La Madre Teresa (1910-1997) ha sido beatificada por el Papa Francisco I, después de una serie de milagros que fueron sacados de los registros actualizados de toda su vida provenientes de sus clínicas para los pobres en la India y donde el papel de la medicina moderna estaba convenientemente escondido debajo de la alfombra. Estos años de crisis y revolución han sido un periodo de escasez para la Iglesia Católica, la cual se ve forzada a producir una serie de santos para mantener su atractivo.
De hecho, el negocio de hacer santos está prosperando en estos días (en tres años Francisco ha canonizado a 29 santos). El papa Francisco también ha sido cuidadoso para cubrir con un barniz la jerarquía de la Iglesia Católica y su cementerio de santos con un brillo de justicia social. Francisco ha intentado pintar a su más reciente santa como una amiga de los pobres, una mujer que “hizo oír su voz ante los poderosos de este mundo, para que pudieran reconocer su culpabilidad por el crimen de la pobreza que ellos crearon”. La verdad; sin embargo, está muy lejos de las adulaciones de Francisco a esta “santa de las cloacas”.
Una entusiasta de la pobreza y del sufrimiento
La Madre Teresa nació en Skopje en 1910, en una familia albanesa, como Anjezë Gonxhe Bojaxhiu. Tomó sus votos religiosos a una edad temprana y se trasladó a la India para unirse a la obra misionera de la Iglesia Católica. Aparentemente, afligida por la miseria a la que se enfrentaban las masas indias, en 1950 creó su propia casa de caridad, las Misioneras de la Caridad, y comenzó a dar tratamiento médico a los moribundos pobres de Calcuta. Pronto comenzó a ser venerada como una amiga misericordiosa de los desfavorecidos, con la ayuda del periodista reaccionario de la BBC Malcolm Muggeridge, quien hizo mucho para promulgar sus milagros. Sin embargo, ella no era una amiga de los pobres sino una apologista de la pobreza. Ella decía: “Yo creo que es muy hermoso para los pobres aceptar su destino, para compartirlo con la pasión de Cristo. Creo que se le ayuda mucho al mundo con el sufrimiento de los pobres”. Sus “clínicas” hicieron mucho para promover ese sufrimiento. Prestigiosas revistas médicas, como The Lancet, han informado que, a pesar de la generosa financiación de la fundación Teresa, estos centros eran (y son) caracterizados por su precariedad, por la negligencia de las normas de higiene básicas, por el hacinamiento, por el desconocimiento de los protocolos médicos modernos y por un personal de baja cualificación.
Estas enfermerías nauseabundas no estaban destinadas a curar a los pobres. Muchos entraban a estos centros con problemas menores y salían muertos. Estos eran lugares donde los pobres eran traídos a morir, incapaces de pagar por algo más fuera de la podredumbre del capitalismo indio. Ellos también recibían, ¡pobres infelices!, su respectiva dosis de proselitismo católico. Pero estas clínicas ni siquiera aliviaban el dolor de los moribundos. Para la Madre Teresa el dolor era una recompensa celestial, “el más hermoso regalo para una persona es que pueda participar de los sufrimientos de Cristo”. En efecto era ¡un “hermoso” regalo! Una vez le dijo a un paciente de cáncer angustiado: “Usted sabe que este terrible dolor solo es el beso de Jesús”. Pero la misma Teresa no practicaba lo que ella predicaba. Ella recibía su tratamiento médico en caras clínicas privadas de California y Roma.
La madre Teresa, al pertenecer a la extrema derecha de la jerarquía católica, se opuso firmemente al aborto, al matrimonio homosexual y al divorcio. En el discurso pronunciado después de recibir el premio Nobel de la Paz, se refirió célebremente al aborto como “la más grande amenaza para la paz mundial”. Parece que la única vez que ella realmente se preocupó por la vida era cuando estaba en el útero. Después de eso la gente era animada a morir en la miseria y el sufrimiento. Al recibir un premio de la Organización Mundial de la Salud, se refirió al SIDA como una “justa retribución por la inapropiada conducta sexual”.
Una amiga de asesinos y dictadores
La filosofía de la Madre Teresa, la cual pedía a los pobres aceptar pasivamente su destino, era extremadamente útil para que los ricos y los poderosos mantuvieran a los oprimidos en cadenas. ¿Qué podría ser mejor que enseñar a los explotados a abrazar su suerte con la esperanza de una vida mejor en el más allá, sin cuestionar la injusticia terrenal, y sin demandar un tratamiento adecuado cuando enfermaban, sino solamente buscar caridad en centro de cuidados que estaba en precarias condiciones y hacinamiento? En 1983, la planta de la multinacional estadounidense Union Carbide en la India explotó, causando terribles muertes y heridas en muchos otros. Esto fue claramente provocado por la política de la empresa de ahorrar dinero con las medidas de seguridad. El comentario de la Madre Teresa fue: “Esto pudo haber sido un accidente, es como un fuego que pudo estallar en cualquier lugar. Es por eso que es importante perdonar. El perdón nos ofrece un corazón limpio y la gente será cien veces mejor después de darlo”. Así que en lugar de organizarse para luchar contra la Union Carbide las víctimas de este terrible crimen del capitalismo debían simplemente aceptar su suerte.
