“ETA, escucha, así es como se lucha”, una de las consignas gritadas con más fuerza.
1- La multitudinaria manifestación de la izquierda celebrada en Madrid el sábado día 13 de enero constituye un punto de inflexión en la situación política en el Estado español. Por primera vez desde la caída de la dictadura no se produce la “unión sagrada” entre derecha e izquierda ante un atentado de ETA. Los trabajadores y jóvenes más conscientes no podemos más que alegrarnos de este hecho porque en la práctica esta unidad sólo ha servido para cercenar los derechos democráticos de la inmensa mayoría de la sociedad sin que sirviera para avanzar ni un milímetro en la solución de un problema fundamentalmente político como es la cuestión nacional vasca.
Como ha quedado en evidencia estas dos últimas semanas el PP no tiene absolutamente ningún interés, ni posibilidad, de resolver el problema nacional en Euskadi. Más bien al contrario, el PP y todo lo que representa es parte del problema: su política, basada en la represión, en la defensa del nacionalismo españolista más centralista y antidemocrático y en alimentar constantemente los peores prejuicios reaccionarios constituye uno de los principales obstáculos para solucionar la cuestión nacional vasca y poner fin a los métodos contraproducentes del terrorismo individual.
Por eso, desde la Corriente Marxista El Militante no sólo no nos lamentamos de que el PP haya rechazado la unidad con las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda sino que apelamos a todos los militantes socialistas, comunistas, sindicalistas y, en general, a todos los activistas de la izquierda a que luchen y hagan todo lo que esté en sus manos para que se abandone de una vez por todas la política de consenso y pacto social con la burguesía y la derecha practicada por los dirigentes de las organizaciones de la izquierda. Para que la maravillosa y masiva movilización de los trabajadores y de la juventud del pasado día 13 sea el punto de partida de una nueva política a seguir por las organizaciones de la izquierda y no una simple excepción.
La unidad de los trabajadores de todo el Estado por encima de las diferencias nacionales; la unidad de la clase obrera nativa e inmigrante; la unidad en la lucha de todos los sectores de la sociedad verdaderamente interesados en defender los derechos democráticos y la libertad política jamás se favorece con pactos entre la derecha y la izquierda. Esta es la gran lección de la que deberían tomar nota los dirigentes de los principales partidos y sindicatos de la izquierda (PSOE, IU, CCOO, UGT): pactar con la derecha resta en lucha por acabar con las injusticias sociales, resta en claridad política para combatir a la reacción; en cambio romper con la derecha suma en unidad de la clase, en luchar de forma consecuente con los derechos democráticos y en acabar con una lacra como el terrorismo individual. La clase obrera debe poner su sello en los acontecimientos movilizándose de una forma independiente frente a la burguesía y sus representantes políticos.
2- Gracias a una impresionante y prolongada oleada de movilizaciones de los trabajadores y de la juventud el PP perdió las elecciones en marzo de 2004. Desde entonces la derecha no ha dejado pasar ninguna oportunidad para hostigar, manipular y esparcir veneno contra la izquierda, contra la juventud, contra los trabajadores y contra los derechos democráticos de las nacionalidades históricas que existen en el Estado español, particularmente contra el pueblo vasco y catalán. En los dos últimos años la derecha no ha parado de convocar manifestaciones contra el gobierno del PSOE. Desde la Corriente Marxista El Militante insistimos una y otra vez que estas manifestaciones eran mucho más pequeñas que las protagonizadas por los trabajadores y la juventud durante la época del PP y que lo que realmente magnificaba artificialmente la fuerza de la derecha era el hecho de que ni los dirigentes del PSOE, ni de IU, ni de CCOO, ni de UGT fuesen capaces, durante todo este periodo, de responder con la organización y la movilización. La manifestación del sábado en Madrid ha sido una prueba contundente del tremendo potencial que tiene la izquierda para hacer frente al griterío de la reacción. Muchos manifestantes se sentían aliviados: ¡Ya era hora de poner a esos histéricos del PP en su sito! ¡Ya era hora de recuperar la calle para la auténtica mayoría de la sociedad!
