El 21 de diciembre tienen lugar unas elecciones trascendentales en Catalunya. La burguesía española, y con ella el régimen que la sustenta, han lanzado una campaña feroz para tratar de impedir una mayoría independentista en el Parlament. Aparte de la demonización del independentismo en todos los medios de comunicación, la represión del Estado con la intervención de la autonomía catalana a través del artículo 155 de la Constitución, la detención de la mitad del Govern y de los Jordis, y la denuncia de “sedición” contra los consellers, Puigdemont y la mesa del anterior Parlament, tenemos una campaña desvergonzada de chantaje y terrorismo económico contra la población, con la amenaza de todo tipo de males si vuelve a ganar el independentismo.
Vemos así el carácter violento y fraudulento de la democracia burguesa, que no se detiene ante nada, recurriendo a medidas legales y alegales, parlamentarias y extraparlamentarias, para tratar de imponer los resultados electorales que mejor se adecúen a sus intereses.
Como era de esperar, PP, Ciudadanos y PSC-PSOE apoyan estas medidas. Por su parte, la postura de los dirigentes de Unidos Podemos está siendo lamentable. Aunque condenan el 155 y defienden formalmente el derecho de autodeterminación, no apoyaron el referéndum del 1-O, y luego proclamaron su “equidistancia” entre Madrid y Barcelona, en lugar de depositar toda la responsabilidad por la situación creada en la derecha española. Para peor, Pablo Iglesias forzó la dimisión del dirigente de Podem, Albano Dante, que correctamente criticó esa “equidistancia”.
La represión no ha derrotado al movimiento
Con todo, la represión no ha detenido la movilización y organización popular. Ha habido jornadas de lucha, cortes de carretera, huelgas y una manifestación de 750.000 personas exigiendo la liberación de los presos políticos. Lo más relevante es el protagonismo de los Comités de Defensa de la República, más de 250, que llevan ahora el peso de la lucha contra el 155. La CUP ha jugado un papel muy importante en su extensión y organización. Los CDR escapan al control de la dirección oficial del movimiento, han adquirido una dinámica propia, agrupan a miles de activistas y movilizan a decenas de miles. En un repunte futuro del movimiento, podrían convertirse en potentes comités directores de la lucha en toda Catalunya y en embriones del poder obrero en barrios y ciudades.
Lo cierto es que tras la proclamación formal de la República el 27 de octubre, existían las condiciones para un movimiento de masas de resistencia que desafiara abiertamente el golpe de estado del artículo 155. Los trabajadores de TV3, Catalunya Radio y el resto de medios de la Generalitat habían anunciado que desobedecerían cualquier directiva impuesta. Lo mismo había afirmado el sindicato mayoritario en la enseñanza pública USTEC-STEs. El sindicato mayoritario de la función pública CATAC también había rechazado el 155.
Si los dirigentes del PDECAT y ERC hubieran lanzado un boicot electoral hubiera tenido un eco indudable y las elecciones habrían quedado devaluadas ante la población. Sin embargo, a la hora de la verdad, tras hacer algunos gestos, aceptaron fatalmente la decisión del Estado, y rápidamente se mostraron dispuestos a participar en las elecciones convocadas por Rajoy para el 21D.
Ganar a la clase obrera
La burguesía catalana está junto a la burguesía española en este tema, y la pequeña burguesía carece de consistencia y homogeneidad para llevar la lucha hasta el final. Se ha demostrado que el derecho de autodeterminación sólo puede llevarse a cabo con métodos revolucionarios y bajo la dirección de la clase trabajadora. Por tanto, sólo ganando el apoyo mayoritario de la clase obrera catalana será posible conseguir una república catalana independiente. Igualmente, conseguir la simpatía o neutralidad activa de la clase obrera del resto del Estado hacia la causa del pueblo catalán resulta vital para debilitar a la reacción españolista en su propio terreno.
