El 14 de abril se cumple el 85º aniversario de la proclamación de la II República en España.
La República ha estado presente en los anhelos de las masas trabajadoras de nuestro país durante generaciones. Estos anhelos no están basados solamente en el rechazo a la persistencia de un anacronismo feudal, como la monarquía, en una sociedad moderna como la nuestra, donde todo cargo o representante público debe ser elegido y revocado por la población, sin privilegios de ningún tipo. Estos anhelos también están amasados con el sufrimiento y la sangre de millones de explotados en nuestro país que padecieron las arbitrariedades de una institución que ha destilado opresión, violencia, corrupción, y una profunda hipocresía y degradación moral.
En todas sus acciones, la monarquía, y en particular la dinastía Borbón, ha acompañado a la “España negra” de la clase dominante y de la Iglesia para aplastar las aspiraciones democráticas y emancipadoras de las masas trabajadoras, al tiempo que se enriquecía con el saqueo y con sus privilegios dinásticos.
Como respuesta, a lo largo de 200 años, cada vez que el pueblo ha tenido la oportunidad, no ha dudado en arrojar a los Borbones del poder una y otra vez, pero siempre retornaron acompañados de las bayonetas y de los fusiles de la reacción.
De los 6 monarcas Borbones habidos desde 1814; la mitad de ellos fueron echados del país por revoluciones o insurrecciones populares: Fernando VII (1820), Isabel II (1868) y Alfonso XIII (1931). La regente María Cristina, fue echada en dos ocasiones (1840 y 1854), También fueron tres Borbones los que nos fueron impuestos a sangre y fuego por la reacción: el mismo Fernando VII, tras la invasión de los “Cien Mil Hijos de San Luís” (1823); Alfonso XII con el golpe del General Pavía, que puso fin a la I República (1874); y Juan Carlos I, impuesto por la dictadura franquista (1975) y refrendado vergonzosamente por las direcciones del PSOE y del PCE en 1977.
Según fray Juan de Almaraz, confesor de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, supuesto padre de Fernando VII: "Ninguno de sus hijos, ninguno de los 14 hijos, lo era del rey Carlos IV”. Pero, aunque se acepte que la rama española de los Borbón haya quedado extinguida hace tanto tiempo, eso no tiene ninguna trascendencia a los efectos prácticos de la Historia.
No tiene trascendencia para el hecho de que Fernando VII, cuando regresó al país tras la derrota napoleónica a fines de 1813, suprimiera la Constitución de 1812, encarcelara a los Liberales y restableciera la Inquisición. O que tras el Trienio Liberal (1820-1823) mandara fusilar a héroes populares de la Guerra de la Independencia como El Empecinado, que fusilara a Riego y Torrijos, o que colgara a Mariana Pineda. Su viuda, sobrina, y regente, María Cristina de Borbón, acumuló una fortuna estimada en 300 millones de reales con la especulación de la sal y de los ferrocarriles e, incluso, con la trata de esclavos.
La “Liberal” Isabel II se apropió de la venta del 25% del Patrimonio Real que, en rigor, pertenecía a la nación. Su reinado fue rico en masacres populares. En Madrid, con la matanza de estudiantes y obreros en la Noche de San Daniel (1865) y con el fusilamiento de los sargentos del ala progresista y de tendencia republicana del ejército del Cuartel de San Gil (1866). En Andalucía, con la matanza de jornaleros, como en El Arahal (1857) y Loja (1861). Su reinado terminó con la Revolución de 1868, iniciada en Cádiz al grito de: “¡Abajo los Borbones! ¡Viva España con honra!”.
El gobierno de su hijo, Alfonso XII, purgó al ejército del resto de republicanismo que le quedaba, reprimió al movimiento obrero, ejecutó a decenas de jornaleros (Juicio de La Mano Negra, en 1884 en Jerez), y masacró al pueblo cubano que luchaba por su libertad.
Alfonso XIII fue el “héroe” de las matanzas en Marruecos y del asesinato de Ferrer Guardia. Bajo su gobierno, la clase obrera española alcanzó su madurez revolucionaria con las gestas de la Semana Trágica de Barcelona (1909), el Trienio Bolchevique (1917-1920), la lucha contra la dictadura de Primo de Rivera, la instauración de la II República, y la expulsión del monarca del país.
Su hijo, Don Juan, padre de Juan Carlos, se ofreció a Franco para combatir en su ejército fascista, contra los obreros y campesinos del país en el que aspiraba a reinar.
Las andanzas de Juan Carlos, y la corrupción de su familia, son bien conocidas. Baste decir que fue formado en el régimen de Franco. Éste lo nombró su sucesor en 1969, y juró los Principios del Movimiento fascista de 1936 cuando fue proclamado rey en 1975 por las cortes franquistas. No movió un labio ni escribió una línea de queja en aquellos años cuando miles de obreros y estudiantes eran detenidos y torturados, y decenas caían asesinados por la policía y los grupos fascistas.
Esta es la estirpe del actual rey Felipe VI, quien cada Nochebuena –sin mencionar estos detalles– se enorgullece ante el país entero de la hoja de servicios que la “Corona” ha prestado a España.