No es sorprendente que la Madre Teresa se haya hecho amiga de uno de los dictadores más salvajes del mundo y haya recibido donaciones lujosas de todo tipo de mafiosos y oligarcas. En 1981, viajó a Haití para ser galardonada con la “Legión de Honor”, por el corrupto y brutal dictador Jean-Claude “Baby Doc” Duvalier. Durante su visita, Teresa remarcó que ella “nunca había visto a la gente pobre mostrarse tan familiar con su jefe de Estado”. Este jefe de Estado, tan familiar con su pueblo, seria derrocado cinco años después en una insurrección popular. Ella también recibió donaciones, títulos y ovaciones de la talla de Ronald Reagan, quien en ese tiempo estaba realizando prácticas de complicidad en los asesinatos de sacerdotes católicos socialistas en El Salvador, o la junta militar de Guatemala. Cuando Teresa visitó Guatemala en 1979, la dictadura estaba llevando a cabo una campaña salvaje de contrainsurgencia contra las guerrillas comunistas y de genocidio contra la población indígena. Cuando se le interrogó sobre su visita, su único comentario fue que “todo parecía tranquilo en los lugares a los que fuimos. Yo no me involucro en ese tipo de política”.
Teresa también recibió enormes donaciones de mafiosos y ladrones como el archiconservador financiero y asesor de Nixon: Charles Keating, involucrado en un gran escándalo de fraude. Teresa intercedió en su favor ante el juez de California que lo enjuiciaba, refiriéndose a este estafador como “amable y generoso ante los pobres de Dios”, y predicó al juez acerca de las virtudes del perdón. El fiscal del caso decidió enviar a Teresa una carta pidiéndole devolver el dinero que le había donado Keating, pero fue en vano. En efecto, la caridad de la madre Teresa era notoriamente opaca. Las solicitudes de los periodistas para acceder a los libros contables de la organización son constantemente denegadas. Uno solo puede preguntarse a dónde va a parar el dinero de esta caridad (la decima más rica de la India) seguramente no a la mejora de sus desmejoradas clínicas.
La jerarquía de la iglesia y la clase dominante
¿Por qué los apologistas de la pobreza y la explotación, como la Madre Teresa, son canonizados, mientras los verdaderos cristianos luchadores por la justicia y la igualdad, como Hugo Chávez contra quien la Iglesia Católica mantenía un conflicto permanente y conspiraba en su contra, o el arzobispo Oscar Romero (asesinado por mercenarios de Ronald Reagan), o Jean-Bertrand Aristide (cuyo gobierno el Vaticano no reconoció), son despreciados o rechazados por las autoridades de la Iglesia? El intento por parte de Francisco de pintar a la Madre Teresa, quién era una fundamentalista sádica, como una defensora de la justicia social es cínico e hipócrita. Pero, de nuevo, el propio Francisco tiene un oscuro pasado al combatir a los sacerdotes de izquierda de la Teología de la Liberación y de complicidad con la viciosa dictadura de Videla en Argentina. La demagogia de Francisco sólo refleja la presión hirviente desde abajo, a medida que las bases cat´licas quedan expuestas a la actual ola de radicalización y de fermento revolucionario, y pierde la fe en las corruptas autoridades de la Iglesia.
Jesucristo expulsó a los mercaderes del templo –pero ellos pronto se colaron por la puerta de atrás. Desde hace siglos, la jerarquía de la iglesia católica ha sido deliberadamente aliada de la clase dominante, dando una justificación ideológica a la miseria de las masas y a los privilegios de las élites –recibiendo una retribución generosa a cambio de sus servicios. A lo largo de la sociedad esclavista, del feudalismo, del colonialismo y del capitalismo moderno, los amos han ido cambiando, pero el objetivo sigue siendo el mismo: asegurar la sumisión de los pobres ante la injusticia y la explotación. Y la Madre Teresa ha sido uno de los títeres más serviles de los ricos y de los poderosos –ella ha sido una agente de los mercaderes del templo. Jesucristo dijo que es más fácil que un camello pueda pasar por el ojo de una aguja, a que un rico pueda entrar en el cielo. Solo podemos imaginar que lo mismo se aplica para los traficantes y predicadores de los ricos. Los marxistas no creemos en el cielo –pero si el cielo existiera, estamos seguros de que la Madre Teresa no sería admitida en él.