Ciertamente, la clase obrera catalana está dividida sobre la cuestión de la independencia. Un sector se alinea con la república catalana; pero otro sector, fundamentalmente en las grandes fábricas de las zonas metropolitanas de Barcelona y Tarragona –donde predominan los trabajadores de ascendencia castellano-parlante– mira con desconfianza e incertidumbre el Procés por varias razones: la presencia del PDECAT del que desconfían por su oportunismo político y su carácter burgués, el impacto de la campaña de terrorismo económico desplegado por la clase dominante y, en tercer lugar, por cierto sentimiento de pertenencia al resto del Estado.
La debilidad principal del campo independentista tras el 1-O ha sido la ausencia de un llamamiento a la clase trabajadora española, y a la izquierda, para pedirles solidaridad y para que se unan a su lucha, para terminar con el régimen del 78 y con la monarquía en todo el Estado. Eso habría ayudado a los trabajadores catalanes no independentistas a mirar el Procés con otros ojos, a que vieran la lucha en Catalunya por una república como una forma de estimular a sus hermanos de clase del resto del Estado para que se lanzaran por la misma senda. Eso abriría la perspectiva de establecer una república democrática, viable, y avanzada socialmente, ya fuera de manera independiente a ambos lados del Ebro, o confederadas. Además, el llamamiento a la solidaridad de la clase obrera española habría contribuido a combatir el chovinismo españolista y la despreciable campaña anticatalana de los medios burgueses.
Así, mientras menos nacionalista sea la aproximación del movimiento independentista hacia la clase obrera catalana y del resto del Estado, más probabilidades de éxito tendrá de influirlas decisivamente.
La CUP y la izquierda catalana combativa
Es necesario, por tanto, abrir un debate profundo dentro de la izquierda combativa catalana en cuanto a la táctica y estrategia a seguir. De lo que se trata es de darle un carácter socialista a la lucha, que incluya la defensa de la nacionalización de las grandes empresas y bancos bajo el control democrático de los trabajadores; y en segundo lugar, vincular la lucha por la república socialista catalana con la extensión del proceso al resto del Estado.
En la izquierda catalana combativa se aprecia un proceso convergente entre la CUP, sobre todo el sector de Endavant, Som Alternativa del exdirigente de Podem, Albano Dante, y corrientes como Procés Constituient. Esta confluencia podría ofrecer una bandera nítidamente de izquierdas, socialista y de clase que, apoyada en el movimiento de los CDR y extendiendo su influencia en la clase trabajadora, comenzando por la juventud obrera, debería plantearse disputar la dirección del movimiento al ala pequeñoburguesa del mismo. ´
Las elecciones del 21D
El resultado del 21D dependerá de la movilización de los campos independentista y no independentista. Una victoria del bloque independentista supondría una derrota humillante del bloque monárquico, estimularía al movimiento de masas en Catalunya, y provocaría un cuestionamiento general de la política aplicada por el gobierno en Catalunya. La corriente de simpatía a favor de los derechos democrático-nacionales del pueblo catalán y contra el autoritarismo del Estado se fortalecería en todas partes.
Está por ver el impacto de la campaña venenosa del régimen español contra las fuerzas independentistas. Sí puede afirmarse que los Comunes pagarán su política paniaguada de “Ni DUI ni 155”, aunque mantendrán el apoyo de un sector de la clase obrera avanzada no independentista. El PSC pagará cara su traición de ir de la mano de la derecha españolista. Al final, PP, Ciudadanos y PSC podrían estorbarse unos a otros tratando de recabar el apoyo de las capas más reaccionarias y atrasadas de la sociedad catalana, fraccionando el voto españolista.
La corriente Lucha de Clases apoya la posición de nuestros compañeros en Catalunya, que editan la revista Revolució, de apoyar la lista de la CUP y su confluencia con otros sectores de la izquierda combativa catalana, que tienen una fuerte presencia en los CDR, y que podría jugar un papel clave en el próximo Parlament. Pero lo fundamental es fortalecer la corriente marxista en la revolución catalana, dentro de la izquierda combativa, que provea los análisis y el programa más correctos para hacer realidad una república socialista catalana que actúe como la chispa de la revolución ibérica.