A lo largo de los dos últimos años los dirigentes del PSOE, de IU, de UGT y de CCOO tuvieron muchas oportunidades para demostrar a la reacción, a los curas, a los nostálgicos del franquismo que la calle no es suya y que no son tan fuertes como piensan. La ocasión más clara fue en noviembre de 2005, cuando el PP y los obispos salieron a la calle para defender sus privilegios en la educación. Si los dirigentes de la izquierda hubiesen convocado una movilización en defensa de la enseñanza pública, democrática y laica, tal como defendió y convocó el Sindicato de Estudiantes, la respuesta de los trabajadores y de los jóvenes hubiese sido mucho más multitudinaria que la convocada por la derecha. ¿Sin embargo, qué hizo el gobierno? Ceder a la derecha, ir corriendo al Vaticano a tranquilizar a la curia, darles más dinero de los presupuestos generales del Estado.
Si exceptuamos algunas de las primeras medidas del gobierno, como la retirada de las tropas de Iraq, cuando los ecos de la movilización contra el PP aún se podían escuchar, la dinámica de la legislatura ha estado dominada por la cesión constante por parte de los dirigentes del PSOE a las presiones y al griterío de la derecha. Incluso un paso importante como fue el de romper con la unidad del PP en la cuestión nacional vasca se fue, poco a poco, desdibujando cada vez más. La represión contra los militantes de la izquierda abertzale, que en su inmensa mayoría entienden que los atentados no ayudan en nada en la lucha por los derechos democráticos del pueblo vasco, se incrementó significativamente. Por una parte los sectores más reaccionarios de aparato del Estado alentaron esta represión en la línea de sabotear el llamado “proceso de paz”. Pero desde el gobierno también se dejó hacer pensando que de esta manera se podría contrarrestar las críticas demagógicas y lunáticas de la derecha.
La derecha ladraba, el gobierno vacilaba y cedía, y la derecha volvía a ladrar con más vehemencia. Esa fue la dinámica de los últimos meses. A la debilidad intrínseca de la dirección del PSOE --derivada de las limitaciones de su programa, tanto en el terreno social como de los derechos democráticos, que surge de la aceptación de la lógica del capitalismo-- para hacer frente a la intensa ofensiva del PP se sumó el brutal atentado de ETA, hecho que añadió todavía más agua al molino de la reacción. El PP se puso eufórico. Como verdaderos chacales babeantes se regocijaban al sentir que la situación se inclinaba favorablemente a sus aspiraciones políticas y electorales. Y es en ese punto extremadamente crítico cuando la dirección del PSOE decide dar cauce a la tremenda rabia acumulada y contenida durante los últimos años contra la derecha entre los trabajadores y la juventud.
El gobierno tenía dos opciones. O convocar otra vez con el PP, como siempre ha hecho cuando hay un atentado de ETA, y por lo tanto plegarse una vez más a los postulados más reaccionarios que les llevó en el pasado a ilegalizar partidos y asociaciones, a cerrar periódicos y a prohibir manifestaciones, a ayudar a la “derecha extrema” a pasar por demócratas convencidos, a ahogar los sentimientos de su propia base social bajo el manto grisáceo de la institucionalidad burguesa autodenominada democrática, a dar coba, en el propio PSOE, a figuras tan derechistas como Rosa Díez, Redondo Terreros, Ibarra, Paco Vázquez o Bono, o, por el contrario, apelar a la movilización de las masas para contrarrestar a la ofensiva de la derecha, haciendo lo que ha tratado de evitar a toda costa en los dos últimos años. La primera opción hubiese llevado al gobierno al desastre, allanado el camino para la vuelta del PP a la Moncloa y en esta ocasión parece que en la dirección del PSOE ha predominado la opinión de aquellos que no quieren perder las elecciones, aunque sea a costa de incurrir en más contradicciones con la línea estratégica de consenso y pacto social a la que siguen aferrados con ahínco.
