que nunca hayamos conocido.
Pero hay otro peligro en la situación. Y es que la capa de activistas más avanzados menosprecien el papel de los sindicatos, e incluso los sitúen en el campo del enemigo. Eso sería un gravísimo error.
UGT y CCOO son un patrimonio de la clase obrera española. Fueron creados por los trabajadores con enormes sacrificios. Son una palanca potentísima para organizar a los trabajadores, para vincularlos y unirlos por encima de las diferencias regionales, nacionales, sexuales, de oficio y actividad económica. Más aún, las luchas más significativas que vimos en los últimos meses en diferentes empresas y sectores (barrenderos de Madrid, Coca Cola, ALSA, profesores, autobuses, metal, etc.) han sido llevadas por las secciones sindicales de UGT y CCOO, junto a otros sindicatos más pequeños. De lo que se trata no es de darles la espalda a UGT y CCOO sino de reconquistarlos para la lucha de los trabajadores. De lo que se trata es de organizar corrientes de oposición entre su militancia de base que planteen una alternativa de dirección a las direcciones más burocráticas y pasivas que están al frente de los mismos.
Es por eso que estas Plataformas de Organización Obrera y Popular pueden jugar un papel importantísimo en acelerar este trabajo, implicándose en los conflictos obreros, ofreciéndose a los trabajadores y secciones sindicales de UGT y CCOO para colaborar, organizar campañas de solidaridad, etc. Esto forjaría vínculos muy estrechos con la capa más activa de los sindicatos y fortalecería la formación de corrientes de oposición combativas en el seno de los mismos.
Qué programa:
Desde Lucha de Clases hacemos nuestro el lema de “Pan, Techo y Trabajo”. Pero la realidad es que hoy día este sistema capitalista es incapaz de satisfacer estas demandas básicas al conjunto de su población ni en el Estado español ni en ningún país del mundo. Esa es la verdad.
Es imposible avanzar un paso en resolver alguno de estos tres problemas si se deja intacta la gran propiedad capitalista sobre la industria, la tierra, los bancos y el comercio.
Hay 2 millones de personas con necesidad de vivienda en España, pero hay 3 millones de viviendas vacías en manos de bancos, inmobiliarias y promotoras. Por lo tanto, la solución al problema de la vivienda pasa por expropiar estas viviendas vacías y venderlas o alquilarlas a quien las necesita por una hipoteca o alquiler social que no sobrepase, por ejemplo, el 15% de los ingresos familiares; ya que nuestro objetivo no es hacer negocio a costa del hambre de las familias – como hacen los banqueros y grandes empresarios – sino dar satisfacción a las necesidades sociales. No es posible dar trabajo a todo el mundo sin repartir el trabajo entre todos. Pero ¿quién obliga a las grandes y medianas empresas reducir la jornada laboral sin bajar los salarios para que trabajen todos? ¿De dónde sacar el dinero para dar una Renta Básica a los desempleados sin prestaciones?
De lo que se trata, por tanto, es de vincular las demandas más elementales en materia de empleo, salario o vivienda, con las demandas más generales de aspirar a la propiedad colectiva, socialista, y gestionada democráticamente por los mismos trabajadores, de las palancas fundamentales de la economía y de la riqueza generada con el trabajo de la clase obrera.
No sólo debemos incluir reivindicaciones económicas, también hay que plantear demandas políticas que planteen la mayor democratización posible de la vida social. Entre otras, estas reivindicaciones deberían plantearse la depuración de fascistas y reaccionarios el aparato del Estado, la unión voluntaria de los pueblos y nacionalidades que componen el Estado español, la supresión de los privilegios dinásticos de la familia Borbón y de la misma monarquía; o el establecimiento de una república democrática y federal que salvaguarde la propiedad común de los sectores clave de la economía, o sea, socialista. Es por eso que proponemos:
- NO pagar la deuda,
- Paralizar los desahucios. Expropiar sin pago las viviendas vacías de bancos e inmobiliarias para alquiler social (15% de los ingresos familiares).
- Subsidio de desempleo y Renta básica para los desempleados sin prestación, iguales al Salario Mínimo.
- Derogar la reforma laboral y todas las leyes reaccionarias del Partido Popular.
- Repartir el trabajo, jornada laboral de 35 horas sin reducción salarial. Nacionalizar sin indemnización las empresas que cierren o despidan trabajadores.
- No al empleo precario. Fijo en plantilla a los 15 días
- Aumento salarial automático con la subida trimestral de los precios. Salario mínimo de 1.000 euros.
- Revertir todos los ajustes.
- Nacionalizar sin indemnización, salvo a pequeños accionistas y ahorradores, la banca, las grandes empresas y monopolios, y los latifundios, bajo control obrero.
- Depuración de fascistas y reaccionarios el aparato del Estado: Policía, Guardia Civil, Ejército, Judicatura, Administración central y Ministerios
- Derecho de autodeterminación para Catalunya, Euskadi y Galicia.
- Por la unión voluntaria de los pueblos ibéricos. República Socialista y Federal.