En ese sentido, la movilización del pasado sábado no sólo ha sido un potente y eficaz torpedo contra la estrategia del PP, en el que se debería seguir ahondando, sino una importante sacudida a la idea de que la solución a los grandes problemas políticos y sociales es necesaria la unidad de la izquierda y la derecha. Es decir, una importante sacudida a una de las ideas pilares de la socialdemocracia.
3.- Es precisamente porque han entendido el gran peligro que significa la participación de las masas en las cuestiones políticas, por lo que la propia dirección del PSOE y el sector de la burguesía más ligado a PRISA (El País, Cadena Ser) han tratado de infravalorar y manipular de forma escandalosa la magnitud y el sentir general de la manifestación del día 13 de enero hasta el punto de llegar al esperpéntico espectáculo de que el PP (Comunidad de Madrid) da una cifra superior de asistencia (210.000) a la de la delegación del gobierno, es decir, Rubalcaba (174.000) y El País (174.000). Increíblemente los principales convocantes, UGT y CCOO, “prefirieron no dar cifras y remitirse a las facilitadas por Delegación de gobierno”.
El “cálculo” de delegación de gobierno se hizo a las 18:24 horas. Pero como podemos confirmar todos los que estuvimos desde mucho antes del inicio de la convocatoria oficial hasta el final de la manifestación, la afluencia de cientos de miles de trabajadores a la Plaza de Colón se extendió desde las 17:00 horas hasta las 20:30, sumadas a las decenas de miles que se incorporaban en Cibeles o directamente en Puerta de Alcalá. En Colón la muchedumbre no se pudo mover en casi dos horas, hasta cerca de las 20.00h.
El País, por su parte, hace un cálculo considerando a la manifestación como si fuera estática. Pero la superficie ocupada y señalada por El País a las 20;00 h, incluso si la admitimos como la superficie máxima ocupada en el transcurso de la manifestación, estuvo en constante flujo durante horas. La cifra que da El País es escandalosamente baja. Es más que probable que cuanto menos más de medio millón de personas acudieran a la manifestación.
En cuanto al ambiente de la manifestación El País el atribuye en su editorial que “la opinión deseaba ver a sus representantes unidos para hacer frente a los nuevos desafío de ETA”. En el articulo en el que se hace la crónica de la manifestación se afirma: “Pero fue una sola palabra, la palabra unidad, la que más se repitió (…) durante la marcha”. Eso es descaradamente falso. En realidad la manifestación rezumaba odio contra el PP y todos sus dirigentes. Se gritaron consignas contra los obispos, contra el alcalde, contra Esperanza Aguirre, contra la manipulación de los medios controlados por el PP. Contrariamente a la manifestaciones de la derecha no había ni un solo prejuicio anti-vasco o anti-catalán. Había una total integración entre los trabajadores inmigrantes, incluso los comerciantes chinos participaron, con la población autóctona. Predominaba el deseo generalizado de buscar una salida política a la cuestión del terrorismo sin que por ello se rebajase el duro y contundente rechazo a los atentados de ETA. Muy significativamente una de las consignas más gritadas fue “ETA, escucha, así es como se lucha”, lo que revela una visión del problema absolutamente distinto al que tiene la derecha, que aborda la causa del pueblo vasco no como una lucha sino como un acto criminal. La manifestación de Madrid no sólo refleja la disposición de las masas trabajadoras a la lucha sino una compresión política muy alta. En esta manifestación se ha demostrado el potencial que existe para la defensa de un programa auténticamente socialista que de una solución satisfactoria a la cuestión nacional.
4 - En este sentido, la manifestación de Madrid debe ser una enorme fuente de inspiración para todos aquellos que luchan en Euskadi, Catalunya y Galicia por el fin de cualquier tipo de opresión nacional. Madrid no es una masa reaccionaria. Nunca, desde la transición, el enfrentamiento político entre la burguesía madrileña y la clase obrera ha estado más polarizado. Y todo eso no ha sido gracias a ETA sino muy a pesar de ETA.
Rechazar los atentados de ETA, que matan a trabajadores inocentes y alimentan la demagogia de la derecha, no tiene nada que ver con ignorar y mucho menos rechazar los derechos democráticos del pueblo vasco, catalán o gallego. Se confirma una vez más que son precisamente las bombas de ETA el peor obstáculo para que los derechos del pueblo vasco sean plenamente asumidos por el resto de la clase obrera y la mayoría de la población del resto del Estado. El terrorismo es un auténtico lastre para la lucha por el derecho a la autodeterminación y para los derechos democráticos en general, incluyendo a aquellos que afectan muy especialmente a la clase obrera, sea vasca, madrileña o inmigrante.
Por supuesto, como hemos señalado antes, la política del PSOE tampoco ha servido para cortar de forma contundente los prejuicios que ha tratado de esparcir y sembrar la derecha. Al contrario, aprobando leyes reaccionarias como La Ley de Partidos con la excusa de luchar contra el terrorismo, cuando en realidad es una ley que amenaza al conjunto del movimiento obrero, solo hace arrojar agua al molino de la derecha. El PSOE oscila constantemente entre buscar el apoyo del PP o el de la burguesía nacionalista de Euskadi y Catalunya. Y en ambos casos su actitud solo ha contribuido a la confusión, y la confusión es un caldo de cultivo para la reacción.
Estas circunstancias hacen que sea todavía más remarcable el significado político de la manifestación del sábado. Fue una manifestación multitudinaria de la izquierda, con una composición mayoritariamente de trabajadores madrileños y sus familias y extremadamente respetuosa hacia los derechos democráticos del pueblo vasco. Que la clase obrera haya realizado una manifestación de este tipo a pesar de las vacilaciones y cesiones del PSOE y su largo idilio con el PP en la cuestión nacional, a pesar de que un personaje como Fidalgo, que se opuso a la manifestación hasta el último momento, esté al frente de CCOO y defendiendo el pacto continuo con los empresarios y aceptando todo tipo de ataques; a pesar del brutal atentado de ETA; a pesar de que hasta antes de ayer, la “unidad de los demócratas” era una condición sagrada para cualquier manifestación anti-terrorista; insistimos, que a pesar de todo eso haya ocurrido algo como el 13 de enero es un indicativo del profundo cambio de época en el que hemos entrado, marcado por una enorme polarización política, por la inestabilidad, por los cambios bruscos de situación.
Asistimos a otro destello del potencial revolucionario que hay en la acción de las masas. Toda esta situación pone sobre la mesa la tarea urgente que tenemos por convertir ese potencial en una fuerza imparable para acabar de raíz con el sistema capitalista, la verdadera fuente de todos los problemas sociales y políticos, incluyendo la opresión nacional y el terrorismo. Solo uniendo a la clase trabajadora por encima de fronteras nacionales defendiendo un programa auténticamente socialista, en el que queden recogidos todos los derechos democráticos incluido el derecho de autodeterminación, será posible acabar con el problema nacional en el Estado español y conseguir la fraternidad entre los pueblos que lo componen. Solo con la transformación socialista de la sociedad será posible alcanzar la auténtica democracia económica y política, una vez que la inmensa mayoría de la población pueda controlar los fabulosos recursos económicos que hoy son patrimonio de una minoría parasitaria de grandes empresarios y banqueros.
¡Únete a la Corriente Marxista El Militante para luchar por estas ideas!
¡Construye con nosotros la alternativa revolucionaria!
Madrid, 15-01-2006